Opinión

El físico que desafió su físico

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No es fácil definir a Stephen Hawking. Fue sin duda un físico notable, cuyos aportes serán recordados por siempre. Pero, por sobre todo, fue un hombre notable, uno que desafió las leyes de la vida de una manera impensada. Quizás, ese es su mayor legado.

En un mundo donde el cuerpo y la belleza se han convertido en culto, una suerte de llave maestra para el éxito, Hawking nos enseñó a través de su vida que hay otro camino, otra puerta de entrada para alcanzar la cumbre. Porque, cuando a los 21 años, le dijeron que esa enfermedad que le estaba trabando sus músculos y movimientos era ELA, el hombre decidió no sólo luchar contra ella, sino que, además, seguir su vida como si no existiera.

No era una tarea fácil. Perdón, era imposible. No fue así para Hawking, quien durante sus 76 años de vida no sólo pudo convertirse en el científico que soñó, sino también en una suerte de rockstar moderno, doblándole la mano al destino que lo quería postrado y abandonado.

Una parte importante de lo que consiguió se debe a su inteligencia, qué duda cabe. Ahí están sus libros, sus teorías, su cátedra en la Universidad de Cambridge. Pero más importante que todo eso fue su actitud. Incluso cuando ya estaba postrado en su silla de ruedas, con muy pocas posilidades de comunicarse, Hawking se las arregló para tener una presencia magnífica mucho más allá de la esfera de lo intelectual.

Sus cinco apariciones como personaje animado en Los Simpson son hoy capítulos de culto. Para qué hablar de su actuación en The Big Bang Theory, donde humilla a Sheldon al encontrar un error aritmético en su tesis. En el campo de la música, también su figura tuvo impacto, como lo demuestra la canción Last Horizon, que le dedicó su amigo Brain May, guitarrista de Queen. Incluso participó con su voz sintetizada en una canción de David Gilmour, de Pink Floyd.

Su influencia en la política fue también notable. "Diviértete en las estrellas", escribió el día de su muerte en su Twitter Barack Obama, quien el 2009 le entregó al científico el más alto honor civil que otorga el gobierno norteamericano, la Medalla Presidencial de la Libertad.

Todos estos logros son fruto de que Hawking era un gozador de la vida. De esa vida que a los 21 años lo condenó a una silla de ruedas, a una casi nula movilidad y escasa capacidad de comunicarse. Pero nada de ello lo doblegó incluso para tener todo tipo de aventuras, como cuando vino a Chile para visitar la Antártica o cuando se convirtió en el primer cuadripléjico en experimentar la ingravidez a bordo de un avión.

Es cierto, Hawking vino a destruir la cultura de lo físico, tan arraigada en nuestros días. Pero también es una fuente de inspiración para todos los que nos paralizamos frente a problemas pequeños. Él nunca se paralizó, pese a que vivió gran parte de su vida como cuadripléjico.

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