Opinión

La carga mental no se toma vacaciones

El fin de año suele venir cargado de expectativas: cumplir metas, cerrar procesos, responder a compromisos laborales, organizar celebraciones y vacaciones, y enfrentar listas interminables de pendientes. A ello se suman emociones que se remueven con las fiestas, y que se acumulan sobre el cansancio del año.

La carga mental -ese esfuerzo invisible de planificar, gestionar, recordar y anticipar actividades y tareas, especialmente domésticas- se intensifica en estas fechas. Porque las cosas no se hacen solas: alguien planifica y prepara la comida, busca y compra regalos, decora, ordena, contiene a sus cercanos, organiza las vacaciones y proyecta el año que viene. Sostener todo eso agota -cómo no-, más aún cuando no es reconocido.

No es casual que hacia fin de año aumenten los niveles de estrés y ansiedad. El cansancio pasa la cuenta, y lo hace con mayor fuerza en las mujeres, que presentan peores indicadores de salud mental y asumen la mayor parte del trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, junto con la carga mental que los acompaña. Basta pensar en quienes realizan habitualmente estas tareas en el propio hogar o en los entornos cercanos para corroborarlo.

Según el undécimo Termómetro de la Salud Mental en Chile (ACHS-UC), las mujeres registran una mayor tasa de problemas de salud mental que los hombres, con una brecha de casi 10 puntos. Además, presentan síntomas de depresión que triplican a los de los hombres, mayores niveles de agotamiento laboral, mayores niveles de soledad -sentirse aisladas, excluidas o sin compañía-, una mayor prevalencia de insomnio y un sedentarismo significativamente más alto, con una brecha de 11 puntos.

No es justo naturalizar que las mujeres tengan peor calidad de vida. Porque todas las personas se cansan a fin de año, pero no para todas es igual. Hay quienes, incluso agotadas, siguen creando, planificando y sosteniendo los momentos que después otros disfrutan celebrando.

Por eso urge redistribuir las tareas domésticas y de cuidados, no como un favor ocasional, sino como una condición básica para una vida más justa y sostenible. No basta con “ayudar”: hay que hacerse cargo para mover la aguja.

Necesitamos corresponsabilidad real, dentro y fuera de los hogares. Necesitamos empatía y condiciones concretas para que las mujeres puedan desarrollarse plenamente, sin que el descanso y el autocuidado sigan siendo un punto más en la lista de pendientes.

El fin de año es una buena oportunidad para comenzar -o intensificar- estos cambios a nivel personal. Pero este desafío no puede recaer solo en los hogares. Las políticas públicas también deben avanzar con decisión en esta dirección, tanto en los discursos como en las acciones concretas.

Porque no basta con agradecer este trabajo en un brindis, en una consigna o en una campaña. Corresponde también reducirlo y redistribuirlo, para que quienes hoy lo sostienen puedan, finalmente, tomarse vacaciones.

Por Cristina Vio, directora ejecutiva de ComunidadMujer

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