Opinión

Las mujeres en los programas electorales

Foto: Andres Perez Andres Perez

Para un país como Chile, que ha tenido dos veces a una mujer a la cabeza del Ejecutivo y paridad en dos procesos constituyentes, el escaso protagonismo que los temas de género tienen en la campaña presidencial resulta sospechoso. Máxime porque la papeleta incluirá a dos candidatas, ambas competitivas.

¿Qué razones lo explican? Una, poderosa, es la asistencia a un cambio de ciclo en que las demandas identitarias y posmateriales han dado paso a otras, casi de sobrevivencia, como la seguridad y el empleo. También están las de tipo estratégico. Es la situación de José Antonio Kast, quien estaría esquivando los temas valóricos para evitar el impacto negativo que sus visiones tradicionales tuvieron en incursiones electorales previas.

En el oficialismo, a su pretensión de “gobierno feminista” le puso una losa su ubicua reacción frente al caso de abuso sexual y violación por el que se investiga al exsubsecretario Monsalve. Adicionalmente, los resultados a exhibir son más bien magros. Si pensamos que la autonomía económica de las mujeres puede resultar clave a la hora de sortear las posibilidades para esa violencia de género que tanto preocupa a la ministra Orellana, los datos son lapidarios. El último informe del PNUD y la OIT señala que la participación laboral femenina alcanza un 52,7% frente al 71% de los hombres. Además, en las mujeres se concentra la informalidad y los más bajos sueldos, con una brecha salarial de género según ingresos mensuales del 21%.

El contexto internacional tampoco ayuda. Al retroceso sistemático de una democracia que es crucial para los derechos de las mujeres, el vuelco del ambiente ideológico global a favor de visiones más conservadoras y hasta antifeministas ha generado una regresión (“backlash”). El fenómeno no es nuevo, aunque sí acontece en momentos de división de un feminismo que, aunque nunca fue monolítico, lograba lidiar con sus diferencias. Ana Valero, en Letras Libres, afirma que “los debates sobre la pornografía, la prostitución o la transexualidad (“qué significa ser mujer”) son propios de una sociedad libre”, pero advierte que “su nivel de agresividad y de enconamiento les entrega réditos a los enemigos del liberalismo”.

En tiempos de confusión, resulta útil volver a las preocupaciones que tenía en 2008 Amelia Valcárcel, reconocida referente del feminismo de habla hispana. Destituida de su puesto en el Consejo de Estado por el gobierno de Pedro Sánchez en 2023 debido a su rechazo a la Ley Trans, se preguntaba qué podemos esperar las mujeres de las elecciones para afirmar, de manera admonitoria, que “por lo común las electoras casi nunca recuerdan al votar que son mujeres”, entregando “su voto a quienes se lo negaron”. Como para tomar debida nota.

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