No nos sintamos cómodos
Se cumplió un aniversario más del notable triunfo del Rechazo al mamarracho constitucional que fue apoyado por toda la coalición que hoy son los partidos que apoyan a la actual candidata del PC a la Presidencia de Chile. Son los mismos que apoyaron la supresión del Senado, el fin de isapres y AFP, revocación de los derechos de agua, y legislación diferente según cada una de las etnias escogidas.
Pero antes –en medio de la violencia rampante– el Presidente Piñera eligió el camino de las urnas en vez de las armas para suprimirla. No fue fácil: la “derecha dura” exigía las armas (en esos minutos no había otra forma de “más mano dura”, con las policías sobrepasadas). Recuerdo a un actual simpatizante republicano decirme con franqueza: “mil tiros bien pegados, y se acaba esta locura”. Pero Piñera convocó a un Acuerdo por la Paz. De este se restaron el PC (estaban las condiciones objetivas para derrocar al presidente), el FA –salvo un solitario Boric– que quería llevar la revolución a su amargo final, y los republicanos que afirmaban que la opción verdadera era detener la violencia con más violencia.
Hoy, a pocos años de aquello, tenemos candidatos presidenciales que representan a quienes no firmaron ese acuerdo: el PC por un lado y republicanos por otro. Podríamos imaginarnos lo que habría ocurrido con Piñera derrocado y La Moneda ocupada por los revolucionarios. O si –a contrario sensu– se hubiera escogido el camino de las armas, el que necesariamente habría derivado en autoritarismo, héroes y mártires, separando a los chilenos que aún no se curan de aquel otro septiembre: el de 1973.
Pero ahora quienes se negaron a firmar parecen dulces angelitos democráticos. Ellos nunca quisieron ni apoyaron la violencia para derrocar al Presidente Piñera, o para detener con balas a los violentistas. ¿Su actitud de ahora es la verdadera, y la de noviembre del 2019 un sueño? Ante una advertencia de Jorge Desormeaux sobre una posible perturbación de la paz social, Jara denuncia inocencia y campaña del terror, y Squella, veladamente, nos advierte que la ciudadanía sabe –o adivina– cómo reaccionarían ellos frente a algo así: “así que siéntanse cómodos”, nos lo dijeron clarito en esos meses trágicos.
Sebastián Piñera, acosado desde la extrema derecha a la extrema izquierda, y una centroizquierda cómoda con su posible derrocamiento, eligió la democracia. Arriesgó la Constitución, y posiblemente más cosas, pero renunció al uso de las armas. Solo, muy solo, escogió la democracia. Y gracias a esa renuncia, y gracias a que arriesgó mucho, hoy seguimos en democracia y no tenemos caos revolucionario, ni mártires, ni héroes ni FF.AA. acusadas de crímenes.
Los electores suelen tener una memoria muy corta. Yo solo quiero recordarles que podríamos haber sido llevados a una revolución sangrienta o a una represión no menos violenta. Y que el entonces presidente se la jugó por la paz y por los votos. Y que los que hoy juran democracia y pacifismo hace poco predicaban revolución y violencia, y no acudieron al llamado a pacificar el país por conductos democráticos: no nos sintamos cómodos con ellos.
Por César Barros, economista
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