El gobierno del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la semana pasada que aplicaría nuevos aranceles a importaciones chinas valoradas en cerca de US$ 300 mil millones, endureciendo su posición ante Beijing. Una decisión que desató una inmediata respuesta del gobierno chino, que anunció a su vez aranceles a productos estadounidenses por un valor de US$ 60 mil millones, con un recargo de hasta un 25% sobre miles de artículos.

Más allá de la inquietud en los mercados que generó la escalada de esta semana, el hecho viene a confirmar que Trump ha redoblado su apuesta internacional -y no solo frente a China-, con miras a las elecciones del próximo año, donde aspira a ser reelecto. En los últimos meses, el mandatario ha asumido, por ejemplo, un rol activo en la crisis venezolana, consciente del efecto que dicha crisis tiene en un sector del voto latino, en especial entre los eventuales votantes de Florida, estado clave para lograr su reelección.

A ello se sumó en los últimos días la escalada de tensión con Irán, país que anunció su decisión de desconocer parte del acuerdo nuclear firmado en 2015, amparándose en la decisión de la Casa Blanca de desconocer el pacto en 2018. Esta semana se confirmó también la decisión de EE.UU. de redoblar su presencia militar en el Golfo Pérsico, en claro desafío a Teherán. Una señal de fuerza que le permite asegurar el respaldo de un importante sector del partido Republicano, que siempre ha desconfiado de las intenciones del régimen de los ayatolas.

Pero sin duda, la guerra comercial con China es la que más inquietud genera a nivel mundial y también en Chile, por el impacto que podría tener en el comercio internacional y en las tasas de crecimiento global. Además, existen evidentes riesgos de que otros países se sumen a esta escalada arancelaria, a la luz del avance de las políticas proteccionistas. Para economías pequeñas y abiertas como la chilena, ese camino tendría un severo impacto, debilitando aún más las ya frágiles cifras de crecimiento económico.