La rebelión de las mujeres gasfiteras
Aburridas de la falta de gasfiteros calificados y de la poca ayuda que recibían de sus maridos cada vez que las cañerías se rompían, un grupo de 15 mujeres de Puerto Cisnes decidió tomar el tubo y el soplete en sus propias manos. Postularon y ganaron un fondo concursable de ComunidadMujer para capacitarse en gasfitería y ser ellas las que arreglen los desperfectos. Esto es lo que pasó.
Paula 1137. Sábado 14 de diciembre de 2013.
De izquierda a derecha: cuatro de las recién capacitadas en Gasfitería Básica Para Mujeres de Puerto Cisnes, Nataly Castro, Evita Chacón, María Elena Cano e Ingrid Becker, junto a Óscar Gallardo, quien fue el profesor del curso.
En Puerto Cisnes, un aislado pueblo de pescadores en la Región de Aisén, ubicado 300 kilómetros al norte de Coihaique, los días en que se asoma el sol el paisaje se transforma en una postal, con botes de madera pintados de colores vibrantes en la bahía, caballos que pastan en el cementerio y las familias que salen a tomar unos mates en los bosques nativos que rodean el pueblo. Pero estos días son contados, porque la norma es la lluvia copiosa todo el año. Con 4.200 mm de precipitaciones anuales promedio, aquí llueve tres veces más que en el ya lluvioso Coihaique (1.200 mm anuales promedio) y 70 veces más que en Santiago (60 mm). El problema para los 3.500 habitantes del lugar es que esa lluvia, sumado a las nevazones y escarchas invernales, hace estragos sobre las cañerías, que suelen congelarse, romperse, o incluso reventarse cada seis o siete meses en varias casas del pueblo. Un problema con el que Ingrid Becker (41 años), presidenta de la Junta de Vecinos N° 7 de la Población Nueva, rabiaba cada invierno.
"Cada vez que se me rompía una cañería en mi casa tenía que esperar días y hasta semanas antes de conseguir alguien que fuera a arreglarlo, porque en Puerto Cisnes los dos únicos gasfiteros con licencia trabajan embarcados en las empresas pesqueras y lo que queda en el pueblo son algunos maestros chasquillas, que muchas veces me han dejado las instalaciones mal hechas y cobrado caro", dice Ingrid. Además, su marido –del que se separó hace 3 meses– es maestro carpintero y trabaja en empresas constructoras con turnos de 20 días seguidos fuera, entonces cuando Ingrid le pedía que reparara algo en la casa, le decía "mañana lo arreglo", o peor aún, "el próximo mes lo veo".
"La mayoría de nuestros hombres son pescadores o maestros de la construcción, pero en gasfitería y electricidad le pegan bien poco, nosotras somos las eléctricas y chasquillas en nuestras casas", dice Ingrid Becker. "Ellos pasan varios días en el mar, o en los trabajos de pavimentación de la Carretera Austral, al interior del continente. Y mientras tanto las mujeres hacemos de todo, porque con un solo sueldo no alcanza. La cuenta de luz me salió 35 mil mensuales para 3 personas. Un metro cúbico de leña está en 22 mil pesos y uno ocupa 2 al mes. Por el aislamiento, todo es mucho más caro, una persona sola no vive con 100 mil pesos de víveres. Por eso aquí las señoras no somos de esperar que llegue el marido o el maestro, si alguna puede meter mano, lo hace. Yo sola aprendí a unir y arreglar los cables eléctricos en mi casa. Pero con las cañerías no sabíamos qué hacer y nos quedábamos de brazos cruzados", dice Ingrid, que desde que se separó ha tenido que mantener sola a sus hijas de 13 y 17 años, trabajando como cajera en un local del pueblo.
Safira Gallardo trabajaba como técnica en piscicultura en turnos de 14 días, pero como muchas mujeres de puerto cisnes tuvo que dejar de trabajar cuando tuvo a su hijo. "este curso puede ser una nueva oportunidad laboral para desarrollarme", dice.
La Población Nueva, donde vive Ingrid, es la más reciente que se construyó en Puerto Cisnes, hace 5 años, cerca de la entrada del pueblo. Sus 119 casas de 54 m² fueron erigidas en terreno mallinoso, es decir, muy blando y húmedo. Cuando entraron los muebles y electrodomésticos a sus nuevas casas, estas se hundieron y desnivelaron con el peso, lo que también rompió varias tuberías de agua. "Tuvimos que rellenar y afirmar el terreno en cada sitio. Algunas familias cambiaron sus muebles de lugar, o les hicieron contrapeso con sacos de arena que trajeron de la playa para que bajaran parejo. Todos tuvimos que arreglar las cañerías que se dañaron, pero algunos vecinos que no podían pagar un gasfitero estuvieron varios meses usando una manguera negra plástica para entrar el agua potable y para hacer los desagües", cuenta Ingrid.
Estos problemas eran un tema recurrente entre las vecinas cuando se reunían a tejer; muchas de ellas son artesanas en teñido natural de lana y tejido. "¿Por qué no hacemos nosotras un curso para hacernos gasfiteras? ¡Lo haríamos harto mejor que los maestros chasquillas!", decía Ingrid Becker. Algunas se reían y otras decían que serían las primeras en inscribirse.
Durante tres años la idea dio vueltas, hasta que a principios de año Ingrid Becker y la tesorera de la junta de vecinos, Carolina Nitor, redactaron en un computador de la biblioteca un proyecto que llamaron "Taller de gasfitería para mujeres de Puerto Cisnes" y lo postularon al Premio ComunidadMujer 2013, un fondo concursable que reconoce iniciativas que promueven la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Dos meses después Ingrid recibió un llamado: el proyecto de gasfitería para mujeres presentado por su junta de vecinos fue uno de los 5 ganadores del premio ComunidadMujer, de entre 400 organizaciones sociales que postularon en todo Chile. El premio, que consistía en 1 millón de pesos para financiar el curso, causó revuelo. La dirigente fue entrevistada en medios locales, recibió felicitaciones de sus vecinos y del alcalde.
Durante dos semanas el taller se anunció en la radio local más escuchada del pueblo, Auténtica FM. Sus dueños, Manuel Novoa, de 33 años y su señora, Patricia Parra, de 27, tienen el locutorio en una ampliación de la casa donde viven con sus hijos de 9 y 4 años. Patricia, que quería remodelar su baño, también decidió inscribirse al curso, lo que fue tema de varias bromas durante el matinal radial ¿Quién manda a quién?, el programa más popular de la radio, conducido por ambos. "Leseábamos con que iba a quedar el baño todo inundado, con las cosas flotando", dice Manuel Novoa. "La gente se reía y llamaba para mandar saludos al curso y ánimos para que saliera bien".
Además, Ingrid Becker recorrió casa por casa para convencer a un núcleo duro de vecinas que, aunque deseaban hacer el curso, nunca habían trabajado y les complicaba la opinión de sus maridos. "Nos tomamos unos mates y yo les decía a sus maridos que saber gasfitería les iba a servir para ahorrarse unos pesos. Al final cinco de ellas se atrevieron", dice Ingrid. En total, hicieron el curso 15 mujeres de entre 16 y 56 años, todas mamás y dueñas de casa. Otras 20 vecinas quedaron en lista de espera.
Ingrid Becker, presidenta de la Junta de Vecinos N° 7 de la Población Nueva y principal gestora del curso de gasfitería para mujeres.
SOPLETE Y LIJA
Óscar Gallardo, uno de los dos gasfiteros acreditados de Puerto Cisnes, fue el profesor del taller. Gallardo trabaja haciendo reparaciones en Aguas Patagonia, en turnos de 14 días embarcado y 14 días en tierra, y para ajustarse a sus tiempos, el curso se hizo en dos etapas, del 10 al 16 de septiembre y del 10 al 21 de octubre. Eran 4 horas diarias y como algunas tenían a sus hijos en el colegio o jardín en la mañana y otras, en la tarde, se dividieron en dos grupos: uno a las 9 AM y otro a las 6 PM.
Al iniciar el curso, Óscar Gallardo les recalcó a sus alumnas que lo que más importaba era el profesionalismo con que trabajaran. "Yo les decía que no hicieran caso a las críticas de algunos, porque la gente que se burla es porque no ha salido a ver otras realidades. Yo he visto muy buenas gasfiteras en Temuco y Puerto Montt, o mujeres trabajando en construcción, pegando adoquines en Melinka" dice.
La hija de Óscar, Safira Gallardo, de 33 años, fue una de las primeras en inscribirse en el curso. "Me metí porque cuando hay algo malo en la casa me gusta hacerlo a mí. Aunque mi papá es gasfitero, soy yo la que limpia el sifón del lavamanos cuando se tapa, o el filtro del calefón cuando falla la presión", dice. Safira es técnica en piscicultura y trabajó durante 4 años en la pesquera Los Fiordos, hasta que quedó embarazada y, como muchas mujeres de Puerto Cisnes, tuvo que elegir entre su trabajo y la maternidad. "Los turnos eran de 14 días y no tenía con quién dejar a mi guagua", dice. Hace cinco años trabaja haciendo berlines, milcaos y papas rellenas que sale a vender por las casas y oficinas. "Este curso puede ser una oportunidad laboral para desarrollarme y sin tener que descuidar a mi hijo", dice.
El curso se desarrolló en la sede de la junta de vecinos y las mujeres aprendieron a manejar las herramientas básicas de gasfitería, como los alicates universales, la llave regular, el cortador de tubos, el soplete, la pasta soldadora, el estaño para soldar las tuberías de cobre, y el pegamento y la lija, para las de PVC.
Algunas, en estas primeras clases no eran capaces ni de prender el soplete. Por ejemplo, Evita Chacón, ama de casa de 56 años, a pesar de su entusiasmo, se ponía a tiritar cuando tenía que prender el soplete para soldar tubos de cobre. Le tomó unas cuantas clases de práctica superar el miedo y aprendió, al igual que sus compañeras, a cortar, lijar, estañar y soldar cañerías.
El profesor les enseñó también a hacer todas las conexiones básicas de la casa: baños, tinas, cocina, lavadora, calefón y conectar el agua potable de la tubería central a la casa. En total, fueron 80 horas de curso en la sede y otras 40 horas de práctica en terreno. A una de las alumnas del curso le instalaron una tina. A otra, le hicieron la conexión de agua potable a su baño y a un anciano del barrio le repararon su lavamanos.
En octubre, en medio del curso, los problemas de cañerías volvieron a hacerse sentir en Puerto Cisnes. Se rompió la matriz de agua potable y hubo un corte de agua en todo el pueblo que duró dos días, mientras la empresa sanitaria buscaba el origen del desperfecto. Durante ese tiempo, el carro de bomberos repartió agua a las casas. "Lo lógico habría sido ir cerrando las llaves cuadra por cuadra, pero como no hay control, les dio lo mismo dejar al pueblo entero sin agua. Al final la Superintendencia de Servicios Sanitarios vino porque los vecinos reclamaron", acusa Óscar Gallardo. Cuando finalmente dieron el agua, el chorro volvió con mucha potencia y en muchas casas se rompieron las cañerías de PVC.
Evita Chacón fue una de las afectadas. "Cuando volvió el agua tan fuerte se me reventó una cañería. Antes, muchas veces me había pasado lo mismo y pasaban varios días para que encontrara a alguien que lo arreglara, y me salía caro", dice. Pero esa misma tarde, ella, que al principio no se atrevía a prender un soplete, arregló el problema sola en su casa. Cortó el agua, cortó y lijó el tubo de PVC y lo unió con pegamento. "Lo dejé una hora y cuando di el agua ya no goteaba", dice Evita.
Óscar Gallardo quedó contento con los progresos de sus alumnas. "Son muy prolijas con el trabajo y cuidadosas con el material. Eso es una ventaja si deciden dedicarse a esto", dice.
Nataly Castro, de 28 años, casada y con dos hijos de 7 y 4 años, fue una de las alumnas más aplicadas. Siempre quiso seguir estudios superiores, pero no pudo costeárselo y desde los 17 años trabajó como vendedora, artesana y reparando redes para las salmoneras. Su marido trabaja en las tardes como auxiliar de párvulos, así que mientras Nataly hacía el curso de Gasfitería, él se quedaba cuidando al más pequeño, cocinaba, hacía aseo y a las 2 de la tarde se iba con él al jardín infantil. "En los cursos de la junta de vecinos he aprovechado de seguir aprendiendo. Este año tomé también uno de Tejidos y otro de Administración de Empresas. El curso de Gasfitería fue muy útil, porque yo no sabía arreglar cosas en mi casa. Además, la gasfitería sería una buena opción para seguir estudiando y tratar de sacar el carné de gasfitera que entrega la Superintendencia de Servicios Sanitarios y que te acredita como gasfitero profesional. No me faltaría nunca la pega", dice Nataly.
Dos semanas después de terminar el curso le llegó su primer encargo. Su mamá, que vive al lado, tenía una gotera en su ducha. El fin de semana fue a su casa, y mientras su hijo mayor daba vueltas por el baño y hacía preguntas, usó una huincha blanca para apretar una tubería que estaba suelta. "Mi mamá estaba atendiendo su local y cuando volvió, estaba feliz, ya llevaba una semana su ducha goteando. Más adelante me gustaría ampliar mi casa y ahí quiero instalar cañerías nuevas", dice.
En octubre se rompió la matriz de agua potable y hubo un corte de agua de dos días en el pueblo. "El agua volvió tan fuerte que me reventó una cañería.arreglé el problema en mi casa yo sola y no tuve que pagarle a nadie", dice Evita Chacón.
Con los conocimientos básicos de Gasfitería que aprendieron en este curso, las integrantes ahora pueden hacer arreglos básicos en las casas del pueblo, como reparar grifos, hacer _conexiones para las cañerías de agua fría y caliente, e instalar baños. También pueden ejercer como asistentes de gasfitería para empresas, algo que podría ser útil cuando se construyan dos nuevos conjuntos de vivienda nuevos el próximo año en Puerto Cisnes. El 25 de noviembre recibieron sus diplomas en una ceremonia en la sede de la Junta de Vecinos N° 7 y ahora están realizando los trámites para formar una agrupación de gasfiteras de Puerto Cisnes. "En enero, cuando ya estemos formalizadas legalmente, empezaremos a publicitarnos en la radio, en la sección de avisos El rincón del turco. Ahí también ponen anuncios de vecinos que buscan quién les repare una gotera. La idea es ir de a dos a hacer los trabajos, una más gordita y otra más delgada que pueda meterse debajo de las casas", dice Ingrid Becker. También como agrupación de gasfiteras quieren postular a fondos regionales para hacer una segunda etapa del curso, donde aprendan a reparar electrodomésticos como el calefón, cocinas o lavadoras. "Esas son cosas que nos fallan siempre y, si uno no sabe repararlos, terminan en la basura", dice.
Mientras tanto, la mayoría de las recién formadas gasfiteras están dedicadas a reparar desperfectos en sus propias casas. Como Ingrid Becker, que llevaba un año con problemas en su ducha. "Del calefón salía agua caliente, pero a la ducha llegaba el agua tibia solamente. Piqué la pared, limpié una por una las uniones de las cañerías con los codos y volví a soldar. Ahora me ducho con agüita caliente", cuenta.
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