Magali Rivano, bailarina y coreógrafa: “La creatividad es una gran salvadora de las grietas que uno puede tener”

A días de cumplir 82 años, la reconocida artista nacional aceptó conversar de todo: de su trayectoria personal y laboral, de su rol como docente y directora de elogiadas obras de danza teatro, de sus influencias y amistades, de la igualdad de género y de sus proyectos actuales. Consciente de la importancia de la creatividad en su desarrollo personal, resume: “La danza es mi vida”.




Una lluvia intensa y sin tregua caía sobre Santiago. La casona es antigua y muy luminosa. Actualmente, sus viejas habitaciones, salas y corredores ya remodelados, son utilizados como aulas de danza en el último proyecto de Magali Rivano. A punto de cumplir 82 años (el próximo 10 de junio), ahora está enfocada en la fundación de una academia especializada en la enseñanza de danza para adultos, personas mayores y adolescentes. Un proyecto que ya está dando sus primeros pasos y la tiene muy entusiasmada.

Su vida se ha visto marcada por la danza desde que tenía cinco años. El carácter inquieto, rupturista e innovador que le ha caracterizado a lo largo de su trayectoria, le ha permitido explorar y unir diversos e insospechados campos artísticos a través de la danza teatro. Desde sus clases de flamenco, pasando por el ballet clásico, el Bim Bam Bum, la danza teatro y la academia, ha logrado alcanzar una carrera única que se aleja de la formación clásica de un bailarín o bailarina. A su vez, comenta que tuvo una infancia maravillosa, ya que desarrolló una conexión precoz con las artes musicales y danzarias, lo que le “permitió comprender nuevas relaciones de vida”.

La danza teatro ha sido un pilar fundamental dentro de la vida artística de Magali Rivano, que en julio de 2021 fue incorporada como Miembro de Número de la Academia Chilena de Bellas Artes. La influencia de Pina Bausch, destacada bailarina y coreógrafa alemana, marcó un antes y un después en su manera de ver las artes danzarias. En sus palabras, le llamó la atención “esta mezcla de danza mucho más emocional y conectada con la cotidianeidad”. Con la fundación de la compañía Taller Experimental de Danza Teatro (TEDAT), trasladó al lenguaje de la danza teatro la temática del travestismo con su obra “Veredas de Taconeo Lunar”, inspirada en textos del escritor Pedro Lemebel.

Y aunque tiene una vasta trayectoria en ese mundo, aunque fue reconocida con el Premio de la Crítica en 1969, con el Premio APES 1975 (Asociación de Periodistas de Espectáculos) y con el Premio a la Trayectoria de la Ilustre Municipalidad de Santiago 2000, para ella su incorporación a la Academia Chilena de Bellas Artes el 28 de julio de 2023 fue una sorpresa, pues durante toda su carrera ha prevalecido la experiencia adquirida por sobre un título académico: “Soy en la experiencia, en el hacer, no yendo al aula”.

— ¿Cómo fue su infancia?

Nací en Santiago, en la calle Portugal casi con Avenida Matta. Esa fue la primera casa que tuvieron mis padres en la capital, ya que ellos provenían de los sectores cercanos a Concepción, Talca y Linares. Decidieron venir a probar suerte, como era común en la gente de provincia, en esos años. Mi infancia fue maravillosa. No me puedo quejar, porque a los cinco años me llevaron a estudiar danza y desde allí partí con este sueño que me permitió trabajar con mi cuerpo. También aprendí sobre la conexión entre cuerpo y música, la unión más hermosa que tiene la danza. La música se maneja en planos muy espirituales y creo que el ser humano se eleva mucho a través de ella, y en conjunto con la danza nos permite comprender nuevas relaciones de vida. Cuando era muy chica comencé con clases de danzas españolas y luego, cuando entré al British High School a los siete, me inicié en el ballet con la profesora Doreen Young, que daba clases en mi colegio.

— ¿Qué o quién fue su inspiración?

Mi madre me llevaba al Teatro Municipal desde muy chica. Una de las cosas que más me impactó fue ver al American Ballet Theatre, que en ese momento se estaba presentando con sus estrellas más importantes, entre ellas Lupe Serrano. Bailarina chilena que había tenido una trayectoria similar a la mía cuando niña y que también estuvo involucrada con los profesores de esa época, sólo que ella se fue a vivir y a estudiar a Estados Unidos. Recuerdo haberle visto El Combate, ballet con el que quedé absolutamente maravillada. Creo que fue una de las primeras imágenes que me permitió decir “esto de bailar es serio, no es solamente aprender a tocar las castañuelas”. Después fui a ver otros ballets y compañías donde quedé impactadísima con la calidad y belleza de las bailarinas y bailarines. Tuve la suerte de crecer en una familia a la que le gustaba mucho la danza y la ópera. En mi casa se escuchaba música clásica todo el tiempo. Mi padre era descendiente de italianos, todos mis tíos iban a almorzar y después no faltaba el que cantaba algo de ópera. Ellos llevaban el canto y la música en la sangre.

Su pasión siempre fue la danza. Su mamá le dice que primero aprendió a bailar y después a caminar, que se desplazaba de un mueble a otro al compás de la música que se escuchaba en la radio. “Debí haber nacido con la necesidad de trabajar mi cuerpo, de experimentar la música y sentir el espacio”, dice.

— Además de ser coreógrafa y bailarina, ¿De qué otras formas se definiría?

Soy una mujer danzaria. Mi vida ha sido en danza y todo lo miro a través de ella. Es lo que me ha hecho crecer, entender muchas cosas, ser persona, ser mamá. Muchos dirán que no tiene nada que ver, pero mi mirada en la vida es a partir del cuerpo y el movimiento.

Para mí es muy importante mirar la vida, cómo pasan las personas en el metro, en las calles, veo cuerpos en movimiento, emociones, texturas de imágenes distintas. Mi percepción del mundo es a través del movimiento y de esos cuerpos que transitan que crean musicalidad, un pulso en sus detenciones y en su caminar. Me da risa y es bastante loco, pero mi mirada es de danza. Esta percepción surgió desde muy niña. Pasados los cincuenta años me quedó claro que todo lo miraba desde la perspectiva del movimiento, el pulso, el ritmo y las energías emocionales de las personas.

—En el reciente libro “Umbrales del Arte. Creación y Estímulo” publicado por la editorial de la Universidad de Chile, usted relata que su padre trabajó en una de las últimas oficinas salitreras que hubo en Chile y que ese factor, más su conexión profunda con la naturaleza, incentivaron su imaginario creativo. ¿Qué otros elementos y vivencias de su primera infancia considera relevantes en su formación interpretativa?

Dese niña me maravilló observar el movimiento de las hojas, de los árboles, también el desplazamiento del río y la caída de la lluvia, porque para mí todo eso contenía música, ritmo y belleza. Esto todavía permanece en mí, puedo estar una hora viendo como llueve, desde ahí me conecto con una serie de imágenes y emociones.

Tuve la suerte cuando niña de vivir en el campo y de ir a las salitreras del norte en la que trabajaba mi padre. Allá existía una naturaleza distinta pero igualmente maravillosa, los colores de los cerros al atardecer en ese desierto tan árido, la música del viento, el juego de los remolinos de arena elevándose, todo eso es danza. Incluso hoy a mis alumnos les digo que observen cómo se mueven las olas y las energías que transmiten, la naturaleza nos enseña todos los flujos posibles. Siempre me he sentido parte de ella, somos parte de ella.

La danza teatro

—Usted fue la primera coreógrafa chilena becada en EE.UU., en 1985 ¿Qué trascendencia tuvo esta experiencia en su naciente carrera profesional?

Me llamaron de la embajada y me dijeron que querían que yo fuera al ADF (American Dance Festival), que había sido elegida como coreógrafa chilena. Ahí estuve con coreógrafos de España, China, Japón, Brasil, Argentina, Mozambique, India y Francia. Fue una experiencia extraordinaria compartir con coreógrafos de todo el mundo. Asistí a más de 30 espectáculos de compañías de EE.UU y del mundo. En ese momento había un amplio espectro de formas de danza.

Creo que lo más importante de este plan era la posibilidad de tomar clases con muchos maestros norteamericanos importantes. Entre estos maestros estaba Betty Jones, una maestra que había sido primera bailarina de la Compañía de José Limón, un gran coreógrafo norteamericano, de danza moderna. Betty Jones era la mismísima que yo había visto en el Teatro Municipal a inicios de los años 50. Llegar al ADF y encontrarme con ella fue increíble. Comprenderán que tenía una imagen de ella muy joven y la había admirado en el escenario como un ser de otro mundo y tener la oportunidad de poder tomar sus clases, era absolutamente mágico. En sus clases pude vivenciar movimientos sorprendentes de la Técnica Limón. Con Betty tuve una de las más interesantes experiencias danzarias que hasta hoy acuño, medito y enseño. Creo que este encuentro mágico fue muy importante para mi desarrollo creativo, independiente de lo positivo de haber ido a USA como la primera coreógrafa chilena invitada. Bueno, me porté tan bien durante mi beca, que eso significó que pudieran seguir becando a otros coreógrafos chilenos en el American Dance Festival. Abrí un camino.

— ¿En qué momento de su carrera surge el interés por la danza teatro?

Llegó un momento en que me empecé a aburrir un poco del repertorio y de bailar siempre lo mismo, tenía que buscar otros caminos. Tenía unos treinta años y llegó un momento en que me dije “¿Sabes qué, Magali, si no encuentras algo entretenido qué hacer dentro de la danza, no sigas en ella”. Renuncié al Teatro Municipal (después de 24 años siendo solista) y pensé: “Tengo que buscar mi propio lenguaje”. Invité a cuatro que no eran bailarinas, habían estudiado danza pero no se habían dedicado a ello y les pregunté si querían ir a mi taller porque quería hacer una investigación. Empecé a hacer una investigación para ver qué era lo que buscaba, tampoco lo tenía muy claro. En medio de esta investigación empecé a hacer algunas coreografías y de pronto me di cuenta que lo que estaba haciendo estaba conectado con la danza-teatro. ¿Cuándo me doy cuenta de esto? Cuando vino la bailarina, coreógrafa y directora alemana Pina Bausch a Chile. Vi a Pina y dije: “Esto es lo que me interesa”.

— ¿El interés por la danza teatro tuvo algo que ver con su incorporación al cuerpo de baile del Teatro Ópera?

Lo del Teatro Ópera ocurrió cuando estábamos en plena dictadura. Fueron tiempos confusos, muy complejos, muy difíciles. De pronto, supongo que como había hecho un programa en televisión y me empecé a hacer famosa, porque según alguien, un periodista, no tengo idea, yo tenía las piernas preciosas y en ese tiempo se usaban las minifaldas. Entonces, esto de las piernas preciosas me valió para que me llamaran del Teatro Ópera. Que era la Compañía de Revistas Bim Bam Bum, que se hacía en un teatro muy lindo, en la calle Huérfanos con San Antonio.

Le propusieron ser primera vedette en una revista que duraba, más o menos, cuatro meses. “La verdad es que me significaba ganar bastante dinero. Más que el dinero, me llamó la curiosidad. Pensé que entre estar bailando en Coppelia un bellísimo ballet del repertorio clásico en el que había participado muchas veces, quizá sería más curioso ver qué pasa con las plumas. Y bueno, decidí ir y pedí permiso en el ballet. Había un coronel que estaba a cargo de la Corporación Cultural y decidía todo lo que tenía que ver con la parte administrativa del ballet. Era mi jefe. Fui a su oficina al frente del teatro y con mucha seguridad le pregunté si era posible que me diera permiso por cuatro meses, dado que me ofrecían un contrato para hacer una Revista. Y me dijo: “Ah, sí. Ningún problema”'.

— ¿Cuáles fueron las reacciones de las personas al enterarse que iba a participar en el Bim Bam Bum?

Causó un escándalo espantoso, porque muchas de las madres de las niñitas que estaban en las escuelas reclamaron y dijeron que cómo era posible que sus hijas estuvieran estudiando danza para que terminaran en eso, un menosprecio tremendo por el género de revista. Y resulta que eso es súper difícil y muy sacrificado. Ser vedette no es un chiste. Ser vedette es llegar a las tres de la tarde al teatro, sacarse toda la ropa, porque no se puede tener ninguna marca en el cuerpo, ni de medias, ni de calcetines, ni cinturones ni de nada. Vistes durante mucho rato tan solo una bata porque luego te pones el vestuario de bikini de vedette y no corresponde que puedas tener la marca de cinturón, de sostén o de un tirante. No puedes estar sentada en el camarín esperando el inicio de la función, las nalgas se ponen rojas. Lo mismo ocurre con los codos y los brazos, si los apoyas, se ponen rojos. Además, hay que aprender a bajar unas escaleras de peldaños muy estrechos con unos enormes tocados de plumas en la cabeza que deben pesar por lo menos diez o doce kilos, estos plumeros se ponen con una especie de tenazas que se enganchan en los costados de la cabeza y llevan un tubo donde encajan las plumas. Es un entrenamiento muy especial de equilibrio aprender a manejar esos tocados. Cuando cuento todo esto nadie lo puede creer.

— ¿Cómo era aquel ambiente?

Me encantó el ambiente del Bim Bam Bum, era muy profesional. Todo el mundo llegaba a la hora. Yo misma llegaba a entrenar temprano antes de la función, a las 16.00hrs. Todo el mundo entrenaba, los bailarines y bailarinas que acompañaban las coreografías. Las mujeres que completaban el cuadro de la vedette mostraban los senos, muy estáticas y dignas. Se llamaban modelos y no hacían nada, excepto pasearse y exhibir sus cuerpos preciosos. Todo el mundo muy serio. Muchas veces me pregunté por qué esas señoras menosprecian tanto esto de la revista y la encuentran inmoral y escandalosa si finalmente, en las playas, los bikinis son mucho más ínfimos que los de una vedette. El teatro de revista es una disciplina tan respetable como cualquier otro arte escénico.

Las emociones, Lemebel y el trasvestismo

— Pina Bausch, bailarina, coreógrafa y directora alemana, dijo una vez: “No me interesa cómo se mueve el ser humano, sino aquello que lo conmueve”. A usted, ¿qué la conmueve?

La lluvia. Me conmueven mucho los animales, los encuentro absolutamente sensoriales y viscerales. Y me conmueven mucho esos cuerpos animales sensibles, que se manejan desde la organicidad y no desde el intelecto.

Los animales y la naturaleza basan su existencia en su sensibilidad orgánica y se enojan mucho cuando los transgredimos, cambiando el curso de los ríos, talando los bosques, abriendo los cerros y haciendo tantas barbaridades. Lo que más me conmueve en la vida es la naturaleza. Me maravilla el cuerpo humano. Me sorprende la sabiduría del cuerpo. Si un niño se cae, no le pasa nada. En cambio si un adulto se cae, queda dañado. Y eso es porque ese niño deja que su cuerpo reaccione por sí mismo, el adulto lo complica con su intelecto.

— Usted dirigió con la compañía TEDAT (Taller Experimental de Danza Teatro) “Veredas de Taconeo Lunar”, obra inspirada en textos de Pedro Lemebel ¿Cómo fue su relación con él? ¿Tiene alguna durante la realización de esta obra?

Fue una relación compleja. Conocí a Pedro hace muchos años, cuando él pertenecía a las Yeguas del Apocalipsis, en plena dictadura. Ellos hacían sus performances y ahí lo conocí. Años después le manifesté mi interés de hacer una obra inspirada en sus textos, en algunas imágenes literarias que él había creado. Me respondió, “¡Estupendo, fantástico!”. Pedro era muy generoso, pero siempre muy de arrugar la nariz, con todo. Fue a ver un ensayo y dijo: “sí, está bonito, pero no entiendo nada”. Bueno, está bien. Yo le dije: “parece que no entiendes de lenguaje corporal”. Me respondió: “parece que no”. Era complicado, pero era una estrella. La verdad es que me sorprendió cuando le propuse esta idea. Me dijo: “súper entretenido, hazlo”. Creo que fue una o dos veces a dar una vuelta. Sólo le dije: “voy a ocupar tales escenas”. Y él me respondió que utilizara las que quisiera. Me cedió los derechos para que ocupara esas escenas e imágenes. No le importó mucho. Por supuesto después me pidió el 10% del FONDART que me había ganado. Me dijo: “tú me tienes que pagar el 10%”. Le respondí, okay. Y se lo pagué.

“En la vida, habíamos conversado mucho con Pedro, porque en tiempos de dictadura se hacía mucha bohemia. De repente te daban las dos de la mañana y uno no se podía ir a la casa y te quedabas conversando. La dictadura incentivó mucho la bohemia de esa época. Gran parte de mi trabajo lo hice en este período. Ese encierro y esas energías tan extrañas, existentes en esta época, te impulsaban creativamente. Era muy raro. La restricción de la libertad te conducía a encontrarla en tu interior”, añade.

— ¿Qué le motivó a abordar la temática del travestismo?

Siempre me ha gustado mucho la bohemia, salir de noche, ir a ver espectáculos, más cuando era en lugares prohibidos. Yo, decía ¿y por qué está prohibido? Quiero ir a verlo. Además, ¿qué es lo prohibido? Fui curiosa y hurguete. Así me fui introduciendo. Tuve mucho contacto con ese mundo. De partida, porque fui vedette, y también porque fui a lugares insólitos como La Carlina, que en ese tiempo era un lugar oculto pero bien famosillo porque había travestismo. En tiempos de dictadura uno iba a esos lugares y siempre existía la posibilidad de que te llevaran detenida. La clandestinidad era muy atractiva, se sentían emociones muy encontradas y te ocurrían muchas cosas, muchas imágenes. Se vivía muy intensamente. y además veías a estos transformistas espectaculares que eran increíbles. Creo que la mejor Muerte del Cisne la vi en La Carlina. Era un transformista excepcional, en puntas, con tutú. Muy en serio, muy intenso, muy de verdad.

“Fui a muchos lugares de la noche santiaguina donde también me encontraba con otros artistas, poetas, actores, etc. Me encantaba todo eso, me sensibilizó muchísimo el conocer tanta diversidad de seres humanos. La diversidad existió siempre. Nunca me pareció raro ver un transformista o un travesti en la calle, nunca tuve prejuicios y nunca me pasó nada. No tenía problemas de visitar estos lugares. La vida tiene que ser un jardín con diferentes flores, que no sean sólo de rosas ¡Qué lata!”, comenta.

Durante ese período conoció a muchos transformistas y travestis que se prostituían en las calles. “Eran personas maravillosas que tenían su trabajo, la gente rara y terrible eran sus clientes, no los transformistas. Ellos eran las víctimas de un sistema muy castigador y poco abierto”, puntualiza.

El presente y la identidad

— Además de la danza teatro ¿tiene algún otro estilo que sea su favorito o en el que esté incursionando actualmente?

Ahora estamos investigando con un equipo de bailarines, músicos y cantantes líricos una mixtura de ópera con danza. En esa escena habrá cantantes de ópera, bailarines y músicos. Será una versión de Carmen (ópera de George Bizet), donde sólo habrá tres personajes: Carmen, don José y una Carmen espectral, que representa su destino y cómo ella elabora su camino hacia la muerte teniendo clarísimo que sus ansias de libertad la llevarían a este desenlace. Finalmente, cualquier sistema político te coarta y te pone reglas, si las transgredes estás frito. Cualquier persona que busque la libertad de ser y no esté de acuerdo con el sistema o piense diferente, evidentemente, está condenada a muerte, real o simbólicamente. El caso de Carmen es real, ocurre todos los días. Estoy en esa investigación. Creo que siempre hay que avanzar, buscar, conocer. Eso es la vida. Y tiene que ver con una constante necesidad de movilización interna.

He hecho muchas cosas. Estuve en Maipú durante casi diez años con apoyo del alcalde Christian Vittori que se atrevió a dar recursos para este proyecto formativo de bailarines, actores y músicos, y luego Cathy Barriga lo continuó, reforzándolo y apoyándolo con más recursos. Se logró armar una escuela y a fines de año se hacían presentaciones preciosas, junto con otras de menor formato durante todo el año. Ochenta niñas y niños bailando en escena para navidad. Desde los cuatro hasta los veinte y tantos años, muy bello. Las familias que llevaban a esos niños y niñas a clases eran muy felices. Les cambiaba la vida tener un hijo o hija en clases de danza que además eran gratuitas. Pero todo tiene su fin y la nueva administración le dio otro giro a la escuela y ya no me necesitaron.

—Durante su discurso en la Academia Chilena de Bellas Artes, dijo: “(…) la identidad de género logra una presencia incuestionable en su evolución (de la danza) y el rol que desempeñó la mujer en este viaje es indudablemente un discurso que lo transita desde cuerpo objeto a cuerpo sujeto”. En este sentido ¿Cuál cree que es el rol actual de la mujer en la danza?

En la danza la mujer es un sujeto importante y protagónico. También, creo que la visión del hombre en la danza ha cambiado y es igual de importante. Ha logrado romper esos mitos de que el hombre que danza es gay. Ese ha sido el principal tema del porqué los padres no llevan a sus hijos a clases. Son patrones que se instalan. La discriminación sigue igual. Aquí, en esta casa, estamos en una escuela que trabaja con personas adultas y adolescentes por ahora. Y, prácticamente, cada diez mujeres, solo asiste un hombre. Hasta hoy no se atreven, porque la danza es para mujeres. Estamos en un país que habla de diversidad y aceptación, que ha cambiado el lenguaje, pero ese cambio es mucho más profundo y llevará mucho tiempo. La danza también hace que estos cuerpos adquieran una relación distinta. Cuerpos sanos y poéticos, cuerpos que subliman la sexualidad. Existe una libertad, y todos los cuerpos son naturales que se conectan con sí mismos y con los demás. Existe un respeto tácito que hace que todo sea sano, original y artístico.

En esos cuerpos violados y transgredidos la autoestima no existe, no hay una autovaloración, se las extirparon. El mostrarles una ventana, donde ellas sintieran que son personas, capaces de crear, de hacer, de decir, fue una experiencia que cambió mi mirada

—Tomando en cuenta su trayectoria ejercida como docente en el Sename y en cárceles de mujeres ¿Qué le motivó a compartir sus conocimientos a través de la docencia en contextos tan complejos?

Me interesa muchísimo conocer otros cuerpos, otras sensibilidades, otros mapas. Es una inquietud movilizarme, no estar siempre en lo mismo. Fue muy impactante llegar al Sename y trabajar con cuerpos transgredidos; sobre todo cuando son de niños y adolescentes. Cuerpos absolutamente segmentados, hecho trizas, rotos. Tratar de recomponer algo que está vencido, rendido, es muy difícil. Tenía claro que yo iba a ser un minúsculo granito de arena. Con suerte es abrir un pequeño orificio de luz para que esos cuerpos aprendieran a quererse. No podría decir que logré ni siquiera un uno por ciento, hubo muchas niñas que se escapaban constantemente, se subían y corrían por los techos y se fugaban. Hubo muchas niñas que dejaron de hacerlo y me decían: “¿sabe qué tía? No me voy a fugar, porque el próximo martes tengo taller con usted y me gustan”. A veces, por un instante, lograba ver en ellas un atisbo de luminosidad al moverse, creando movimientos.

Para Magali, “la creatividad es una gran salvadora de las grietas que uno puede tener”. “Cuando estoy creando soy un ser único, es mi Yo quien está creando, mi autoestima crece, la reconozco. Esto me quedó claro en el Sename. En los talleres les daba una temática y se elegía una música que ellas improvisaban, creaban gestos y movimientos propios y genuinos, surgía una luz en sus caras y, por un momento se reconocían, sintiéndose personas y dándose cuenta que reconocían y valoraban su cuerpo, sintiendo lo propio de su piel. En esos cuerpos violados y transgredidos la autoestima no existe, no hay una autovaloración, se las extirparon. El mostrarles una ventana, donde ellas sintieran que son personas, capaces de crear, de hacer, de decir, fue una experiencia que cambió mi mirada y me enriqueció como persona y artista. Estrené María de las Caletas”, añade.

Trabajó también en la cárcel de mujeres y llegó a la conclusión de que “muchas de esas mujeres tienen mucho de las niñas de Sename. Detenidas, porque su pareja les dejaban la droga para que se la cuidaran. Había abuelitas, que el querido nieto les había dejado la droga en custodia sin tener ellas nada que ver. La cárcel, también es muy impactante, por el encierro, tema muy complejo que produce una adrenalina muy fuerte, olor que no lo he encontrado en ninguna otra parte, solo ahí. Esta adrenalina, de este animalito encerrado, es demasiado brutal. Cuerpos carentes de libertad, despreciados, reducidos a un espacio mínimo, durmiendo en unos camarotes estrechos, hacinados, todo decadente y malsano. Logré constituir un grupo de diez mujeres que se mantuvieron en mis talleres e hicimos una presentación. Todo fue creación de ellas y todas nos abrazamos emocionadas al final. El desarrollo de la creatividad es muy importante para trabajar la autoestima del ser humano. Yo lamento mucho que no se incentive mucho más en los colegios. Cada vez hay menos espacio para la creatividad”.

— Finalmente, ¿qué mensaje les daría a quienes ven en la danza una pasión y una vocación?

Que sigan ese impulso. En la danza aprendemos a vivir intensamente nuestras emociones. El cuerpo danzario es un cuerpo vivo; receptivo, empático, sensible, comunicador. La danza nos convierte en seres humanos soñadores, felices, libres y también consecuentes y disciplinados. En la danza tomamos conciencia de los límites, de no transgredir el espacio del otro, aprendemos a manejar nuestro centro, en equilibrio y fuera de él, vivimos la libertad de un cuerpo activo y libre en un espacio compartido e infinito. La danza induce a conexiones profundas con las grandes y pequeñas energías de la naturaleza. Es una gran pasión. En realidad la danza es mi vida.

*Esta entrevista fue realizada en el marco del ramo Géneros y Técnicas Periodísticas, de la Escuela de Periodismo Usach, a cargo de la docente y periodista Amanda Marton.

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