¿Por qué los chilenos no confiamos?




De acuerdo a la última encuesta CEP, los chilenos estamos exceptivos del futuro; solo un 16% cree que Chile está progresando, menos de un 22% que la economía del país puede mejorar el próximo año y un 44% que la actualidad política es peor que hace cinco años atrás. No es la única grieta que merma la confianza de los chilenos; la misma encuesta arrojó que el 90% dice que hay que ser cuidadosos con los otros, no confiar. Y no son cifras nuevas: ya según el Tercer Barómetro de la Felicidad en 2015 del Instituto de la Felicidad Coca-Cola y el Departamento de Estudios Sociales de la Universidad Católica se arrojaba que el 56% de los sondeados confiaba poco o nada en personas que viven en otros barrios y el 55% declaraba poca o ninguna confianza en personas de otra ideología política. Y si nos vamos más para atrás: en la Encuesta Mundial de Valores de 2010-2014, al preguntar a los encuestados nacionales si se podía confiar en la mayoría de la gente, solo el 12,4% contestó que sí, lo que nos dejó en su momento en el ranking de los países más desconfiados del mundo a nivel interpersonal. Más atrás, en 1998, se realizó en Chile el informe PNUD sobre el desarrollo humano en Chile; su director, Norbert Lechner, a partir de esa investigación, pudo identificar esta desconfianza, asociándola a tres ejes fundamentales: el miedo al otro, visto como potencial agresor, el miedo a la exclusión económica y social y el miedo al sinsentido a raíz de una situación social fuera de control. Más de 20 años han pasado desde este último estudio y nuestros niveles de confianza no mejoran. ¿Por qué los chilenos seguimos sin confiar?

El académico y especialista en pensamiento contemporáneo Manuel Ugalde, señala que el tema de la desconfianza en Chile abre diversas miradas disciplinares; desde la psicología, sociología, la filosofía o las ciencias políticas. Pero antes de analizar el fenómeno desde cualquiera de estos enfoques, es importante entender de qué hablamos cuando hablamos de confiar. “La confianza es un tipo de interacción elemental de la construcción de la subjetividad como también de los entornos, ello en la medida que pone en acto un rasgo fundamental de la condición ontológica del humano: la de necesitar a otros como soportes para el desarrollo de la vida. Es relevante entender cómo es que el tema de la confianza pone en juego las expectativas futuras de un sujeto o colectivo en relación a otros, y por lo mismo cierta estabilidad o acción. La confianza puede abrir o cerrar el futuro, y por lo mismo mis propias posibilidades de acción”. Así, Manuel explica que la confianza es producto de la construcción de una consistencia de soportes; uno elemental y primordial que es la dependencia emocional y física con las figuras de cuidado al nacer, que nos ayuda en la construcción de la autoconfianza y autonomía, y una segunda confianza que es sociocultural. “Dicha confianza se va articulando en los entramados socioculturales. El individuo requiere también a instituciones para la solidez de la propia experiencia y existencia”.

Respecto a esa necesidad de una confianza social es que se detiene Cecilia Sotomayor Rogers, socióloga y magíster en antropología para explicar las bajas cifras en Chile; “Las instituciones más tradicionales se dinamitaron; La iglesia, la política, las fuerzas armadas, que antes nos daban parámetros de repente están al mismo tiempo en la arena o incluso en el “barro” tratando de sobrevivir, entonces, ¿quién da las directrices en una crisis si todos estamos en la misma crisis? No logramos crear una cultura de confianza porque hemos aprendido que las instituciones no funcionan. Desconfiamos de los discursos totalizantes y nos fragmentamos en discursos e intereses particulares”. Algo en lo que también coincide Manuel “Hay una desconfianza democrática ante la ausencia de soportes sociales que estén a la altura de una vida digna. Existe la sensación continua de abusos hacia la individualidad producto del desmantelamiento de las instituciones sociales y las exigencias sobre los individuos, donde cada uno tiene que hacerse cargo de lo que le ocurre. En los sujetos aparece como efecto la desconfianza hacia los otros y hacia las instituciones”.

Pero Manuel también se detiene en otra desconfianza, más allá de la situación política y social de las últimas décadas; un escepticismo natural del chileno. Lo dice el escritor y cronista Roberto Merino: el chileno cuenta con un escepticismo socarrón endémico; “Los engaños de los políticos y de los poderosos en general, han logrado despertar a la gente una alarma genética ante cualquier versión o proposición”. Rasgo que Benjamín Subercaseaux ya observaba en 1944 en otra crónica sobre la idiosincracia chilena; que nuestra desconfianza llegaba a tal punto que hasta los datos que la gente suministraba al Censo eran en su gran mayoría falsos. “La desconfianza del chileno hacia los otros ha sido mostrado insistentemente en nuestra historia cultural y en la literatura, desde mediados del siglo XIX”, observa Manuel. De hecho, ya las crónicas de Edwards Bello en los años 30 daban cuenta de que el chileno es desconfiado del resto de los grupos de las mismas capas sociales, como también de otras. “Bello observa una suerte de envidia y orgullo en el chileno, debido a que se sienten más disminuidos frente a otro que es mejor. Este “apequeñamiento”, como lo llama, generaría como efecto una suerte de desconfianza. El chileno es desconfiado porque siempre se compara y sabe que los otros lo comparan”.

¿Cómo nos afecta ser tan desconfiados?

Para la psicóloga Marta Luzoro, magíster en psicología clínica, el principal efecto que conlleva una desconfianza tan grande es mantenerse en un conformismo por miedo al campo. “Esto no recae en los chilenos como tal, sino en la historia recorrida que ha derivado en una desconfianza hacia el futuro y la vida misma. Provenimos de una historia país marcada por falsas promesas que como pasa en el día a día con asuntos cotidianos y relaciones de toda índole, te vuelven desconfiado. En algún punto dejas de creer y te aferras a lo que ya es conocido, sin arriesgar por algo nuevo”. A su vez Manuel agrega: “La desconfianza genera una serie de malestares y sufrimientos psíquicos ante la falta de soportes seguros y estables, incluso está asociado a síntomas depresivos”.

¿Cómo superamos esta desconfianza?

Para Cecilia Sotomayor la manera de generar más confianza es expresarnos más, desenterrar nuestra memoria para sanar el pasado, además de profundizar en la democracia y los derechos ciudadanos. “Como dice Murillo, sería una confianza lúcida; se puede fracturar pero no romper del todo”. Para Manuel la solución siempre será de orden político: “Implica intentar desarrollar una sociedad que podríamos denominar de los cuidados, en contraposición al abuso; llevar adelante la justicia, democratización y redistribución de las ganancias de los derechos y de los bienes sociales. Esa labor en lo político va a necesariamente enfrentarse con dos grandes enemigos: los grupos de poder, que quieren que se conserve tal cual, y los medios de comunicación y redes sociales que a través de las fake news desinforman y generan más miedo y desconfianza al otro”.

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