Barbarita Lara: la campeona STEM chilena quiere más

Barbarita Lara. Fotos: Pablo Sanhueza.

Desde que fue destacada por el MIT, en 2018, la empresaria viñamarina se ha transformado en una referente nacional de tecnología e innovación. Pero en esta entrevista dice que todavía Chile tiene mucho por avanzar: “¿De qué sirve específicamente un Unicornio si no ves que está afectando al país?”.


Como toda buena historia del mundo de la innovación, la creación de SIE -el aplaudido sistema de emergencia de Barbarita Lara- tiene un momento exacto de nacimiento: el terremoto del año 2010. Estaba en un edificio en Viña del Mar, junto a su hijo de cuatro años, y su marido estaba en Santiago. Tras el movimiento 8,8, trató de comunicarse con él, pero fue imposible: redes caídas, cortes de luz y caos. Prendió la radio y sólo encontró una señal de Mendoza que actualizaba sobre lo que estaba sucediendo en su propio país.

Seis años después Lara presentó una aplicación llamada Sistema de Información de Emergencia, que permite mandar mensajes o recibir información a través de ondas de radio en caso de catástrofe incluso sin internet ni señal de teléfono, en una feria universitaria. Luego saltó a un seminario de la Academia Real de Ingeniería en Reino Unido, que ganó. Dos años después, en 2018, era la primera chilena en ser destacada como uno de los Innovadores sub 35 del MIT.

Desde entonces que Lara, CEO de su propia empresa de soluciones tecnológicas Emercom, se convirtió en una charlista internacional, en una defensora de la educación STEM, una abogada por la participación femenina en el mundo de la tecnología y en un personaje del mundo de la innovación chilena. “Siento esta necesidad de hacer más cosas, como una articuladora de este ecosistema”, resume Lara, desde su casa en Viña del Mar, donde vive con su marido y dos hijos. “No soy de la academia, no soy de la industria, soy una solucionadora de problemas”.

Un camino en zig zag

Lara fue una “Giro sin tornillos” desde pequeña; hija de un criptógrafo que trabajaba para inteligencia la Armada –”un verdadero James Bond de Tocopilla”, bromea ella- , vivió en Estados Unidos, Santiago y en Puerto Williams, en la muy extrema Isla Navarino por cuatro años. Eran los 90, cuando no había ningún tipo de conectividad y poco más que hacer para una niña que jugar en el bosque de alrededor. Su padre era bueno para armar y desarmar los aparatos de la casa, incentivando que Barbarita hiciera lo mismo, desatornillador en mano. Una visita a la Zona Franca de Punta Arenas trajo una revolución para la familia: el primer computador multimedia de los Lara. “Necesitaba entenderlo y lo primero que hice fue desarmarlo”, recuerda Lara. “Al tercer día de intentar rearmarlo, cuando puse la pieza y el botón funcionó, me fasciné con la informática”.

Años después Lara, ya de regreso en Viña, era una adolescente rebelde que desde los 12 años se dedicaba a ganar dinero arreglando computadores y aventurándose en el mundo hacker. Unos intereses no usuales para las niñas de ayer, u hoy: “En el colegio, si te metías al grupo de informática, se consideraba casi que la mujer estaba ahí para tomar notas”, dice.

“En el colegio si te metías al grupo de informática, se consideraba casi que la mujer estaba ahí para tomar notas”, recuerda Barbarita Lara.

Lara fue rompiendo estereotipos, y entró a estudiar Informática, pero se llevó una desilusión: “Yo quería meter mano. Pensé que me iban a llevar a laboratorios, que iba a desarmar computadores cuánticos, pero no. Nunca abrí un computador”, dice. Vino también un cambio grande en su vida: con sólo 20 años quedó embarazada y debió congelar la carrera.

En 2010 retomó los estudios, se cambió de universidad a Federico Santa María, donde nuevamente la esperarían un par de cambios más entre especialidades; Lara siempre se sentía pez fuera del agua entre lo que consideraba era su potencial creativo y la forma de aprender.

- El terremoto fue en 2010, pero la aplicación SIE la lanzó en 2016. ¿Qué pasó entre medio?

- Entre medio pasó que las mujeres son las que crían. Me sentía culpable, estaba empezando a estudiar de nuevo, dejaba a mi hijo en el jardín a las 7 de la mañana y después tenía que ver el almuerzo. Hoy lo vemos con mi marido como cero coparentalidad y yo lo permití. Yo me estaba pagando la carrera, a los 24 años, casada, con un niño y pensaba ¿por qué estoy haciendo esto sin disfrutarlo? Además me decepcioné de nuevo del sistema educativo. Me estaba perdiendo ahí, me quería comer el mundo, pero les importaban más las pruebas.

- Creía que era poco estimulante para una carrera que debería ser creativa.

- Sí, yo quería desafíos. Y desafíos no es pasar una prueba con un 100. Quedé muy deprimida de no encontrarme a mí misma nuevamente. Me sentía perdiendo el tiempo.

Aunque el esposo de Lara era un exitoso desarrollador de software autodidacta, ella quería tener un título de ingeniera. Persistió y finalmente aterrizó de vuelta en Informática, donde para una feria de software les pidieron un proyecto con índole social, y ahí rescató su idea de SIE. “Cuando hice mi primer pitch, sentí de nuevo esa satisfacción de cabra chica: el entusiasmo de ser emprendedora”, dice.

“Cuando hice mi primer pitch, sentí de nuevo esa satisfacción de cabra chica: el entusiasmo de ser emprendedora”, dice.

Hackéate a ti misma

Hoy Barbarita Lara, contando esta historia de origen, habla del concepto de “hackearse a uno misma”: romper los esquemas que se tienen incorporados para poder innovar. Y esto ella lo aplica desde en su familia, donde hoy dice tiene plena coparentalidad, o su trabajo.

“Me tuve que sacar el estigma de familia clase media, primera generación universitaria, el de no te vayas a equivocar”, dice. “Sentía que le había fallado a mis papás porque había quedado embarazada, me había cambiado de carrera, de Universidad. El miedo al fracaso me había frenado, pero me hackee a mí misma, encontré mis vulnerabilidades internas, las cambié a mi favor para poder meterme a un sistema. Para poder hacer lo que me gustaba: aplicaciones con tecnología, pero con propósito”.

- Suele mencionar lo importante que es para usted la Innovación Social. ¿Es porque en Chile la innovación ha sido fomentada con fines más centrado en lo económico?

- A mí, haber ido a la Real Academia de Ingeniería del Reino Unido me cambió. Me dijeron que era una ingeniera de elite, y esto fue el 2016, antes de los premios. Y ahí era primera vez que aprendía de innovación de triple impacto, pensando también en lo social y medioambiental. Estaban enfocados en las metas de desarrollo sostenible de la ONU y en ese tiempo nadie hablaba de eso en Chile.

Tras el salto que le entregó el reconocimiento del MIT y adentrarse en el mundo de la innovación internacional, Lara ha trabajado en distintas iniciativas que buscan dar más información y conocimientos, además de fomentar iniciativas tecnológicas con propósito.

“Empecé a recorrer el mundo, porque te dan la posibilidad de viajar a perfeccionarte, y pensé de qué me servían estos reconocimientos si no puedo dejarle algo a Chile”, cuenta. “Intenté tener una bajada más concreta: puedes tener emprendimiento en Chile, pero ¿de qué te sirve específicamente un unicornio si no ves que esté afectando al país? Contratan a gente chilena, claro, pero después se van para afuera, y necesitamos resolver hoy problemas acá mismo. Podemos ser solucionadores de problemas en Chile para Chile; queremos que la industria local deje de comprar soluciones en Israel o Francia, si acá mismo podemos desarrollar esa tecnología”.

- ¿Hoy Emercom está centrado eso?

- Mi empresa se convirtió en un hub de soluciones disruptivas y ayudamos a otras startups que quizás no han sido vistas por la gran industria para hacer esta conexión. Empezar a enseñarle al ecosistema. También a que las soluciones sean inclusivas. Hoy no están diseñadas para todos; están diseñadas por un ingeniero en Santiago, hombre de mediana edad. Si queremos cambiar eso, tengo que estar ahí, pensando que sean para todos, sino no sirve.

Tras el salto que le entregó el reconocimiento del MIT y adentrarse en el mundo de la innovación internacional, Lara ha trabajado en distintas iniciativas que buscan dar más información y conocimientos.

- Si Chile quiere ser un polo de innovación, ¿qué nos está faltando para que no sea sólo un unicornio sino que exista una pradera?

- Nos falta hacer comunidad y nos falta pensar en las regiones. A Chile le falta descentralización; es el mismo fenómeno no ver el potencial de las regiones que no ver el de las personas. Seguimos pensando en qué van a decir de Santiago para tomar una decisión y estamos perdiendo el tiempo constantemente”.

Durante la pandemia la empresa de Lara gestionó la creación de cápsulas de extubación e intubación para ayudar al personal médico; además fue candidata a constituyente por el distrito 7, y quedó esperando a su segundo hijo, quien nació con una cardiopatía congénita; el mayor tiene TEA, lo que ha hecho que ella sea muy consciente de lo poco que ha cambiado la centralización de la salud en el país, o la educación incluso a través de computadores para niños modernos o con necesidades especiales. “Hay que crear agentes de cambio. Necesitamos más educación STEM, tecnológica”, dice.

- ¿Deberían todos los niños y niñas salir de colegio programando?

- De todas maneras. Hacen falta programadores a nivel mundial. Pero no solo para que trabajen en el computador, sino porque les enseña un pensamiento lógico que sirve para solucionar problemas. En la transformación digital que estamos viviendo se necesita cada vez más. Hoy trabajamos el 70 por ciento del tiempo y estamos libre el treinta, eso luego va a ser al revés y nos vamos tener q enfocar más en lo que somos: seres humanos creativos.

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