La pulsera creada por chilenos que ayuda a medir las emociones

La pulsera puede ayudar a detectar emociones como felicidad, tristeza o estrés.

Académicos de la Universidad de Chile lanzaron Biomonitor 3.0, una pulsera que recopila datos que, junto a un modelo de inteligencia artificial, pueden detectar las emociones de quienes la usen. El invento no tiene fines comerciales y busca ser un aporte en investigaciones de áreas como el transporte, la salud, los videojuegos y el deporte.


Hace cinco años, el laboratorio de Web Science & Smart Technologies de la Universidad de Chile comenzó a trabajar en mediciones de señales psicofisiológicas, que son aquellos signos que pueden ser medidos desde fuera del cuerpo humano, pero que dan cuenta de cosas que están pasando dentro del sistema nervioso y, por tanto, pueden ser relacionados a las emociones que sienten las personas.

Esta investigación tenía el fin de ayudar a hacer experimentos con personas que fueran más efectivos y precisos al medir sus emociones, ya que estas variables suelen medirse con métodos como cuestionarios pero no de una manera más científica, en la que no influya la subjetividad de la persona en cuestión.

Los experimentos que realizaba el laboratorio se hacían con la tecnología que había a mano en ese momento, que incluía sensores que se ponían en la cabeza. Esto arrojó un problema, ya que muchas veces los métodos invasivos de medición terminan por incidir en los resultados.

“En cualquier experimento, la misma configuración del experimento influye en la respuesta que te va a dar el participante. Entonces, en este caso, el saber que estás siendo medido si tú llevas un Frankenstein encima, hará que siempre estés consciente de eso y va a tener un efecto sobre la respuesta”, explica Ángel Jiménez, académico de Ingeniería Industrial de la U. de Chile e investigador del Instituto Sistemas Complejos de Ingeniería (ISCI), quien estuvo detrás del proyecto.

Así, el foco de la investigación comenzó a ser la búsqueda de una forma para hacer estas mediciones de forma menos invasiva. Con fondos del ISCI se conformó un equipo que desarrolló los primeros prototipos de pulsera, la cual permitía el reemplazo del resto de los sensores que iban en el resto del cuerpo.

Si bien se realizaron dos prototipos, el equipo identificó en ese momento que hacía falta poder mejorar el diseño de la pulsera, para que fuera más cómodo y efectivo. “En ese momento todavía era algo medio experimental, la gente igual tenía que andar con unos cablecitos colgando”, explica Ángelo Guevara, Director del Departamento de Ingeniería Civil de la U. de Chile, quien se sumó en ese momento a las investigaciones.

Guevara estaba trabajando en un Fondecyt en el que quería aplicar el uso de bioseñales para el mejoramiento de políticas públicas en torno al transporte y en ese impulso el equipo de investigación trabajó paralelamente en el desarrollo del diseño de la pulsera, buscando que fuera más ergonómica y que tuviera un encapsulado más amistoso.

Así nació el Biomonitor V3.0, la última versión de la pulsera, que fue lanzado recientemente y que debido a su avance en tecnología y diseño, está abriendo las puertas para su aplicación en distintos rubros.

Uno de los principales desafíos para los creadores de la pulsera fue trabajar en un diseño ergonómico, con un capsulado amistoso.

¿Cómo funciona?

El Biomonitor V3.0 mide cuatro variables, que permiten dar los primeros pasos para detectar emociones de sus usuarios. Estas son los latidos del corazón, frecuencia de los mismos, temperatura de la piel y actividad electrodermal, que se refiere a los cambios que tiene la piel cuando una persona experimenta ciertos sentimientos, como por ejemplo cuando se pone la “piel de gallina”.

Aunque esos datos son muy útiles, son insuficientes para establecer que esta sintiendo el portador de la pulsera. Por lo mismo, el equipo detrás de Biomonitor desarrolló un modelo que a través de machine learning e inteligencia artificial correlaciona los indicadores que recibe la pulsera con emociones humanas.

El modelo se creó en base a datos que se recopilaron con usuarios de la pulsera que cada cierto tiempo tenían que categorizar sus emociones, usando las variables positiva o negativa y activa o pasiva. Esa información se cruzó con los indicadores que entregaba la pulsera y así la inteligencia artificial asoció ciertos combinaciones de variables a determinados sentimientos, como felicidad, tristeza o estrés.

De todos modos, para su uso en investigaciones, es necesario que exista un registro paralelo de las contexto del usuario de la pulsera, para saber qué eventos afectan en sus emociones. Por ejemplo, para un experimento que encabezó Guevara de experiencia de uso del transporte público, había un individuo que también realizaba el viaje e iba detallando los estímulos externos que iban apareciendo.

Guevara también cuenta que han estado evaluando el poder llevar estos experimentos a la realidad virtual, escenario que les permitiría a los investigadores controlar los estímulos externos y ver sus respuestas a nivel emocional.

El equipo de académicos e investigadores de la U. de Chile detrás del Biomonitor V3.0.

No está pensada para uso comercial

Aunque algunas de las mediciones que hace el Biomonitor se parecen a algunas pulseras comerciales, Jiménez explica qué las diferencia. “El Biomonitor captura una frecuencia muy alta. Nosotros podemos capturar señales en el orden de los 50 o 100 Hz, es decir 50 o 100 muestras por segundo y las pulseras comerciales lo hacen en el orden de segundos o incluso de minutos y tampoco dejan disponibles los datos para poder analizarlos y poder sacarle más valor agregado a estas señales”, dice.

De igual manera, Jiménez es enfático en decir que la pulsera no está pensada para uso comercial, aunque sus aplicaciones para investigaciones sí se están expandiendo cada día más.

Dentro de los proyectos que ahora manejan los académicos de la U. de Chile destaca, por ejemplo, un estudio de la experiencia de ciclistas en las calles de Santiago. Las muestras de la pulsera se asociaran a el registro en video del viaje de cada bicicleta, para definir qué factores inciden en los cambios de ánimo.

Además están preparando un experimento donde se evaluará a trabajadores que tengan un régimen de trabajo mixto y que intercalen entre jornadas presenciales y remotas. Así se comparará su carga emocional entre cada tipo de jornada.

En salud mental, Jiménez adelanta que preparan un monitoreo a pacientes que tengan bipolaridad o variaciones en estados de ánimo. Los resultados de la pulsera se sumarán a auto reportes que haga cada individuo sobre su sintomatología diariamente.

“Esto hace que el sujeto esté monitoreado continuamente y eso entrega un visión del estado del paciente mucho más de película y no de foto, como es cuando se va a una consulta”, explica Jiménez.

También se están analizando experimentos en el área deportiva y en el rubro de los videojuegos de realidad virtual.

Comenta

Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.

La disrupción digital es aquella transformación radical y profunda de los modelos de negocio de una empresa. Es un proceso muy beneficioso, pero no es sencillo. En esta entrevista, Juan José de la Torre, CEO de Raven y especialista en disrupción, explica los fundamentos de este proceso y cómo abordarlo.