Jaime Mulet: “Yo no formo parte de la élite política”
Se define como un hombre tímido, provinciano y desconfiado en las relaciones políticas. Dice que todo lo que sabe de estrategias y códigos políticos lo aprendió de Adolfo Zaldívar y que añora a esos dirigentes que eran de una sola palabra. Aquí, el candidato de la Federación Regionalista Verde Social analiza también a sus contrincantes de la primaria oficialista.
Experto en hilos, blondas y todo tipo de elásticos y botones, el actual diputado y candidato presidencial del Frente Regionalista Verde Social creció ayudando a su madre en la paquetería que ella misma acondicionó para aportar en la educación de sus siete hijos.
Proviene de una familia de clase media de Vallenar, con un padre que era profesor de historia y que Jaime Mulet califica como su mentor intelectual. Recuerda esos años con cariño y con una gran admiración por la fuerza de su madre.
Se vino a Santiago para estudiar Derecho en la Universidad Católica, pero reconoce que nunca ha logrado sentirse parte de la vida capitalina. Tiene 61 años y entró a militar a la Democracia Cristiana a los 17 años. Muchos años más tarde, cuando ya había sido electo diputado, asumió la secretaría general del partido, apoyando a Adolfo Zaldívar que, por ese entonces, era el presidente. Según reconoce Mulet, fue con el “Colorín Zaldívar”, como todos lo llamaban, con quien aprendió los códigos de la política ruda.
Renunció a la DC en el 2008. Luego, se fue al Partido Regionalista de los Independientes (PRI) hasta el 2010, y desde el 2017 es militante del partido Federación Regionalista Verde Social, conglomerado que presidió y que actualmente dirige su mujer, Flavia Torrealba. En enero de este año fue elegido precandidato presidencial de esa colectividad.
Para muchos, su vida es un poco misteriosa. ¿Cómo la relata usted?
A ver. Soy un hombre de provincia. Esa es la primera cosa que me define. No obstante vivir ahora en Santiago, porque los niños ya están grandes, siempre he sido un provinciano. Me acerco a las cosas desde ahí.
¿Por qué remarca el hecho de ser de provincia? ¿Las cosas se miran de otra manera?
Lo remarco porque, por ejemplo, yo no formo parte de la élite política. En Chile hay una élite política y económica en la que, al final, todos se conocen. Es una élite muy santiaguina que va desde la izquierda hasta la derecha. Yo no soy de ahí.
¿Entrar a esa élite le ha sido difícil?
Bueno, es que uno llega como de afuera. Y lo he hecho por mérito a través de los procesos electorales. O sea, he entrado a esa élite ganando elecciones, pero no formo parte de ellos…
¿Alguna vez se ha sentido ninguneado por eso?
No. Pero es claro que no soy parte de ese mundo, ni me complica tampoco. Como le digo, yo entré ganando elecciones. No lo hice a través de las empresas, que es otra manera de entrar a la élite. En todo caso, siempre he tenido muy buenas relaciones con todos, pero ser provinciano me marca.
¿Ahí está su raíz…?
Estudié en un liceo público de Vallenar y después en el Barros Arana, en tercero y cuarto. En la mitad de tercero medio me vine. Pero jamás fui a los colegios de élite.
¿Familia de clase media?
Total. Mi papá era profesor de historia y muy vinculado a la DC desde la Falange. Yo lo veía trabajar, esforzarse mucho, haciendo clases en varios colegios...
Bueno, tenía siete hijos.
Claro, y mi mamá -que siempre fue muy pragmática- instaló un negocio en uno de los locales que había delante de mi casa. Yo era chico y le empecé a ayudar en la paquetería. Otra cosa que me caracteriza es que siempre tuve conciencia de que había que trabajar, esforzarse. Yo tenía como 10 u 11 años, y cuando volvía del colegio me quedaba en la paquetería. Y empecé a familiarizarme con los hilos, los distintos tipos de elásticos, las cintas, los botones, las blondas. Me sabía todas esas cosas…
¿Diría que ha tenido una vida bastante estable?
Muy estable. También diría que he sido muy feliz. Sin dramas.
Ya, pero en lo político no ha sido tan estable. Ha entrado y salido de distintos partidos políticos. ¿Por qué?
Esa es una cierta caricatura que hacen algunos. En 1998 fui diputado por primera vez y en la segunda elección me fue muy bien y ahí asumo como secretario general de la DC con Adolfo Zaldívar.
Adolfo Zaldívar era un político muy hábil.
Sí. De hecho, con Adolfo conocí la política real. Yo tenía una muy buena formación doctrinaria a través de mi padre, pero con Adolfo aprendí la política dura.
¿Aprendió a negociar?
Claro. Estrategias de poder, en el buen sentido de la palabra.
¿En el bueno y en el malo?
En el bueno, yo nunca vi nada malo. El tema es que la política no es simple. Es ruda.
Entonces, ¿Zaldívar fue como su mentor?
Ese rol se lo reservo a mi papá. Adolfo me enseñó mucho de las lógicas de poder.
¿Y cómo aplica esas lógicas de poder en su vida?
¿En lo político o en lo personal? Porque mi mundo privado lo tengo aparte, no lo relaciono con la política.
Pero está casado con la presidenta del partido. ¿Cómo fue eso?
A Flavia, mi mujer, la conocí en el ambiente político. Nos casamos en el año 2002, en segundas nupcias. Es una tremenda compañera. Muy buena política. La verdad, creo que ella influye más en mí que yo en ella.
¿Y antes?
Estuve casado con una compañera de la universidad. Me casé muy joven, a los 22 años. Y me separé un poquito tiempo después que entré al Parlamento.
¿Dura la separación, no?
Es un dolor, sin duda. Sobre todo, separarme de mis dos hijas. Ahora ya están grandes. Son profesionales y mantenemos una muy buena relación. Aunque debo decir que no les gusta para nada que yo esté en política.
¿Y también tiene hijos de su segundo matrimonio?
Sí. Con Flavia tenemos tres hijos. Los dos grandes en la universidad y la chica está en segundo medio, la Catita.
¿Y qué dicen ellos de su carrera política?
Mis hijos son los que han pagado el costo de mi acción política.
¿En qué sentido?
En que la política te demanda mucho, tienes que estar en distintos lugares, en horarios intensos, y no tan presente con ellos.
Ser candidato presidencial también implica exponerlos. O sea, la libertad de los hijos puede ser un costo.
Es lo que me reprochan las que no están en política. Porque hay uno al que le gusta, pero no está metido activamente. En todo caso, nunca he expuesto a mis hijos. No vas a encontrar ninguna foto mía con ellos. La familia está en una esfera absolutamente privada. Yo los respeto y separo mi vida política de sus vidas personales. Pero indudablemente si llego a ser Presidente de Chile… bueno, van a tener que asumirlo. El servicio público es así.
O sea, ¿tendrían que ajustar sus vidas para usted?
Sé que es injusto. Pero bueno, yo soy un hombre que también tiene ciertos deberes. Soy parlamentario, fundé un partido. Hay un propósito mayor y, desgraciadamente para ellos, lo tienen que entender y respetar.
¿Y eso le genera fricción con ellos?
A veces.
La política como antes
Igual tiene la vida privada bastante pegada con la política. Su señora es presidenta del partido del que usted es candidato. Hay dirigentes de otros partidos que la ven como una pyme. Imagino que los ha escuchado.
Sí, pero es una frase abusiva.
¿Por qué?
Porque tratan de ligarlo como diciendo que tú vives de eso. ¿Verdad? Y eso me indigna, porque eso es absolutamente falso. De hecho, la Flavia es presidenta de un partido y nunca ha cobrado un peso. Todos los otros presidentes que no son parlamentarios sacan plata de los partidos. Nosotros aportamos. Entonces, es una cosa que me indigna.
¿Que se vea como un negocio?
¡Obvio, pues! Eso es lo que lo hacen. La Flavia es licenciada en Historia, es magíster en Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, fue consejera regional, ganó la elección interna del partido y es la presidenta. Tiene su propia carrera política. Y como te decía, yo creo que ella me ayuda más a mí que yo a ella.
Entonces, es machista verlo así.
Claro, es sexista. Y además dicen la pyme. No. ¿Por qué? Hay tantas familias que han compartido en la política. Están los Coloma. Está el caso de Gutenberg Martínez con su señora… Hay muchísimas familias que también están relacionadas. Es algo habitual. Lo que pasa es que te focalizan para tratar de buscar argumentos para desarmarte. Y la verdad es que yo nunca he sido simpático en las relaciones con otros partidos…
¿No?, ¿por qué?
No. Y no es por hacerme el niño malo. Es porque muchas veces se empiezan a establecer relaciones personales y la política es la política. Las relaciones personales uno las tiene en su casa, con sus amigos.
¿Descree de la política con amistad?
No, pero a mí no me gusta. Yo soy de los más afectuosos con mis amigos. Lo que pasa es que muchas veces hay que tomar decisiones que no tienen que ver con asuntos personales, sino con aquello que es lo tú crees que hay que hacer. Y muchas veces esas decisiones pueden no gustarle al amigo con el que te juntas cada lunes.
Parece ser un poco desconfiado. ¿Qué le pasa cuando tiene un interlocutor político al frente? ¿Está siempre auscultando para saber desde dónde le habla?
No es un tema de desconfianza. Cuando converso con un presidente de partido o con un dirigente, yo hago el análisis altiro. Tengo experiencia en esto. Sé que lo que me está diciendo en códigos políticos puede significar muchas cosas. Yo tengo que hacer la interpretación.
¿Así funciona?
Es que así debe ser. Si por algo tengo experiencia. Ahora, cuando era joven no lo sabía. Pero de lo que se trata es de saber leer hacia dónde van las cosas, saber interpretar. No te dicen todo de frentón, porque tampoco tienen por qué decirlo.
O sea, hay que estar muy atento a los movimientos…
A ver. Yo sé, por ejemplo, que cuando se inició la campaña presidencial de Paulina Vodanovic, de quien tengo mucho respeto, le habían ofrecido el apoyo los radicales y los liberales. ¿Y qué paso? Le quitaron el apoyo en medio del camino.
¿Y qué quiere decir con eso?
Que a veces hay gente en la política que dice cosas que después no cumple. Por lo tanto, yo tengo que mirar la política en códigos...
¿Eso significa que Jaime Mulet es un hombre cauteloso y desconfiado?
Sí. Soy muy desconfiado de la mayoría de los actuales dirigentes políticos.
¿Fue distinta la política alguna vez?
Sí. Me encantaba, por ejemplo, tratar con dirigentes como Camilo Escalona, como Gonzalo Martner cuando tenían un rol en la directiva del Partido Socialista. También me tocó estar con Pablo Longueira muchas veces, casi siempre acompañando a Zaldívar. Bueno, con ellos hablabas de frente. Había códigos que se respetaban.
¿Era una política más directa?
Más franca. Era gente que respetaba la palabra. Cumplía. Y Zaldívar era un gallo muy duro, pero cumplía sus compromisos. Había un respeto que hoy no existe.
La timidez
Pareciera que no es dado a la vida social. ¿Será que es un poco tímido?
Yo creo que sí, fíjate. Aunque no me crean, siempre me he considerado un poco tímido en las relaciones sociales. Quizás eso de ser provinciano se relaciona con eso. De hecho, aunque tengo tantos años en la política, me cuesta hablar en público. Me tensiono, pero me preparo muy bien. Igual soy un tipo calmado.
Parece ser muy dueño de casa, ¿no?
Sí. Es que en mi casa yo aprendí a hacer de todo. Y si por ejemplo voy al supermercado, me fijo en los precios. Y si encargo las cosas a la casa, reviso las lechugas. Me gusta pagar lo que valen las cosas. Cuando joven, acompañaba a mi mamá a comprar cuando ella venía a Santiago. Y era una regateadora habilosa. Yo aprendí eso.
¿Buen cocinero?
Cocino, sí. Me gusta hacer paella. Trato de cocinar los domingos con los niños. Me gusta estar todos en la mesa y ojalá en torno a una buena paella. En mi casa de Vallenar la hago en el patio, a leña, como me gusta y como aprendí de mi familia. También hago unas empanadas mallorquinas riquísimas, que son una tradición de los abuelos españoles. Lo que quieras lo hago.
Buen anfitrión, entonces…
Me gusta atender a los demás. Sin embargo, no me gusta que me atiendan. Así me enseñaron mis papás: todo lo que usted pueda hacer, hágalo. Por eso, no me gusta ser servido. Y en la casa me gusta hacer todo. De hecho, me meto harto.
¿Asume un rol más femenino?
Eso es lo que dice la Flavia (risas).
Habla mucho de Vallenar. ¿No ha pensado cambiar de vida?
Sí, lo he pensado. Me encantaría fabricar pisco, por ejemplo, que es una tradición familiar, pero en este momento tengo un compromiso muy fuerte con este proyecto político. Genuinamente, la política es mi vocación.
Las primarias
De los tres compañeros con los que va a competir en la primaria oficialista, ¿a cuál le costaría más apoyar en caso de que gane?
No tengo preferencia por ninguno de los tres. Esa sería mi respuesta.
Pero en términos de proyecto político, ¿de quién se siente más cerca?
Tengo distancia con los tres. Se podría pensar que tengo más cercanía con lo que representa la Carolina Tohá, pero ese es el mundo del que me fui. Ella es la Concertación. Hoy día muchos la reivindican. Yo no. Siempre planteé que había que rectificar el modelo y no lo hicieron. Y creo que el estallido social, entre otras cosas, fue porque no hicieron las correcciones que había que hacer. Tengo una mirada crítica de lo que fue esa coalición.
¿Y Gonzalo Winter?
Con Winter tengo mis distancias. Por eso voy yo como candidato.
Se entiende, claro. ¿Pero su diferencia es con Winter o con el Frente Amplio en general?
No, no es nada personal. Es con el Frente Amplio. Hay mucha soberbia. No valoran la experiencia. Para ganar, pusieron estándares que no cumplieron y hoy día los vemos sumidos en una situación dramática. Entiendo que eso es doloroso para ellos, pero también ha sido doloroso para muchos ciudadanos el hecho de que ellos no fueron capaces de corregir ni de superar los problemas que prometieron que iban a cambiar. Incluso, teniendo la experiencia de quienes criticaron.
¿Y Jeannette Jara?
A Jara no la conozco mucho. Pero sí te puedo decir que, aunque aparece como una persona muy abierta, fue muy sectaria en el manejo que hizo del Ministerio del Trabajo. Se rodeó de puros comunistas. No fue capaz de abrir la puerta a otros partidos que querían colaborar. Nosotros le hicimos ver varias cosas y no escucharon. Eso no me gustó. Lo que vi y lo que padecí siendo un partido parte de la coalición gobernante fue que fue una persona súper sectaria.
Y por último. ¿qué opina de Gabriel Boric?
Boric es él y sus circunstancias. Le tocó madurar en el poder. Le tocó tomar el control de cosas muy complejas que quizás ni se las imaginaba y ha hecho lo que ha podido con una oposición muy dura. De lo que no me cabe la menor duda es que es un hombre muy bien intencionado.
Lo último
Lo más leído
1.
2.
4.
5.
6.
¿Vas a seguir leyendo a medias?
NUEVO PLAN DIGITAL $1.990/mesTodo el contenido, sin restricciones SUSCRÍBETE