8 recomendaciones psicológicas para enfrentar la “nueva normalidad”

Síndrome de la cabaña
Ilustración: César Mejías

Tres psicólogos entregan herramientas para enfrentar el desconfinamiento. ¿Las principales? No asustarse por el síndrome de la cabaña y tomarse los cambios con mucha, mucha calma.




Es raro acordarse del último 31 de diciembre, en la cuenta regresiva para entrar al 1 de enero del 2020. Con seguridad, ninguno se imaginó el cambio de realidad que estamos viviendo: como en todo Año Nuevo, millones de personas deben haber deseado viajes, nuevas oportunidades y sueños. Pero a cambio nos llegó una pandemia.

Pero fue ese día, el 31 de diciembre de 2019, cuando se informaron los primeros casos de cuadros respiratorios en Wuhan. Estos se habrían desarrollado entre el 12 y el 29 de ese mes, según reporta CNN. El 11 de enero murió la primera persona a causa del virus en Wuhan y el 24 de enero se notificaron los primeros casos en Europa, aunque se ha hablado de que en Francia habría llegado en diciembre. Días antes, se informaba de la presencia del primer caso en Estados Unidos. A Chile, la fecha crucial del antes y el después fue el 3 de marzo. Básicamente, desde entonces que nuestras vidas se han vuelto extrañas y complejas.

Esta pandemia, que ha sacudido la economía a nivel mundial, también en cierta forma ha logrado resignificar el tiempo, variando nuestras acciones y prioridades. Durante el encierro, el aislamiento físico provocó el planteamiento de nuevos escenarios, la adquisición de nuevos conocimientos y la creación de pequeñas rutinas que trataron de darle sentido a esos momentos.

En estos días, varias comunas se encuentran en etapas de desconfinamiento, como transición y preparación. También hay otras que han retrocedido, como es el caso de Punta Arenas, comuna que actualmente es la que tienen más casos activos de covid-19, incluso duplicando a la segunda en el listado, que es Puente Alto. Poco a poco y siguiendo las directrices del Plan Paso a Paso del Gobierno, las comunas se están reactivando, manteniendo las distancias y los protocolos sanitarios.

Sabemos cómo se debe adaptar el comercio, el transporte y el movimiento de las personas. ¿Pero qué hay de nuestro interior? ¿Cómo se adapta cada uno, después de meses de cuarentenas, aislamiento y temor? Práctico conversó con tres expertos sobre la transición psicológica que debemos hacer en este desconfinamiento.

1. Entender lo extraño

Si eres de las personas que siente una ligera angustia al salir de tu casa, tranquila: es una sensación completamente normal. “Pero no tiene por qué pasarles a todos”, afirma Diego Acuña, psicólogo de CETEP, aunque sí destaca que esta será una etapa extraña. “No solo por el hecho de salir, porque después de tanto tiempo uno logró armar su vida dentro de la casa, sino también por el cambio de rutina y porque aún no existe una vacuna”.

Una sugerencia que hace Acuña es darse cuenta de que no estamos solos en este sentimiento: todos estamos viviendo tiempos extraordinarios y ajenos a nuestra antigua normalidad, por lo que es importante aceptarlo.

2. No le tengas susto al síndrome de la cabaña

Hace rato en la prensa esta rondando el concepto de “el síndrome de la cabaña”, un estado que podría padecer mucha gente tras el encierro, vinculado al temor que significa enfrentar la nueva realidad versus la seguridad del aislamiento en el hogar. “La verdad es que no es una entidad diagnóstica”, explica el psicólogo Cristóbal Hernández Contreras, director del magíster en Psicología Clínica en la escuela de Psicología de la Universidad Adolfo Ibáñez.

“No es una enfermedad mental ni un cuadro reconocido, sino más bien un término que se utiliza coloquialmente para referirse al malestar e irritabilidad de estar encerrados mucho tiempo”, puntualiza el académico. “No hay que preocuparse por padecerlo”.

Para Diego Acuña, el síndrome de la cabaña es una exageración, solo por el hecho de atribuir la palabra síndrome. “En rigor es un conjunto de síntomas, no una enfermedad. Poner esta palabra “es como si fuese una patología fuerte y hace que uno se asuste más”. Según él, “el síndrome de la cabaña’, como le pusieron, no es algo tan grave”.

Ilustración: César Mejías

3. Hablemos de adaptación

Para el psicólogo y académico de la Universidad del Desarrollo, Jaime Silva, más que de síndrome de la cabaña se debiese estar discutiendo sobre un fenómeno de adaptación, “donde las personas tenemos que cambiar hábitos y rutinas, someternos y aprender nuevas reglas y regulaciones”.

Si pensamos en la historia de la humanidad, los seres humanos nos hemos adaptado a todo tipo de acontecimientos: desde las personas intentando hacer su vida en periodos de guerra, hasta la llegada de nuevas y disruptivas tecnologías. Constantemente estamos enfrentando cambios de escenario, solo que éste es más intenso porque involucra adaptarse a restricciones sanitarias y sociales. Pero lo mismo ocurrió en 1920 con la llamada “gripe española”, una pandemia que vivieron nuestros abuelos y bisabuelos. En un artículo de Radio Universidad de Chile detallan que aún se debate el número de víctimas, pero “las estimaciones van de 20 a 100 millones de muertos, cuando la población mundial era de 1.800 a 1.900 millones. Es decir, falleció entre el 2% y el 5% de la humanidad”.

Si en aquellos momentos nuestros antepasados lograron superar este catastrófico escenario mundial, hay que tomar el aprendizaje y adaptarse.

4. Ser consciente de la cantidad de problemas que atravesamos

No todos se van a sentir bien en este proceso de adaptación a la nueva normalidad: la incertidumbre será constante y habrá que mantener el distanciamiento físico. “Al intentar adaptarnos, a todos nos va a pasar que sentiremos cierta incomodidad”, afirma Jaime Silva. “Obviamente, personas más sensibles o que tienen una condición de salud mental previa, probablemente vivirán este cambio de rutina con más estrés".

“Cuando las personas tienen problemas de salud mental, se empiezan a ver afectados en múltiples dimensiones de su bienestar psicológico”, agrega Silva, y ejemplifica que no solo se podría tratar de ansiedad sino que se puede manifestar de muchas formas. “Están los problemas de sueño pero también en el ánimo y en la concentración”; por ende, “la vida psíquica, física y emocional se ve invadida genéricamente por el problema”.

Así, “una persona se ve interferida en distintas dimensiones, desde lo personal hasta algo más tangible, como el hecho de ir a trabajar”, explica Silva. Si te estás viendo afectada o afectado en mútiples frentes, la recomendación es no apurarse: tomarse las cosas con calma y consultar a un especialista.

5. La importancia de la progresividad

Ahora que estamos retomando nuestras actividades de a poco, desde trabajos presenciales hasta la vida social en persona, es muy importante no arrojarse a la intensidad y vivir el proceso de forma paulatina.

“Una regla para todos los procesos adaptativos: siempre se viven de manera más natural y con menos intensidad emocional cuando son progresivos”, afirma el académico Jaime Silva. “Los cambios abruptos y violentos tienden a generar estos desbalances”.

6. Gestar conversaciones en ambientes laborales y de amigos

Aprender el protocolo de protección ante la emergencia sanitaria es algo en lo que varias empresas han invertido tiempo para resguardar a sus trabajadores. Sin embargo, Cristóbal Hernández sugiere que se le debería dar importancia también a los diálogos entre pares que se podrían hacer en los lugares de trabajo.

“Conversar con compañeros y, de manera respetuosa, recordarse mutuamente el cumplimiento de las medidas puede transformar esto en un trabajo en equipo”, afirma el psicólogo. “De esa forma, no es responsabilidad solo de una persona y así aliviamos la carga”. “Sentir miedo es normal en estas situaciones", agrega, "y el cuidado entre todos puede ser un factor protector para esto también”.

Hace una semana se informó de los permisos especiales de Fiestas Patrias, donde las personas que estén en etapa de transición y preparación pueden juntarse con hasta 10 personas, manteniendo el distanciamiento social. Ya que estamos en la disyuntiva de “si salgo o no, cuánto, cuándo y con quién”, explica Cristóbal Hernández, “este tipo de situaciones requiere de conversaciones entre las personas para encontrar apoyo en la tarea de decidir y tener criterio”. La idea es que entre tus “amigos, familiares y seres queridos conversemos sobre si salir o no, bajo qué circunstancias, qué tipo de riesgos estamos dispuestos a tolerar y cómo nos podemos cuidar”. La idea principal es tomar decisiones responsables, con los cuidados pertinentes y resguardando nuestra salud mental.

7. Siempre con respeto

Para el psicólogo Diego Acuña, el concepto clave en estos tiempos es el respeto, sobre todo “a los miedos que pueda tener otro. Mucha gente está muy relajada y otra que está más pegada al síndrome de la cabaña, como que no quiere salir y está muy ansiosa; la clave, entonces, es respetar”.

Esto lo podemos ver en nuestras propias experiencias: seguramente tienes amigos que no paran de hacer planes y otros que están igual de cautelosos. Lo principal es tener respeto y no ceder ante la presión social de reactivar tu vida social prontamente, porque se pueden gestar problemas de contagio, algo que todos queremos evitar. “La clave es respetar la distancia social y la opinión de otros si no quieren salir”, dice el experto.

8. No lo olvides: estamos atravesando una pandemia

Los ritmos de vida de muchos sufrieron interferencia en medio de esta pandemia. Por lo mismo, ahora que las cosas empiezan a normalizarse de forma paulatina, todas nuestras actividades deben reactivarse de manera progresiva, como comentamos en el punto 5. Sin embargo, es necesario comprender que a pesar de que estamos avanzando, aún seguimos en el medio de una pandemia, con alto riesgo a los rebrotes y donde aún no existe una vacuna ni por ende el control total de la situación.

“La normalidad que conocíamos el 2019, que ahora nos parece tan lejana, no va a volver”, dice Acuña. “Hay que entender eso y no estar apurado pensando ahora en octubre”. Su recomendación es interiorizar y “entender que esto se va a demorar mucho: hay pandemias que han durado desde dos hasta tres años”.

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