¿Nostalgia o resistencia? Guía para sobrevivir en el mundo del CD

El CD mantiene un nicho en el que participa tanto una vieja guardia amante de las ediciones físicas como las generaciones nativas digitales. Aunque las razones para comprarlos varían, acá opciones de cómo escucharlos y dónde conseguirlos.




Felipe Arratia tenía 12 años cuando obtuvo su primer CD. Era 1990 y la industria musical ya instalaba este formato como el favorito entre melómanos y no tanto, con la promesa del futuro como carta de presentación: no sólo por un sonido incomparable en cuanto a calidad y limpieza, sino porque nos adentraba en la era digital del segundo milenio. Atrás quedaba el cassette y, bajo tierra, el viejo vinilo.

Ese año, el pop abrazaba la voz de su nueva diva, Mariah Carey —con su disco debut homónimo—, el rock alternativo disfrutaba su panacea con publicaciones de Pixies —su álbum Bossa Nova—, Jane’s Addiction —Ritual de lo Habitual— y Sonic Youth —con Goo—; el rap allanaba su camino rupturista de la mano de Public Enemy —y su Fear of a Black Planet—, y en Chile, Los Prisioneros ponían a todos a bailar con Corazones y sus bases sacadas del ítalodisco, sonido que los alejó del rock y los acercó a la banda que para muchos hizo el álbum de esa temporada: Depeche Mode y su Violator.


Todos esos discos los tiene Arratia en CD. Esos y otros 2.500, con los que el periodista musical cubre una pared completa de su departamento. Cada álbum es testimonio de 30 años de colección: desde el preadolescente que vendía sus cassettes para comprar discos compactos; el universitario que se paseaba por disquerías como Billboard; el periodista radial que, además de comprar hasta diez discos de una tirada, recibía nuevos títulos por parte de los sellos discográficos.

“De todos los fanáticos de la música que conozco, mi colección es de las más variadas: mucho grunge y música de los noventas, pero también harto pop; tengo todo lo de Taylor Swift y Lana del Rey. Incluso compro de artistas que no me gustan, como Bad Bunny, porque soy rayado por el registro y permeable a las tendencias, y él es un artista importante”, describe Arratia.

Otro que tiene una buena colección de CDs es el músico nacional Samuel Maquieira. “Me encantan. Los colecciono desde que salieron, maravillado por la fidelidad del sonido. Recuerdo que los primeros me los regaló mi padre: fueron el Ride The Lightning, de Metallica, y la banda sonora de Blade Runner”, cuenta el guitarrista y cantante de Yajaira, The Ganjas y Wild Parade, entre otros proyectos. Su discoteca va por los 700 discos: “Tengo de todo, obviamente mucha música ochentera y noventera, cuando era la gloria del formato”, agrega.

Las colecciones de Maquieira y Arratia siguen creciendo constantemente, al igual que la de muchos otros amantes del CD. ¿Está de vuelta o nunca se fue? ¿Dónde se consiguen y escuchan en tiempos de Spotify?

Práctico y barato

Recuerda Claudio Parra, dueño de Disquería Kali Yuga Distro, que el CD era un formato “carísimo y lujoso”. De hecho, en los noventas “había lugares en los que la gente intercambiaba vinilos por CD; en algunos casos, hasta diez LP a cambio de un disco compacto”.

Una de las principales gracias del formato es que que tiene más capacidad que sus pares físicos, “caben más temas”, y entre cada canción “no hay ruido”. Un detalle que se le criticaba con vehemencia al vinilo, con su particular zumbido —popularmente conocido como la papa frita—, así como el hiss del cassette.

“Me parece un muy buen formato” dice Parra. “Muy práctico, pequeño y, siempre y cuando tengas un buen equipo —que es clave para todos los formatos—, suena muy bien”, agrega Parra.

Para Maquieira, la gracia del CD “es que no tenías que dar vuelta el lado A del lado B —como se solía hacer con el vinilo o el cassette— y podías saltar rápida y precisamente al track que querías escuchar”.

Todas estas cualidades pueden parecer poco y nada para las nuevas generaciones, que tienen casi cualquier canción que se les ocurra a la distancia del movimiento de un pulgar, pero si hay algo que pone en mejor posición al CD respecto a otros formatos es su valor actual.

“Le juega a favor el factor económico: para un cabro es más difícil comprarse un vinilo de Lana del Rey, que puede costar entre 30 y 40 lucas, que un CD, que vale 10”, asegura Carlos Melo, dueño de la tienda Respect. Por eso el disco compacto sigue siendo el preferido entre sus clientes.

¿El sonido perfecto?

En 1979, cuando fueron creados los discos compactos por Kees Schouhamer Immink, en ese tiempo en Philips, y Toshitada Doi, de Sony, pasaron totalmente desapercibidos, entre otras cosas porque la economía mundial no estaba para apuestas. Por eso, optaron por atrincherar el invento en la música clásica, donde el gran pianista chileno Claudio Arrau tuvo un rol histórico al ser un pionero en publicar en ese formato. De hecho, el primer CD de música clásica, los valses de Chopin, fue interpretado por él.


Poco a poco, el CD se abrió espacio entre los géneros más populares y saltó al mercado masivo prometiendo, entre otras cosas, el sonido perfecto. “Después nos dimos cuenta de que no era así, porque tenía demasiados brillos y agudos”, dice Claudio Parra. “Creo que los primeros CDs sonaban mejor, ya que aún no estaba tan instaurada ‘la guerra del volumen’, en la que, desde mediados de los noventas, se comenzó a comprimir mucho el sonido, y que terminó empeorando con el mp3”, opina Sam Maquieira.

Esa competencia por sonar fuerte hizo que, según Melo, se perdiera “el rango sonoro, lo dejaron plano, al contrario del vinilo. Esa es la gran crítica al CD”.

Aún así hay, quienes “prefieren la limpieza de sonido del CD y su brillantez, sobre todo porque no tiene ruidos durante la reproducción”, dice Claudio Parra. ¿La recomendación? Fijarse en los años de publicación y su procedencia. Por ejemplo, Japón suele hacer muy buenas ediciones. “En general, los álbumes que se editaron en los ochentas y noventas están diseñados para sonar mejor en CD que en otros formatos”, dice Maquieira.

Lo coleccionable y el valor emocional

“No importa lo que se ha estado vendiendo, es lo que compras”, cantan Guy Picciotto e Ian MacKaye, de Fugazi, en “Blueprint”. Y la pregunta que aún queda es: ¿por qué comprar CDs cuando se tiene casi todo gratis en Youtube, o en Spotify, Deezer, Tidal, y otras plataformas a la mitad de su valor?


“La música es importante para muchas personas, y tener una colección de discos significa algo que no te puede dar la descarga en un disco duro y mucho menos el streaming, donde ni siquiera los archivos son tuyos”, dice Rodrigo Rosas, gerente de ventas de la tienda de equipos de alta fidelidad Allegro HiFi. La experiencia de buscar un CD, encontrarlo, comprarlo y tenerlo sigue siendo “muy valiosa”, según él.

El golpe nostálgico y su valor emocional es quizá el principal atractivo para coleccionistas como Felipe Arratia. “Son viajes, experiencias, parejas que me regalaron discos; veo en ella mi vida. La música tiene un carácter evocativo y eso esa cuestión es adictiva. Entonces, tu mejor CD es el próximo que te vas a comprar”.

También está el ritual de escuchar música, no como una actividad secundaria, de acompañamiento, sino una a la que se dedica total atención. “Al igual que con el vinilo, que hay que colocarlo y limpiarlo, con el CD se da algo parecido: te puedes sentar a escuchar y revisar la carátula, su arte y el librillo con toda la información en su interior”, dice Rosas. “No es lo mismo que verlo en el navegador; es otro tipo de relación con la escucha”.

Un vínculo que ha cambiado con las nuevas generaciones, para las cuales tener un disco no es necesariamente para escucharlo. “El público antiguo sigue comprando el formato físico, porque está acostumbrada a hacerlo, pero la gente más joven lo hace para tener el objeto de su artista fetiche”, apunta el fundador de la tienda Respect. Arratia concuerda: “comprarse un disco hoy es como un merch, una cuestión declarativa. No necesariamente los tienen para escucharlos, sino para tenerlos”.

Para los mayores, el mercado también tiene su dulcecito: la reedición de discos. “Son para revivir el catálogo más clásico. Te meten cosas que estaban perdidas o algún nuevo elemento extra, para que ese disco que ya tienes lo quieras de nuevo”, dice Melo. Arratia se declara culpable de pisar ese palito que dejan los sellos y sus boxes.

“A quienes seguimos siendo fanáticos del formato físico nos están vendiendo los mismos discos que compramos cuando pendejos pero con dos chiches más, con un set de postales, con un segundo o tercer disco en vivo, y yo he caído en todas. Recuerdo haber comprado, el año pasado, reediciones de Wilco, Tom Petty, Elliot Smith, Stone Temple Pilots y REM”. Eso sí, ahora que (casi) todo está en el streaming, el periodista pone sus condiciones: “O sea, más vale que me vendan un disco bonito, porque si me van a vender un sobre, chao”.


Dónde comprar

Lo lógico sería pensar que la vida del coleccionista se ha tornado muy difícil con el auge del streaming, pero según Samuel Maquieira esto no es así. “Siempre se encuentran CDs en las tiendas de discos usados, como en el Eurocentro, el Portal Lyon, el Persa Biobío y ahora en la web. Es cosa de buscar”, asegura.

Felipe Arratia dice que las disquerías hoy son un lugar de encuentro en el que se generan comunidades en torno a la música. Un tema del que habló con Carlos Melo en el podcast que tiene junto a Sebastián Lira, llamado Tírate. En Santiago, Arratia recomienda, además de la tienda Respect —ubicada en el Portal Lyon—, a Indie Records, en el Eurocentro, y Local 54, en el Persa Biobío.

Si bien la especialización siempre ha existido entre las disquerías, hoy ésta tiene particularidades muy propias de la época. Por ejemplo, Indie Records cuenta con un amplio catálogo de música electrónica y K-pop, y en Local 54 se pueden pillar discos noventeros “bien difíciles de conseguir”, según Arratia. En Kali Yuga, por su parte, llevan un tiempo trayendo discos compactos de ediciones japonesas. “Su manufactura es increíble. No sé qué harán técnicamente para que suenen tan brutalmente bien. Además, son muy hábiles, porque agregan mucho material adicional a los discos: siempre traen un bonus track exclusivo, mucho papel adentro y el arte es distinto”, describe Claudio Parra.


Tanto en Kali Yuga como en Respect se pueden encontrar CDs usados, un producto que, tal como sucede con los vinilos, ha tomado valor propio. “Hay algunos discos que no los vas a pillar nuevos. Por ejemplo, el Ten de Pearl Jam es un superventas y siempre está, pero el No Code no lo encuentras nuevo y, si lo pillas, está mucho más caro. Eso pasa con muchas bandas, sobre todo las que tienen mucho catálogo”, dice Claudio Melo, quien se preocupa de publicar constantemente en sus redes discos usados que, además, están descontinuados. “Por su escasez es más buscado y valorizado”.


Dónde reproducirlos

Basta echar un vistazo al retail online para darse cuenta de la escasez de equipos con reproductores de CDs. Ya ni los microcomponentes, que eran los aparatos predominantes hace veinte años, figuran entre las ofertas.

Rodrigo Rosas dice que es parte de la retirada de los formatos físicos. Pero pese a ello, asegura que “hay muchos audiófilos que siguen pensando que el CD reproducido en un buen equipo, como un Hi-end —los más sofisticados—, tiene algo que no te va a entregar el streaming ni el mp3”.

Una alternativa es reproducir los discos en reproductores de DVD, Blu-Ray o incluso en la Playstation, pero dice Rosas que no se puede esperar una calidad sonora decente en ella. “Se pueden notar las diferencias de sonido entre un Blu-Ray de 100 lucas y un CD player de 500 mil pesos. Más que nada en cuanto a la naturalidad del sonido; siempre se busca que el sonido sea lo más parecido a lo análogo: que sea dulce, que sea musical, amable, cálido, que no tenga esa cosa digital dura que tienen los reproductores digitales más económicos”.

Reproductor de CD ATOLL CD30


Exposure 2010S2 CD Player


Otra alternativa, que pinta mejor según los expertos, es adquirir un reproductor usado. “Los puedes encontrar baratos, porque a la mayoría de la gente se les transformaron en un cacho gracias a las nuevas tecnologías”, dice Sam Maquieira. Esa fue la línea que siguió Claudio Parra, quien adquirió de segunda mano un equipo de la prestigiosa marca japonesa Denon.

“Los están vendiendo en plataformas como Yapo o MercadoLibre, y también hay gente que los manda a pedir afuera por Amazon o Ebay, por un rango de 200 mil pesos más o menos”. Parra dice que si no es Denon, puede ser Marantz, marca de origen estadounidense, especializada en productos de gama alta. “Recomendaría sí o sí un equipo vintage”, agrega.

Para escuchar CDs fuera de casa, aún se pueden encontrar los clásicos reproductores portátiles — popularmente conocidos como Discman, modelo popularizado por Sony—, en locales de segunda mano. También están reapareciendo de paquete en algunos locales especializados.


Hay quienes aún tienen sus equipos —portátiles o estacionarios—, aunque inutilizados, a la espera de una mantención o arreglo mayor. En esos casos, se puede ir a talleres de electrónica, ojalá especializados en audio, como es el caso de Audioretro o Astudillo Audio. Incluso tus viejos CDs tienen arreglo, al menos potencialmente: “Los discos suelen tener tres capas, dos plásticas y una, entre medio, metálica. Si una rayadura no toca la intermedia, aún se puede salvar por medio de una pulidora especial”, explica Carlos Melo.


Pasado, presente, futuro

Rodrigo Rosas cuestiona la idea de un revival de los discos compactos, pero no porque no tengan el potencial para emerger nuevamente en el mercado. “Para mí aún no han muerto, yo sigo escuchando y comprando cedés, aunque van camino a la extinción. Distinto fue el caso del vinilo, que sí desapareció en algún momento”.

Algo que también se plantea en un reciente artículo del diario español El País, titulado “¿Ha llegado el momento de tirar la colección de discos compactos o resucitarán como los vinilos?”. Ahí teorizan sobre una posible extinción del formato que dominó el mercado durante dos décadas, pero que en 2020 generó menos dinero que el vinilo en Estados Unidos.

Claudio Parra apuesta al carácter cíclico de las modas. “Todos estamos esperando a que haya un resurgimiento del CD, así como pasó con el vinilo y como ha pasado, en cierta medida, con el cassette”. Felipe Arratia, también le pone fichas. “De los tres formatos físicos, probablemente sea el más denostado. Tengo amigos a los que les da lo mismo la música y no van a conciertos, pero igual tienen su colección de vinilos en el living. El cassette también está teniendo un regreso heavy, pero tarde o temprano el CD va a volver. El tema de su tamaño le juega a favor, porque lo hace súper práctico y permite que tengas un montón de canciones diferentes en una sola pared”.

Maquieira cree que al formato le queda un tiempo más. “De partida, suenan mucho mejor que la música en mp3 y es un formato bien querido por varias generaciones que le sacaron el jugo. Hay un elemento que se ha perdido con el consumo online, el hecho de tener la carátula con el arte, las letras, la info. Es parte del ritual de escuchar música y del trabajo que hay detrás de un disco, que se hizo para escucharlo entero, de principio a fin, todo lo contrario a lo que sucede hoy con las listas de reproducción”.

¿Qué dice el mercado? Bueno, la artista pop neozelandesa Lorde publicó este año Solar Power, un disco para el que prometió copias físicas sólo en formato vinilo, y en una edición limitada. El álbum cuenta con una “caja musical ecológica”, en cuyo interior hay contenido visual, notas escritas a mano, fotos exclusivas y una tarjeta para descargar en el disco en alta calidad, con dos cortes extra exclusivos y acceso a algunas sorpresas especiales. Este music box, señaló al momento de su presentación, “quería que fuera similar en tamaño, forma y precio a un CD, que conviviera con él en un entorno minorista, pero que fuera algo que destacara y que estuviese comprometido con la naturaleza evolutiva de un álbum moderno”. En otras palabras, un guiño al formato. Pero, ¿a su vigencia o a su muerte?


*Los precios de los productos en este artículo están actualizados al 16 de septiembre de 2021. Los valores y disponibilidad pueden cambiar.

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