Pulso

El universo paralelo que ha creado Farah en la cárcel

Nunca fue muy comunicativa. Pero ahora pareciera que -literalmente- perdió la voz. Los gendarmes del Centro Penitenciario Femenino, donde María Isabel Farah cumple su prisión preventiva, cuentan que la ex Gerente Corporativa de Administración de La Polar no habla con nadie."Es una mujer extraña, de mirada dura y muy poco comunicativa", sostiene una de las guardias.  Casi no sale de su pieza, la que comparte con otras tres convictas, y la mayor parte del tiempo se lo pasa escribiendo. O meditando. "Tiene un aire medio esotérico. La he visto muchas veces haciendo ejercicios de respiración, con los ojos bien cerrados y el cuerpo en posición de indio", cuenta la misma gendarme.

Es falso que esté en la misma pieza de  María del Pilar Pérez, sentenciada por tres crímenes, y de Jeannette Hernández, la madre de los hermanos Rojo. Comparten la misma sección, es cierto, pero no se cruzan. "La señora Farah jamás ha cruzado palabra con alguna de ellas. Es más, ni las mira", comenta la gendarme.

La única mujer de esta historia de fraudes, mentiras y encubrimientos lo está pasando mal, nadie lo pone en duda. La cárcel de mujeres es es un lugar inhóspito y maloliente. El cemento desprende un calor irresistible y a ratos el silencio resulta  abrumador. Pero tampoco hay que perderse en la cosa novelesca. María Isabel Farah está acusada de entregar información falsa al mercado, usar información privilegiada, obtener créditos con información falsa y lavado de activos.  Y aunque no está todo dicho, son pocos los que se atreverían a levantar la mano por su completa inocencia.

Hay tanto mito en torno a esta mujer, que quisimos conversar con ella. Preguntarle tantas cosas. Pero fue inútil. Su abogado, Alex Carocca, nos dijo que no tiene intenciones de hablar con los medios,  y que dada su personalidad, probablemente no lo haga nunca.

Antiguos ejecutivos de La Polar cuentan, por ejemplo, que trabajaba todos los días hasta las tres de la mañana y que llegaba cerca de las doce del día, siempre con lentes oscuros y de mal genio. Trabajaba a puerta cerrada y pobre del que la interrumpiera, pues las consecuencias eran fatales. Famosa era su obsesión por el pelo. Mantenía una peluquería en las oficinas de La Polar, la que ocupaba todos los días. Hoy, aún desarreglada, se alisa el pelo cada vez que se lo lava. Y cuando aparecen las canas, tiene permiso para que la  visite un peluquero.

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