Gabriel Délano y Pub Licity: "Este es el segundo local que me toca cerrar por la misma razón: el sindicato"

“Siempre he sido una persona interesada en lo que le pasa a nuestro querido país, por eso me dediqué al tema gremial por tantos años, y este es el segundo local que me toca cerrar básicamente por la misma razón: el sindicato”.
Así, directo y enfático, comienza esta entrevista con Gabriel Délano, empresario gastronómico que a lo largo de su vida ha desarrollado diversos restaurantes, entre ellos el Hereford Grill, El Club, el Prego, el Isla Negra y los Pub Licity. Hoy está concentrado en sus dos restaurantes en BordeRío: La Tabla y ONE.
Pero los últimos meses no han sido fáciles. Tras unos 20 años de funcionamiento, hace unas semanas Délano y sus socios decidieron cerrar el último local que quedaba abierto del tradicional Pub Licity, en el barrio El Golf. Las razones, dice Délano, son varias: la caída en los ingresos por la ley del tabaco y alcoholes, y el alza del costo del inmueble. Pero hay una que, según dice, fue más gravitante: la posición del sindicato.
“Si no hubiésemos tenido un sindicato con la trayectoria y la mentalidad que teníamos, le hubiésemos metido plata al local para rehacerlo y haber seguido operando. Nos afectó la ley del tabaco y la ley de alcoholes, además del valor del inmueble, pero somos empresarios y sabíamos que valía la pena hacer el esfuerzo, salvo por este otro elemento que nos resultaba inmanejable, incontrolable”, dice Délano.
¿Dónde cree está el problema?
El problema de fondo radica en que los políticos trabajan en base a la teoría, están alejados de la realidad. Y uno está en la práctica, corriendo para que las cosas funcionen, juntando plata para pagar sueldos, el arriendo, el IVA... esa es la vida del 90% de los empresarios. El trasfondo de este tema es si el poder de los sindicatos tiene correlación con el poder de la empresa. Nosotros tuvimos un restaurante, el Hereford Grill, con un sindicato relativamente duro en que nunca tuvimos huelga pero sí negociaciones duras. El proceso es así: en la primera negociación se cede algo, en la segunda también, en la tercera otro poco, hasta que los números no te dan y cierras, la gente queda sin trabajo y sin empresa y Chile sin una fuente de generación de riqueza.
¿Y en el Pub Licity, qué ocurrió?
En un restaurante hay tres elementos: la ubicación, la mercadería y la planilla de sueldos, además de las ventas. Como la ubicación de Pub Licity en El Bosque es prime, era cada día más caras. Además nos bajó la venta por la ley del tabaco y de alcoholes. Y nos enfrentamos a la disyuntiva. El local de El Bosque necesitaba una inversión de entre US$400 mil y US$500 mil, para rehacer el local y hacer frente al efecto de estas dos leyes. Y ante la disyuntiva de meterle la plata o cerrar, ahí hubo un elemento clave para tomar la decisión: nuestro sindicato. En el Pub Licity tuvimos un sindicato con un dirigente muy complicado, las últimas cuatro negociaciones fueron con huelga, nos fueron torciendo la mano. Al dirigente le brillaban los ojos por llegar a la huelga, sin darse cuenta que se estaba metiendo en un problema y finalmente todos se quedaron sin trabajo.
Hay un elemento que es la calidad o el nivel cultural de la dirigencia sindical. Yo me imagino que el dirigente del sindicato de una compañía grande es universitario, e incluso cuenta con asesoría. Pero en las empresas chicas lo que suele suceder es que eligen al tipo más combativo, que lucha sin medir consecuencias. Son personas con las que es muy difícil conversar, analizar con elementos objetivos; no quieren entender la situación en la que está la empresa. Simplemente ellos quieren algo y de ahí no hay cómo salir. En esta coalición de Gobierno hay quienes hablan de sindicatos interempresas, eso en el mundo mío es simplemente cerrar.
Pero negociación colectiva existe como herramienta en todo país desarrollado.
El desafío para la autoridad política es conseguir un equilibrio de fuerzas para que nadie abuse de nadie. Y para que no se produzca esta situación que no beneficia a nadie y perjudica a todos, a nosotros, a nuestros empleados, y al país. Hay casos emblemáticos a nivel mundial. Detroid fue el centro de la producción automotriz del mundo y hoy es una ciudad fantasma, porque los sindicatos lograron quebrar las compañías de autos, y ahí nace el poder japonés en esa industria.
¿Cree que en Chile no existe ese equilibrio?
En esto de la reforma tributaria surgió algo: se ha diferenciado a los chicos de los grandes. Yo me imagino que Copec, CCU, etc., tienen los suficientes recursos para poder enfrentar este tipo de cosas. De hecho surgió una organización gremial a la que espero adherirme, de micros, medianas y pequeñas empresas, presidida por Juan Pablo Swett a quien no conozco, pero los chicos necesitamos esas organizaciones porque las grandes que están en la CPC no pueden defender los intereses de Copec y del restaurante ONE, porque son mundos muy distintos.
¿Cree que esa distinción entre chicos y grandes también debiera existir para las exigencias laborales?
Probablemente sí.
¿Pero cómo se soluciona?
Es importante que los trabajadores tengan una organización. En el restaurante La Tabla no tenemos sindicato, pero hace 10 años se me acercó un grupo de trabajadores que querían conversar conmigo. No querían sindicato, pero sí tener un acuerdo para poner límites a la cancha. Llegamos a un acuerdo que ha funcionado estupendo: ellos se llevan una parte de la utilidad que se deposita en una cuenta común y ellos deciden cómo se reparte.
Pero eso es imposible de aplicar en todas las empresas.
De acuerdo, no voy a defender a los empresarios porque sé que hay algunos que por ganar plata son capaces de cualquier cosa. El Estado tiene que ser un regulador fuerte, y con autoridad. Pero el punto es el equilibrio.
Pero porque el tema no se puede dejar a la autorregulación es que hay que dotar a los trabajadores de alguna herramienta.
Bueno, que se discuta, que se acuerde. Si hay algo que me da tranquilidad es que hay gente inteligente en todos los bandos. Si hablas con alguien de cualquier sector y entras más al fondo, donde entra a jugar el sentido común, normalmente estamos de acuerdo. A los políticos les cuesta más por un tema ideológico, pero en el mundo real es más fácil ponerse de acuerdo.
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