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La uberización de la sociedad

El caso Uber tiene varias aristas interesantes, pero quiero centrarme en cómo un servicio que no posee ningún vehículo, es capaz de disrumpir la industria del transporte y poner nervioso a más de algún gran actor. La noticia es que deberían empezar a ponerse nerviosos no solo en el área del transporte de pasajeros, sino también en la industria de la logística y distribución, así como en la hotelería, cine, música, distribución de energía, bancos, salud, educación y cualquier industria conocida que siga mirando a sus usuarios con el prisma de la era industrial.

Uber hoy ya no es el nombre de una empresa, es el concepto que mejor ejemplifica un cambio de modelo económico. La nueva economía, habilitada por el desarrollo tecnológico, está generando un cambio cultural fenomenal. Todo lo conocido está por cambiar.

En esta nueva era, el poder está en las masas, ya no en unos pocos que podían controlar, regular y fiscalizar. Las reglas del juego son puestas por quienes tienen la necesidad, es lo que llamamos la economía pull. Por primera vez en la historia, las oportunidades se democratizan y son para todos. Podemos prestarnos dinero entre pares, podemos vender energía al sistema, podemos ser microempresarios del transporte o de la hotelería. La tecnología y la creatividad sin límites de innovadores visionarios, están abriendo las puertas a quienes lo deseen de autogestionar su vida y transformarse en pequeño empresario.

El gran cambio que traen consigo los Uber, los Airbnb y los Alibaba es que estamos terminando la era de los empleados y comienza la de los emprendedores asociados, que gracias a plataformas colaborativas tienen el mundo como su mercado.

Este mercado de la nueva era está compuesto por clientes informados, que exigen trasparencia, condiciones justas y rapidez. Eso es lo que los actuales incumbentes no han entendido y no hacen. Ese fue el gran error de los taxistas, creer que tenían el negocio asegurado y que eran ellos quienes ponían las condiciones.

La nueva economía está basada en el cliente, y los servicios y productos solo tienen sentido que existan si es que satisfacen completamente sus expectativas y necesidades. La fiesta de unos pocos se acabó y el caso Uber hace visible la tormenta que se acerca para las industrias que no han innovado en décadas y que siguen pensado que el mundo lo dirigen ellas.

Tan absurdo como querer tapar esta realidad con protestas y regulaciones, es querer normar este nuevo modelo con reglas de la era industrial. La economía de la colaboración tiene nuevos códigos. Urge que los gobiernos hagan esfuerzos por conocerlos, comprenderlos y legislar para el futuro.

*La autora es directora ejecutiva de Diverge, Centro de Innovación Empresarial Universidad Finis Terrae y cofundadora de Inittia.

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