Datos económicos: ¡tiempo de innovar!

Imagen Jeannette von Wolfersdorff,53

Hay una roca en la cual se estrellan ideas creativas: se llama “conservadurismo innato”. Carl Gustav Jung usaba esa expresión. La humanidad civilizada reaccionaría frente a lo inesperado de la misma forma que los animales: con barreras psicológicas que autoprotegen a las personas para no tener que enfrentar lo nuevo. Somos resultado de la evolución, pero la queremos detener en nosotros mismos. En la práctica, innovación y creatividad tienden a celebrarse, “pero lo que celebramos es el efecto posterior”, decía el académico Barry Staw. El resultado: muchas ideas creativas solo tienen éxito largo después de que los pioneros están enterrados. O no ven la luz nunca.

Conservadurismo innato parece existir también acerca de las estadísticas económicas. Es siempre sensible, pero especialmente ahora, cuando se requiere aumentar dinamismo, innovación y sostenibilidad de los mercados, mientras que el principal termómetro para conocer el estado de la economía y su crecimiento sigue siendo el Producto Interno Bruto (PIB). Como indicador, es ampliamente citado, pero probablemente poco entendido. La razón: se compone no solo de datos sino también de consideraciones subjetivas que no se muestran con una adecuada transparencia. Algunas estimaciones del PIB serían de carácter “esotérico” escribía el economista británico John Kay en el Financial Times.

Fueron las guerras que impulsaron la invención del PIB. En 1665, el científico británico William Petty produjo estimaciones para medir la capacidad de la economía de poder abastecer y financiar una guerra. Más de 270 años después, se sofisticaron las estadísticas –con cierto dolor de cabeza-. Desde la primera guerra mundial todos los gobiernos habrían sido “poco científicos y oscurantistas”, escribía John Maynard Keynes en 1940 en un ensayo -precisamente- sobre formas de financiar la guerra. En vez de cooperar con mejores estadísticas, los países habrían considerado la recopilación de hechos económicos “como un desperdicio de dinero”. Algo se logró avanzar igual: la inminente posibilidad de guerra hizo que varios países desarrollaron nuevos cálculos económicos para estimar la capacidad de producir productos y servicios finales. El PIB finalmente se convirtió en estándar mundial en 1944.

Las diversas críticas frente al PIB como indicador económico principal han llevado a propuestas complementarias que buscan agregar información medioambiental, social y distributiva a las estadísticas oficiales. Igual de importante como concretar eso es mejorar las propias estadísticas de empresas, e incluir la degradación medioambiental en las mediciones económicas. Sin ello, “opciones entre promover el PIB y proteger el medio ambiente pueden ser falsas”, dice bien el reporte de una comisión -presidida por Joseph Stiglitz en 2009- con la tarea de considerar alternativas al PIB.

En este mismo sentido, se podrían crear datos económicos adicionales, y repensar algunos supuestos contables del propio PIB. Su cálculo actual, por ejemplo, incluye variaciones de exigencias a precio de mercado, y maquinarías para uso interno, pero excluye -como creación de valor- varios gastos que permiten ir cumpliendo el Acuerdo de París. El cálculo “bruto” del PIB hace además que se excluyen depreciaciones, aun cuando estas son crecientemente importantes en tiempos de transición económica. La carbono-neutralidad, por ejemplo, requerirá ir identificando activos devaluados prematuramente, y hacer una planificación para depreciarlos. Eso afectará las inversiones, los créditos, y los ingresos fiscales.

Por último, si el PIB busca ser la medida más holística -aun cuando no perfecta- del estado de una economía, tiene la debilidad adicional de contabilizar solo productos finales. Al centrarse en estos, puede subestimar la actividad económica en las distintas etapas de producción que es crecientemente importante de visualizar mejor, para avanzar -especialmente en Chile- hacia una economía más productiva y compleja.

Recién esta semana, Louis Marc Ducharme, director del Departamento de Estadística del FMI, anunció el inicio de una tercera fase de la iniciativa “Data Gaps”, que trabaja en conjunto con instituciones como la OCDE y Eurostat. “Data Gap III” implica una enorme oportunidad para impulsar nuevos data sets que –de forma estadística e innominada- podrían mostrar en futuro qué tipos de empresas tienen cuántas ventas, deudas, subsidios, márgenes, crecimientos, impuestos o innovación, con cuántos subsidios y multas condonadas. Un nuevo estándar de estadísticas económicas podría permitir cruzar estadísticas de empresas con data de emisiones, y así ayudar a dimensionar apoyos y regulaciones necesarias para cumplir el Acuerdo París. En otras palabras: después de décadas, es tiempo de superar nuestro “conservadurismo innato” y ¡modernizar las estadísticas económicas!

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