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¿Somos o no somos amigos de la libre competencia?

El caso de la colusión de los supermercados por la carne de pollo y la sentencia del TDLC deja en claro que los sistemas de cumplimiento ético no son un adorno o una muestra de buena voluntad de la empresa. Son mínimos conductuales a los que las compañías están obligadas, más allá de la estricta aplicación de la ley.

TDLC

Otra vez sentencia condenatoria del Tribunal de Defensa de la Libre Competencia. Otra vez las empresas alegan inocencia. Una vez más, hay indignación en la ciudadanía, vergüenza y explicaciones por parte de las agrupaciones gremiales y condena por parte del gobierno. Una vez más la fe pública es horadada.

La sentencia del TLC -una vez más- deja en claro que los sistemas de cumplimiento ético no son un adorno, no son una acción de RSE o una muestra de buena voluntad de la empresa. Son mínimos conductuales, procedimentales y éticos a los que las compañías están obligadas, más allá de la estricta aplicación de la ley.

El caso de la colusión de los supermercados por la carne de pollo deja en evidencia la altísima relevancia que está tomando el compliance, resaltado por la propia sentencia del Tribunal de Libre Competencia que advierte que este mecanismo es esencial para asegurar la sanidad del sistema de mercado.

Así de relevante. El TDLC señala que "la implementación de un programa "real" de cumplimiento y ética va más allá del mero cumplimiento de un listado de requisitos".

Si alguien no captó la profundidad de estas sanciones es bueno entender que lo que hizo el TLC fue lapidario. Fue un garrote, pero ofrece una "zanahoria" y que tiene que ver con que la rebaja de la multa a aquellas compañías que sí tienen programas de compliance. El tema es por qué falló, por qué no se evitó la ocurrencia de una colusión.

¿Somos o no somos amigos de la libre competencia y el mercado como actor esencial del juego económico? Si la respuesta es sí, entonces hay que actuar en consecuencia y empezar a competir en buena lid, con honestidad, con buenas artes, con apego a las leyes y a la ética empresarial.

Proteccionismos, colusiones, arreglos bajo la mesa no entran en ese modelo. Las políticas y procedimientos de cumplimiento ético son en sí una medida protectora del actual sistema económico y de la libre competencia. Su implantación en el seno de las compañías pasa indefectiblemente por una adhesión real y efectiva de sus mecanismos por parte de directores y gerentes. Si no, es letra muerta.

Los sistemas de compliance están cobrando una vigencia y visibilidad como nunca necesarias y eso está de la mano del resguardo del patrimonio reputacional, que no es únicamente de la empresa o un grupo de ellas. Las prácticas que fueron sancionadas dañan la reputación de nuestra economía y eso es lo que tenemos que resguardar ante todo.

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