Coronavirus: el enemigo que también amenaza al cerebro

Desorientación, pérdida de memoria, mareos, confusión, convulsiones e inflamación del centro de comando del cuerpo humano. Esos son sólo algunos de los síntomas que han presentado ciertos pacientes de Covid-19. El circuito de ingreso y acción del virus a nivel neurológico aún es enigma, por lo que los investigadores ya están empezando a realizar estudios más en profundidad.


Cada mañana, Frank M. Carter solía levantarse apenas el sol iluminaba su casa de Goodlettsville, Tennessee. A sus 82 años, este estadounidense emprendía su rutina diaria con energía y pasaba gran parte de su tiempo arreglando el jardín y reparando su hogar. Pero a comienzos de abril, la enfermera Laura Hutcherson comenzó a sospechar que algo andaba mal con su padre: “Cada vez que lo llamaba del trabajo siempre estaba en cama”, cuenta a Tendencias. Él insistía en que estaba bien, pese a experimentar algunas náuseas y vómitos. Ella creía que sólo estaba deshidratado, así que decidió visitarlo e inyectarle fluidos por vía intravenosa.  

Fue entonces que se dio cuenta del verdadero estado de Frank. Aunque el hombre nunca había mostrado señales de demencia senil, repentinamente no sabía lo que ocurría a su alrededor. Laura recuerda que su padre tenía una mirada extraña: “No reaccionó normalmente cuando le inserté la aguja intravenosa; ni siquiera se inmutó. Parecía estar dormido o sedado”. Luego de que su padre se desmayara, su hija lo obligó a ir al doctor y fue diagnosticado con coronavirus. Sólo unos días después, Frank estaba muerto. “Desearía haber sido más insistente para que hubiera acudido antes al médico”, reflexiona hoy Laura.

No era la primera vez que los doctores detectaban indicios de que el Covid-19 afecta las funciones del centro de comando del cuerpo humano: el cerebro. A fines de marzo, una ambulancia recorrió a toda velocidad las calles de Detroit, en Estados Unidos. En su interior iba una mujer de 58 años que, al igual que muchos otros pacientes de coronavirus, mostraba fiebre, tos y dolores musculares. Al mismo tiempo, se veía totalmente desorientada y no recordaba nada, excepto su nombre.

En el Hospital Henry Ford se comprobó la presencia de Covid-19. Según consta en un reporte publicado en marzo en la revista Radiology, los médicos también sometieron a la mujer a exámenes de resonancia magnética y tomografía computarizada que sorprendieron a todos: su cerebro estaba inflamado y sus pliegues se veían hinchados. En pantalla había lesiones que contenían neuronas muertas o moribundas en regiones encargadas de retransmitir señales sensoriales, regular el estado de alerta y acceder a los recuerdos. ¿El diagnóstico? Una peligrosa condición conocida como encefalopatía necrotizante hemorrágica aguda, cuadro que a veces acompaña a la influenza y a otras infecciones virales, sobre todo en niños.

Tras varios días, la mujer logró superar la enfermedad y fue dada de alta, pero, según los investigadores, su caso y el de Frank M. Carter son cruciales porque muestran una faceta no tan evidente, pero igualmente dañina del coronavirus. Hoy el mundo está familiarizado con las señales más típicas de este patógeno que ya ha matado a más de 300 mil personas: fiebre, tos y dificultad para respirar, entre otros. Pero entre esos casos, se han dejado entrever otros con señales más inusuales, como dolores de cabeza, confusión y convulsiones, además de adormecimiento de ciertas zonas del cuerpo. Un enigma cuyo origen los científicos están intentando desentrañar y que podría tener una profunda repercusión en el diagnóstico y tratamiento de los pacientes de Covid-19: ahora el lema, dicen los expertos, debería ser prestarles atención a los pulmones sin olvidarse del cerebro.

Ilustración que muestra la estructura del coronavirus. Crédito: CDC

“Deberíamos cambiar las directrices que guían el momento en el que la persona tiene que acudir a consultar, porque estamos viendo síntomas mucho más serios que sólo las alteraciones respiratorias. Una fiebre, un sarpullido en la piel, un dolor de garganta o una conjuntivitis en conjunto con alguna señal neurológica, como que el paciente esté confundido sobre dónde está o qué le ocurre, definitivamente es un fuerte indicio para buscar atención médica y someterse a testeos”, explica a Tendencias el virólogo Jeremy Rossman, académico de la Universidad de Kent.  

Las primeras pistas de los efectos del Covid-19 a nivel cerebral surgieron en febrero, cuando neurólogos de Wuhan –la ciudad china donde partió la pandemia- publicaron un reporte en el portal científico medRxiv. Al analizar los registros de 214 pacientes, los especialistas determinaron que el 36% mostraba indicios de alteraciones en su sistema nervioso. Los síntomas más comunes incluían malestares musculares, dolores de cabeza, mareos y confusión, pero algunas personas manifestaron reacciones más particulares, como derrames, convulsiones prolongadas, alucinaciones y la desaparición del sentido del olfato. Incluso, en algunos individuos con dolores de cabeza los síntomas neurológicos surgieron días antes de que la tos y la fiebre aparecieran en sus organismos.

En un artículo publicado en el portal The Conversation, Rossman comenta que entre el 46% y el 84% de los pacientes más graves de coronavirus muestra síntomas neurológicos. Es lo que expone, por ejemplo, un estudio publicado el mes pasado en New England Journal of Medicine, y en el cual se examinó a 58 pacientes en Estrasburgo, Francia: más de la mitad se sentía confundido o agitado, mientras que las imágenes obtenidas de su cerebro sugerían una inflamación del órgano. “En los casos más graves también se hallaron cambios en la conciencia, tales como desorientación, falta de atención y desórdenes motrices, los cuales persistieron tras la recuperación”, escribe Rossman.

“Deberíamos cambiar las directrices que guían el momento en el que la persona tiene que acudir a consultar, porque estamos viendo síntomas mucho más serios que sólo las alteraciones respiratorias".

Jeremy Rossman

La neuróloga Elissa Fory, parte del equipo que diagnosticó con encefalitis a la paciente de Detroit, señala que esta gama de síntomas podría requerir alguna línea de tratamiento diseñada para el cerebro en lugar del cuerpo. “Esto es importante para todos los proveedores de salud, quienes deben estar atentos a los pacientes que presenten un nivel alterado de conciencia. Esta complicación es tan devastadora como una patología pulmonar aguda”, señaló la doctora en un comunicado del Hospital Henry Ford.

La ruta de la invasión

Los especialistas explican que los virus afectan al cerebro de dos maneras. Una es mediante la activación de una respuesta inmune anormal, llamada tormenta de citoquinas, proteínas cuya acción terminan inflamando el cerebro de los pacientes. La otra es una infección que ocurre directamente en ese órgano y que recibe el nombre de encefalitis viral. “Ambas vías son posibles. Se sabe que las tormentas de citoquinas pueden causar síntomas neurológicos, así que es una causa muy probable. Sin embargo, el virus también ha sido hallado en el cerebro. No está claro cuán frecuente es la presencia viral en el sistema nervioso central o exactamente cómo llega ahí, pero definitivamente es capaz de infiltrarse”, explica Rossman.  

La invasión in situ del cerebro por parte de un coronavirus no es nueva: durante la epidemia del síndrome respiratorio agudo severo (SARS), un pariente del Covid-19 que dejó casi 800 muertos a inicios de la década pasada, se efectuaron apenas unas pocas docenas de autopsias. Sin embargo, un informe de la Universidad de Beijing publicado en 2005 da cuenta de ocho exámenes forenses que encontraron rastros de este virus y su genoma tanto en el cerebro de las víctimas como en los pulmones, riñones, tracto digestivo y bazo.

Un laboratorio estadounidense donde se estudia el Covid-19. Crédito: Departamento de Salud de Pennsylvania

Si los estudios demuestran finalmente que el Covid-19 ataca directamente al cerebro, la pregunta sería cuál es la vía de acceso. Este órgano está protegido por la barrera hematoencefálica, la cual bloquea la entrada de sustancias foráneas, pero en algunos casos se ve vulnerada por patógenos como los que causan la meningitis. No obstante, dado que la pérdida del olfato es un síntoma común del coronavirus, algunos expertos creen que la nariz es la principal ruta de entrada al cerebro.

Joseph Berger, profesor de Neurología del Hospital de la Universidad de Pennsylvania, explica a Tendencias que el Covid-19 puede afectar directamente al sistema nervioso central provocando “meningitis, encefalitis, mielitis (inflamación de la médula espinal) o pérdida del olfato. Esta última reacción es más común que las primeras tres”. El experto agrega que si bien las teorías plantean que el coronavirus puede entrar al cerebro a través de su tejido vascular o mediante los nervios olfativos, quizás exista otra explicación más simple para los síntomas neurológicos.

“Al parecer, la mayor parte de los problemas neurológicos que se ven son consecuencia de causas más prosaicas, en particular de la hipoxemia -reducción de oxígeno en la sangre arterial- que se asocia con la infección. El cerebro simplemente no recibe el suficiente oxígeno y eso puede producirse antes de que el paciente experimente cualquier dificultad al respirar. Creo que el número de pacientes con Covid-19 que presente desórdenes neurológicos directamente atribuibles a una invasión viral del sistema nervioso, va a ser pequeño”, explica Berger.

Señales cruzadas

El misterio persiste debido a investigaciones que parecen contradictorias y otras que advierten de consecuencias a largo plazo. Por ejemplo, en marzo un reporte publicado en la plataforma Turbotax daba cuenta de un hombre de 74 años con un historial de enfermedades pulmonares, párkinson y accidentes cerebrovasculares. El sujeto se presentó en una sala de emergencia en Florida, Estados Unidos, con tos y fiebre. Los rayos X descartaron neumonía y volvió a su casa. Al día siguiente, no podía hablar ni sostener contacto visual. Una muestra nasal dio positivo por Covid-19, pero tanto el escáner cerebral como los test a muestras de su líquido cefalorraquídeo no daban indicios de infección, por lo que los doctores descartaron que el virus cruzara la barrera hematoencefálica.

Otro reporte sugiere lo contrario. Ese informe publicado en abril en International Journal of Infectious Diseases describe a un japonés de 24 años que visitó a su doctor porque tenía dolores de cabeza, fiebre y fatiga. Dio negativo por influenza, pero luego visitó otra clínica porque su migraña había empeorado. Ni los rayos X de su pecho ni los test de sangre indicaron anomalías, pero cuatro días después fue hallado inconsciente sobre su propio vómito. La tomografía mostró hinchazón en su cerebro, aunque las muestras de su nariz y garganta resultaron negativas para Covid-19. Los médicos examinaron su líquido cefalorraquídeo y hallaron el virus, por lo que establecieron que sí puede invadir el sistema nervioso central.

“Desafortunadamente, no sabemos si los efectos neurológicos son a largo plazo. Esta es una buena razón para preocuparse y respaldar la vigilancia en la búsqueda de síntomas neurológicos en pacientes de Covid-19″.

Jeremy Rossman

Médicos de la Universidad Federal de Sao Paulo ahondaron el enigma neurológico al publicar este mes un informe que sugiere que los supervivientes del Covid-19 podrían presentar más riesgo de desarrollar párkinson. Esto, porque algunas teorías plantean que esa patología podría ser gatillada por la acción directa de algunos virus en el cerebro o la inflamación del mismo causada por una infección. Además, mencionan otro dato: los nacidos durante o cerca de la mortífera gripe de 1918 fueron dos veces más propensos a desarrollar párkinson que quienes nacieron en las décadas previas o posteriores.

“Desafortunadamente, no sabemos si los efectos neurológicos son a largo plazo. Esta es una buena razón para preocuparse y respaldar la vigilancia en la búsqueda de síntomas neurológicos en pacientes de Covid-19. También deberíamos estar alertas de posibles señales en personas que se han recuperado. Por ahora, simplemente hay que estar atentos y esperar nueva información”, explica Jeremy Rossman.

Algunas respuestas podrían venir del Centro de enfermedades críticas, disfunciones cerebrales y supervivencia (CIBS), operado por la Universidad de Vanderbilt, en Estados Unidos. Con fondos de los Institutos Nacionales de la Salud, los expertos examinarán cerebros de personas fallecidas por Covid-19, en busca de daño neuronal, reducción de ciertas zonas cerebrales y alteraciones en el hipocampo, área vital en la memoria. El primer cerebro donado al proyecto fue el de Frank M. Carter.

“Aunque fue una decisión que nadie quiere tomar, tuve plena confianza de que mi padre habría estado de acuerdo. Era un hombre generoso y siempre quiso ayudar a otros que lo necesitaran. También estoy en paz, y quizás siento algo de orgullo, al saber que de la pérdida de un hombre maravilloso quizás se aprenda o se descubra algo del virus. Si todo esto ayuda, aunque sea a una persona, eso bastará para mí”, dice Laura.

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