El caso de Viktoriia Roshchyna, la periodista ucraniana que investigó el sistema de cárceles de Rusia y acabó muerta
La reportera de 27 años investigó las acusaciones de que Rusia operaba una red de centros de detención no oficiales en la Ucrania ocupada y parte de Rusia. Tras ser arrestada y permanecer recluida, las autoridades rusas entregaron su cuerpo sin detallar la causa de muerte.
Cuando Rusia y Ucrania realizaron un intercambio de cuerpos el 14 de febrero, las autoridades rusas entregaron a sus homólogos ucranianos una lista con los nombres de la mayoría de los fallecidos y las fechas en las que murieron.
La mayor parte de esos 757 cadáveres eran de soldados hombres.
En la parte final del listado, se leía: “Varón no identificado”.
Más tarde, los peritos determinaron que era el cuerpo de una mujer. Tenía la cabeza rapada, contusiones en el cuello, marcas de quemaduras en los pies y una placa con su apellido.
Cuando los médicos forenses hicieron las revisiones correspondientes, encontraron que tenía una costilla rota y posibles rastros de haber sufrido descargas eléctricas.
También se percataron de que algunos de sus órganos, incluido el cerebro, habían sido extirpados.
Las pruebas de ADN confirmaron que el cuerpo era de Viktoriia Roshchyna, una periodista ucraniana de 27 años que había desaparecido en el sistema penitenciario ruso.
La reportera había sido detenida en territorios ocupados por las fuerzas rusas en agosto de 2023, mientras se encontraba cubriendo temas relacionados a la invasión a gran escala que Rusia inició el pasado 24 de febrero de 2022.
En el momento en que fue recluida, Roshchyna se encontraba investigando las acusaciones de que Rusia operaba una red de centros de detención no oficiales en la Ucrania ocupada y parte de Rusia.
Su caso llevó a que la Fiscalía General ucraniana iniciara una investigación, bajo la presunción de que fue víctima de crímenes de guerra.
Un equipo de 45 periodistas internacionales liderado por Forbidden Stories —una organización sin fines de lucro con sede en París que continúa y publica el trabajo de periodistas que han sido amenazados, encarcelados o asesinados— ha seguido con los reporteos de Roshchyna sobre el sistema penitenciario ruso y ha investigado cómo se dio su muerte.
Se afirma que la mujer de 27 años es la primera periodista ucraniana en morir en cautiverio ruso.
El caso de Viktoriia Roshchyna, la periodista ucraniana que investigó el sistema de cárceles de Rusia
A principios de octubre, el padre de la reportera, Volodomyr Roshchyn, recibió una breve carta de las autoridades rusas en la que se le informó que su hija había muerto.
La fecha de ese escrito, reportado el 10 de octubre, era del 2 de octubre. En la misiva no se mencionó la causa de su fallecimiento.
Según informaciones reunidas por el Washington Post, medio que participa en el llamado Proyecto Viktoriia liderado por Forbidden Stories, Roshchyna pasó la mayor parte del tiempo bajo custodia en el SIZO-2 de Taganrog, en el sur de Rusia.
Dicho lugar es descrito como un centro de detención clave en el sistema de prisiones y cárceles improvisadas de las tropas rusas.
Tanto funcionarios ucranianos como de Naciones Unidas y activistas de Derechos Humanos han afirmado que miles de civiles ucranianos han sido encarcelados en estos lugares a lo largo de la guerra.
Muchos de ellos han sido detenidos sin cargos y han permanecido incomunicados durante meses, como ocurrió en el caso de Roshchyna.
Durante gran parte del conflicto, Taganrog fue escenario de abusos físicos y psicológicos sistemáticos, según registros judiciales y documentos penitenciarios revisados por el citado periódico.
Investigadores ucranianos, abogados rusos, funcionarios de inteligencia europeos y nueve exprisioneros de dicho centro han sostenido esa afirmación.
Algunas de las personas que han compartido sus relatos sobre Taganrog han decidido hacerlo bajo condición de anonimato, por motivos de seguridad o para abordar situaciones sensibles.
De acuerdo a Naciones Unidas, el trato que Rusia da a los prisioneros es “perturbador y de una magnitud extrema”.
La relatora especial de la ONU sobre la tortura, Alice Edwards, declaró: “He documentado casos graves de tortura, incluyendo simulacros de ejecución, todo tipo de palizas, aplicación de electricidad en oídos, genitales y otras partes del cuerpo, ahogamiento simulado, así como amenazas, violaciones y violencia sexual”.
“Lo considero parte de la política de guerra rusa. Es evidente que está organizada y que es sistemática”, recalcó.
Tanto el Kremlin como el servicio penitenciario ruso no respondieron a las solicitudes de comentarios del citado periódico.
Roshchyna tenía la intención de revelar cómo operaba el sistema carcelario ruso y las condiciones que enfrentan los civiles.
Las investigaciones de los reporteros que continuaron su trabajo identificaron 29 lugares en la Ucrania ocupada y Rusia, en los que exprisioneros ucranianos dicen haber sido sometidos a tortura y abusos.
Exdetenidos describieron el SIZO-2 de Taganrog como uno de los centros de detención más violentos. La periodista de 27 años pasó más de ocho meses recluida en ese lugar.
De acuerdo a sus relatos, el lugar contaba con cámaras de tortura para palizas, ahogamientos y la utilización de descargas eléctricas contra los reclusos.
Afirmaron que el hacinamiento era habitual. Se presume que Roshchyna estuvo recluida en una celda de 3 x 4 metros con otras dos o cuatros personas.
Los detenidos eran sometidos a abusos diarios, según declararon los exprisioneros.
Uno de ellos que estuvo en la cárcel de Taganrog, Yevgeny Markevich, dijo que un día escuchó a Roshchyna discutir con los guardias rusos desde su celda.
“Les dijo directamente a la cara: ‘Son ocupantes, vinieron a nuestro país, están asesinando a nuestra gente... ¡Jamás cooperaré con ustedes!’”.
Markevich sugirió que “probablemente la salvó el hecho de ser mujer”. “Si (yo) hubiera dicho algo así, me habrían matado en el acto”.
Un exprisionero llamado Mykhailo Chaplya que pasó dos años en Taganrog dijo que vio a guardias rusos torturar a prisioneros hasta el límite de sus fuerzas.
Lamentó que tiene el temor de que “con Viktoriia, fueron demasiado lejos”.
Luego de que Rusia iniciara su invasión a gran escala en Ucrania en febrero de 2022, Roshchyna fue una de las pocas periodistas ucranianas que cubrió la guerra desde territorios ocupados por las tropas rusas.
Inicialmente, cubrió para un medio digital llamado Hromadske. Más adelante, lo hizo principalmente para el periódico Ukrainska Pravda, de forma freelance.
Sus labores llevaron a que en octubre de 2022 recibiera el Premio al Valor en el Periodismo de la Fundación Internacional de Mujeres Periodistas.
“Desde el 22 de febrero, la vida de cada ucraniano ha cambiado. ... Casi todos los ciudadanos se convirtieron en soldados, incluidos los periodistas”, dijo Roshchyna en un video por ese entonces.
“Nos hemos mantenido fieles a nuestra misión: transmitir la verdad”, agregó.
Una reportera que colabora con Hromadske, Nataliya Gumenyuk, aseguró que Roshchyna “se arriesgó no por valentía ni por reconocimiento, sino porque creía que era su deber”.
Cómo Viktoriia Roshchyna investigó el sistema de cárceles de Rusia
El 5 de marzo de 2022, ella y su chófer fueron atacados a disparos cuando pasaron cerca de tanques rusos. Abandonaron el vehículo, que terminó siendo destruído, y le robaron su computador portátil y su cámara mientras se escondían en un edificio cercano.
El 11 de marzo, Roshchyna publicó un artículo sobre lo que estaba ocurriendo en Enerhodar —en la región de Zaporiyia, donde se encuentra la mayor central nuclear de Europa— bajo la ocupación rusa.
Unos días después fue detenida en un puesto de control en las afueras de la localidad de Berdyansk. Según relató la periodista posteriormente, fue interrogada por distintos soldados y luego entregada al Servicio Federal de Seguridad (FSB) de Rusia.
Tras pasar casi una semana detenida, fue liberada el 21 de marzo.
De acuerdo a su propio relato, antes de que la dejaran irse fue presionada a leer una declaración preparada en la que atribuía a los soldados rusos haberle salvado la vida.
Poco después de aquella situación, Hromadske rescindió el contrato de Roshchyna.
Dos de sus excompañeros de trabajo comentaron, según rescata el Post, que le había dicho a su empleador que no dejaría de informar desde los territorios ocupados por las tropas rusas, a pesar de los riesgos.
La periodista continuó viajando por la región y escribió sobre situaciones relacionadas a la guerra y las fuerzas rusas durante meses.
Su editora en Ukrainska Pravda, Sevgil Musaieva, declaró que en junio de 2023 le envió un mensaje en el que proponía volver a los territorios ocupados.
Roshchyna argumentó que había descubierto indicios que identificaban a agentes del FSB involucrados en los centros de detención y tortura en Enerhodar, además de informaciones que daban con los presuntos responsables de la muerte de dos jóvenes en Berdyansk.
Musaieva dijo que Roshchyna le insistió en que debía ir. Le comentó: “Tengo que ir, porque soy la única periodista que va”.
Unas semanas después, la reportera cruzó a Polonia, luego tomó un bus hacia Letonia y finalmente cruzó a Rusia. Llegó el 26 de julio.
La editora del periódico aseguró no entender cómo no la detuvieron, ya que según documentos fronterizos, Roshchyna viajaba con su pasaporte ucraniano cuando entró en el país presidido por Vladimir Putin.
Alrededor de una semana después de llegar a Rusia con el objetivo de avanzar hacia los territorios ocupados, fue arrestada en Enerhodar.
Las autoridades la enviaron a un centro de detención en Melitopol, una ciudad ucraniana controlada por las fuerzas rusas. Posteriormente, la llevaron a Taganrog.
Una excompañera de celda que estuvo con ella en esta última localidad declaró a la Fiscalía General ucraniana que, cuando Roshchyna llegó en diciembre de 2023, tenía contusiones en su cuerpo por las agresiones.
También dijo que tenía una herida provocada con un arma blanca en el brazo y otra en una pierna.
Exdetenidos detallaron que hombres y mujeres eran recluidos en celdas diferentes, pero que no había mayor separación entre prisioneros de guerra y civiles al interior del centro.
De la misma manera, afirmaron que los guardias rusos efectuaban agresiones contra los reclusos, que les impedían reír y que las condiciones de alimentación eran limitadas y no adecuadas.
Junto con ello, recibían castigos si hablaban en ucraniano, si tenían tatuajes en honor a su patria o si se negaban a reconocer la anexión de Crimea por parte de Rusia.
Dijeron que los abusos se daban tanto en los registros diarios de las celdas como en las salas de interrogatorios y torturas.
También afirmaron que oficiales rusos enmascarados utilizaban elementos como esposas, dispositivos eléctricos, palos y hasta una bañera en la que los ahogaban para forzarlos a hacer confesiones falsas.
A esto se le sumaron episodios de desnudez forzada, humillación sexual y amenazas de violación durante los interrogatorios.
Un exprisionero dijo que escuchó a los guardias rusos hablar sobre “un hombre que murió durante los interrogatorios”, mientras que otro dijo haber escuchado cómo arrastraban cuerpos por el pasillo.
Algunos prisioneros se quitaron la vida durante el cautiverio.
Después de ocho meses incomunicada, en abril de 2024, se le comunicó al padre de Roshchyna que su hija se encontraba recluida en Taganrog.
Una exprisionera declaró a la fiscalía ucraniana que la periodista había iniciado una huelga de hambre en junio y que al mes siguiente fue llevada a un hospital externo, a raíz del deterioro de su salud física.
Tras esa situación, fue llevada a una celda separada.
La abogada de la familia, Ievgeniia Kapalkina, dijo que Roshchyna pudo hacer una llamada telefónica a su padre. Esta se dio en agosto y tuvo una duración de cuatro minutos, en los que tuvieron que hablar en ruso y bajo vigilancia.
El padre de la periodista declaró que, en esa conversación, su hija no le respondió cómo ni dónde estaba.
Roshchyn dijo que los agentes le pidieron que convenciera a su hija de comer “para que no se muera de hambre”.
Ella aceptó comer, le dijo a sus progenitores que los extrañaba y que esperaba ser liberada en septiembre.
Un excompañero que había estado en el centro le afirmó tiempo después que su hija fue sacada de su celda el 8 de septiembre, mientras que una fuente de Musaieva dijo que Roshchyna sería incluida en una liberación de prisioneros del 13 de ese mes.
No obstante, aquello no ocurrió.
Antes de esa fecha, el 10 de octubre, el padre de Roshchyna le contó a Musaieva que las autoridades rusas le habían confirmado su fallecimiento.
A pesar de que envió solicitudes para saber sobre dónde estuvo y el trato que recibió, estas fueron rechazadas.
A finales del año pasado, el jefe de la prisión de Taganrog, Alexander Shotda, envió una carta al Comité para la Protección de Periodistas en la que afirmó que no había registros de la detención de la reportera en el SIZO-2.
Un mes después, en enero, Roshchyn recibió una segunda misiva enviada por Shotda, en la que se le aseguró que su hija “no figura ni ha figurado en los registros” de dicho centro.
Cuando fue consultado por el Post sobre el caso de Roshchyna, el jefe de la prisión prefirió no hacer comentarios.
La investigación de las autoridades ucranianas está en curso.
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