Isabel Plá: "Hay un mundo chiquitito que insiste en meterme en una caricatura"

La ministra de la Mujer y la Equidad de Género asumió rodeada de un aura de conservadurismo, sobre todo a raíz de las posturas que como columnista y tuitera manifestó con respecto al aborto. Aquí muestra cuánto tiene de eso y cómo ha construido su concepto de la mujer desde lo biográfico a lo político.


-¿Cómo se ha sentido como ministra?

-Muy bien, fíjate. Fue fuerte el aterrizaje, pero agarramos velocidad y estoy cada vez más entusiasmada.

-¿Por qué fue fuerte la llegada?

-Mi vida era más de estudio, más tranquila. Era además activa en opinión pública, en paneles, escribía columnas; y pasar a ser parte del gabinete es un cambio brusco.

-¿Qué implica para una persona activa en las redes sociales ser parte del gobierno?

-Me tuve que adaptar en 24 horas. Porque uno el cambio lo asume desde el día en que te nombran. Altiro te dicen "usted ya no es Isabel Plá. Ahora es la ministra Plá y tiene que actuar de acuerdo a lo que representa". Al principio uno se anda frenando: "Uy, de veras que no puedo retuitear esto", pero te acostumbras rápido.

-¿Borró algunos de sus tuits?

-No. Tal vez si lo hubiera hecho no habría tenido la lluvia de cosas que tuve. No lo había pensado, fíjate. Creí en la libertad de expresión. Si hubiera sido más mal pensada, hubiera borrado algunos. Pero bueno, estoy muy contenta de ser lo que soy.

-¿A qué se refiere con la lluvia de cosas que tuvo?

-A las piedras que me tiraron.

Las piedras son las críticas que surgieron apenas el Presidente Sebastián Piñera la designó ministra en enero. Esta militante UDI de 54 años lleva más de dos décadas en política. En los 90 militó en RN y fue asesora de María Angélica Cristi, una de las pocas diputadas que tuvo el Congreso en los comienzos de la transición. Ambas se cambiaron después a la UDI, desde donde Plá fue concejal en Peñalolén, vicepresidenta del partido y coordinadora de la Unidad de Coyuntura de la Segpres durante el primer gobierno de Piñera, tras lo cual se integró a la Fundación Avanza Chile que éste creo tras terminar su periodo presidencial. Pese a su currículum, hasta su designación ella era poco conocida fuera del mundo político y de su sector. Pero había dejado una huella en las redes sociales que los interesados en conocer a la sucesora de Claudia Pascual, la ministra del PC bajo cuya gestión se aprobó la despenalización del aborto en tres causales, encontraron rápidamente: "Probablemente ya estaré muerta, pero alguna vez en Chile y en el mundo el aborto será considerado tan impensado como la esclavitud", escribió Plá en Twitter en julio de 2017, mientras se discutía el proyecto en el Senado, a lo que se suman varios otros comentarios en esa línea que fueron profusamente replicados en medios y redes sociales.

La ministra se queja de que hubo mucho bullying y troleo anónimo. "Hay un mundo chiquitito que insiste en meterme en una caricatura", dice.

-¿No pensó que iban a criticarla por sus declaraciones sobre el aborto?

-Es que yo, sobre el aborto, he tenido posiciones que son las del Presidente de la República y de la inmensa mayoría de los parlamentarios de mi sector. El 100% de las bancadas nuestras votaron como yo pienso. Es decir, yo no soy la excepción, ¡yo soy la regla!

-¿Hubo algo que le llamara la atención?

-Sí, que hasta salió un ex pololo mío al baile. Decían algo así como "ah, claro, ahora se hace la cartucha cuando anduvo con fulano de tal". Fue insólito, era un pololo que tuve cinco o seis años antes de conocer a mi marido, Luis Felipe Olivares (con el que lleva casada 21 años). También visualicé con más claridad que hay un grupo que realmente fiscaliza lo que los demás piensan y le gusta ridiculizar. Eso me preocupó, porque son pocos pero con mucha influencia y ningún chileno o chilena debe sentir miedo de decir lo que piensa. Yo tengo mucha personalidad, es mi pega, pero soy una minoría.

-¿En qué sentido es una minoría?

-En que a mí no me amedrentan. Hace 15 años me hubiera costado más, pero en política estamos entrenados para la exposición y los debates difíciles.

-¿Cuándo empezó su entrenamiento?

-Estoy en política desde el año 93, 94, pero el entrenamiento de verdad empieza cuando uno asume un papel más activo, en mi caso, cuando fui candidata a concejal en Peñalolén en 2004. En una campaña te enfrentas a lo que la mayoría de las personas comunes piensa de los políticos.

-Usted trató en 2009 y en 2013 ser candidata al Congreso: ¿por qué no lo logró?

-En 2008 dejé de ser concejal, para presentarme diputada en el cupo de María Angélica Cristi. Pero el partido le pidió a ella que se repostulara. Entonces me vine a trabajar al gobierno, a la Segpres. En 2012 me planteé intentarlo otra vez. Hice harta precampaña, armé equipos y otra vez me dijeron que no. Eso sí fue tremendamente duro, porque yo ya tenía carrete, más nombre. Ahí pensé: "Definitivamente no me van a abrir nunca la puerta, porque si no lo hacen ahora que sé que estoy marcando y podría ganar y le dan ese cupo a José Antonio Kast, para que a su vez él le ceda el suyo en San Bernardo a Jaime Bellolio, quiere decir que yo no soy del club". Esas son las cosas que pasan en política, son dolorosísimas.

-¿Influyó que fuera mujer?

-No. A las mujeres nos cuesta más en los partidos tal como a todas las que estamos haciéndonos un espacio en ambientes de responsabilidad. Pero hay otras discriminaciones que no son por género. En la política influyen mucho las afinidades personales y yo no pertenecía a ningún grupo, no tenía padrino. Me había hecho camino sola y me había ganado un espacio, pero también tenía fama de ruda y seria.

-Usted dice que no tuvo padrinos, pero sí una madrina, María Angélica Cristi.

-Mira, lo que yo he tenido son personas que me han ayudado, mentores. Hay una diferencia entre mentor y padrino. La señora María Angélica fue una de ellas. No me preguntes por qué, pero nunca le dije Maqueca ni la traté de tú. También hay otras mujeres que marcaron mi vida.

-¿Quiénes?

-Me llamo Isabel Cecilia, los nombres de mis abuelas. Todos los días me acuerdo de ellas. Dos mujeres fuertes, sostén de sus familias. Por el lado materno eran comerciantes en Quillota, de origen árabe, y ella llevaba el negocio. Mis abuelos paternos llegaron de España, con mi papá joven, tenían un criadero de aves y mi abuela era muy empujadora. No recuerdo que alguna de ellas se tomara vacaciones. Me dieron ese mensaje de la importancia del trabajo, el orden, el respeto, el control de la vida. Mi mamá también era así, pero menos fuerte y revelada. Aceptaba más su rol de mamá y me mandaba unos mensajes de los que no me quiero ni acordar.

-¿Qué tipo de mensajes le daba?

-Me decía cosas como "no hable tan fuerte. Una señorita no habla así" o "la mujer no es tan lindo que opine tanto". ¡Imagínate a lo que me dediqué yo en la vida! Era esa idea de "te tocó ser mujer, tienes que bancarte eso".

-¿Cuándo decidió que usted no quería ser como su mamá?

-Yo en muchas cosas sí quería ser como ella: admiraba su jovialidad, pasó por cosas difíciles en su vida, sobre todo económicas, y tenía capacidad de levantarse. Nunca la vi deprimida, botada. Pero como a los 20 años me di cuenta de que también había ciertas cosas que no quería replicar. No quería ser tan abnegada en el sentido de que no iba a ser una mujer que enfrenta su destino como algo que le tocó.

A esa misma edad, Isabel Plá dejó la casa de la familia, y se vino de Concepción a Santiago a estudiar Derecho en la Universidad Gabriela Mistral. Dos años después renunció por problemas económicos. "No pude más, la mensualidad, no tenía dónde vivir, se había cerrado mi casa, nos fuimos a Quillota. Mi mamá siguió adelante, nos mantuvo unidos, eso es muy bonito, éramos cuatro hermanos".

-¿Y su papá?

-Él también estaba intentando pararse, ya no tan joven, después de haber pedido un crédito con el dólar a 39 que en seis meses había subido a 200. Yo no me hice mucho problema, me fui a vivir a la casa de un tío, siguió la vida, nos vinimos a Santiago, tenía mis pegas esporádicas, en la Fisa, vendiendo cosas, y años después estudié Relaciones Publicas. Posteriormente trabajé en la organización de la Bienal de Arquitectura del 91, mi primer trabajo serio y a tiempo completo. Me encantó tener responsabilidades, horarios. Y luego conocí a la María Angélica Cristi. Fueron 19 años juntas, las dos crecimos en política y de ella aprendí harto en muchos temas.

-¿Cómo se define usted en términos valóricos?

-Por favor, no me digas ni conservadora, liberal, no me gustan esas categorías. Yo soy una persona libre. Esa libertad de poder decidir es algo que siempre he valorado. Cuando tuve restricciones económicas, lo que realmente me hacía sentir incómoda, con camisa de fuerza, no era no poder tener unos zapatos ricos, sino que no ser libre porque hay decisiones que tienen que ver con los ingresos propios. Así soy yo. Siempre he tenido la capacidad de decir que no si encuentro que no está bien. Mira, un ejemplo: antes de que el Presidente me nombrara ministra fui al consejo directivo ampliado de la UDI, en enero. Pedí la palabra y expliqué que como partido teníamos que enterarnos de que Chile ha cambiado en los últimos años. "Primero", dije, "Chile es hoy un país democrático, enterémonos ¿ya?".

-¿En la UDI hay gente que no está enterada de que Chile es un país democrático?

-Se enteran, todos nos enteramos -a veces en el PC también se les olvida-, pero a algunos les cuesta en su ADN. ¿Me entiendes? "Segundo", agregué: "Pasamos de ser un país pobre a uno de clase media. Tercero, aquí la libertad individual es un bien intransable. Y cuarto, la idea de mujer hoy es distinta". En eso siento unas risotadas atrás, no te voy a decir de quién. Eso, argumenté yo, es no entender cuál es la visión nueva de la mujer. Reírse. Se produjo una cosa muy heavy. Yo puedo decir esas cosas y las digo.

-¿Cuál es esa nueva visión de la mujer de la que habló?

-La visión es que hoy la mujer es exactamente igual que el hombre en derechos, deberes y obligaciones. Pero en concreto no estamos en igualdad de condiciones y por eso ha resurgido tan fuerte el movimiento feminista. Las mujeres tienen brechas prácticamente en todo: ganamos un 30% menos, tenemos un 30% menos de pensiones, pagamos hasta tres veces más en la isapre, hay más mujeres pobres que hombres, tenemos hasta 10 veces más posibilidades de ser víctimas de la violencia. Y la mirada que en cambio ya no existe, y que era muy común en los 90, sobre todo en la centroderecha, es esa del "rol de la mujer". No hay un rol de la mujer. Somos seres humanos y cada uno decide lo que quiere ser o debe tener el derecho a hacerlo. Si quiere o no formar pareja, tener hijos, seguir una carrera.

-Usted, por ejemplo, no tiene hijos.

-No, no pude… No pudimos, me corrige siempre mi marido. Tratamos varios años y cuando llegué a los 40 empecé a asumirlo con bastante serenidad. Justo en ese momento empezaron a llegar los sobrinos, mi mamá a hacerse más viejita y a necesitarme más. Se juntaron esas dos cosas. De todos modos yo soy una agradecida de la vida, de todo, también de las penas, porque estas te permiten ver la vida de otra manera. Pero he tenido la posibilidad de amar, de cuidar a otros, a mis hermanos, mi hermana y mi sobrina, ella es la única sobrina mujer y es muy importante para mí. Y me hace feliz dedicarme a la política. (…) Eso sí, sufrí el estigma de no tener hijos, las señales que te manda la sociedad cuando no los tienes.

-¿Qué tipo de señales recibe una mujer que no tiene hijos?

-A las mujeres en Chile tradicionalmente se nos evalúa sólo desde la maternidad, que obviamente es un don maravilloso, pero es injusta una sociedad que sólo les pone nota a las personas por su condición de madre o padre. Yo valoro que en este país cada vez más mujeres decidan por sí mismas qué quieren hacer en su vida. En este ministerio y gobierno estamos trabajando para que ese número sea cada vez mayor.

-Usted se opuso a la ley de cuotas para la incorporación de la mujer en política, ¿cambió de opinión?

-Sí, me opuse tal como se opuso mi sector, durante harto tiempo, probablemente hasta cuando a mí me dejaron fuera. Aunque no creo que me dejaran fuera por ser mujer, sí me di cuenta de que habían pasado 34 años desde el retorno a la democracia y todavía no llegábamos ni al 20% de mujeres en el Congreso. Había que darle un empujón, así es que cambié de opinión. Después de la elección me di cuenta de que resultó y nos pegamos un salto porque los partidos tuvieron que buscar candidatas. Por eso creo en las cuotas como una forma temporal hasta que alcancemos niveles aceptables de participación de mujeres, ya que todavía estamos lejos.

-¿Sobre el aborto, cuál es su posición actual?

-La misma. La puedes leer en los miles de tuits que se publicaron con mis frases, columnas. Está ahí y no he cambiado, pero ahora que soy parte de un gobierno, tenemos que cumplir con la ley. Desde este ministerio tengo que procurar que se respeten los derechos de las mujeres, que se cumpla en todo su espíritu, que haya el adecuado acceso a la información, acompañamiento, implementación en todos los puntos del país, desde Arica hasta Magallanes. Esa es mi pega.

-¿Le cuesta implementar una medida a la que se opone?

-No. Cuando uno se mete a la cancha en la política, acepta las reglas. Hay una vía democrática para resolver las diferencias que es el Congreso, y esta es una ley legítimamente tramitada y con apoyo de una amplia mayoría. Si yo desconociera esto, no podría ser parte de un gobierno. Siempre lo tuve claro, como todos en el gabinete.

-¿Qué piensa de temas aún en el Congreso como la ley de identidad de género?

-Yo celebro la posición del Presidente. Un gobierno serio tiene que entender cuando hay un debate que emerge con la fuerza de este. Más allá de a cuánta gente afecta -si son 45,400 o 4,000- lo importante es que está tocando a una serie de personas en su dignidad y estoy a favor de que se acepte el cambio de nombre registral para los mayores de edad sin otro requisito que su voluntad y para los menores de entre 14 y 17 con el apoyo de sus padres. Me cuesta entender que otros no comprendan que un gobierno debe mirar los debates que están emergiendo, sobre todo cuando lesionan la dignidad de las personas.

-Es su partido el que se opone.

-Algunos, no todos.

-Hay un tuit suyo al respecto al acoso callejero que fue muy criticado. Decía: "Espero que no se confunda acoso con piropo. A la mayoría de las mujeres nos gustan los piropos y no tenemos complejos con la femineidad".

-Sí, fue hace varios años, pero claro, por supuesto todo lo que dije hace 5, 10, 15 años es como si lo hubiera dicho ayer. Para poder hacer la caricatura. Pero tampoco nadie mencionó los mensajes que mandé en contra de la violencia, el machismo, la muñeca de goma en la Casa de Piedra. Tampoco puedo andar dando explicación por cada cosa que dije, ¿me entiendes? Me da rabia, nadie dijo lo que yo soy, sino que lo que les convenía que fuera. Pero te voy a decir más: la que hubiera estado sentada aquí hubiera sido objeto del mismo apedreo. Si no por las columnas, por otra cosa porque veo difícil que el Presidente hubiera puesto a una mujer muy distinta a mí. ¿Y sabes qué me tiene hasta aquí?

-¿Qué?

-Que yo estoy feliz haciendo la pega, me encuentro con mujeres que están enfrentando problemas, y les encanta una ministra que habla de violencia, de corresponsabilidad, de las cosas que les pasan todos los días y mientras tanto los cinco pelagatos que todavía me estarán tirando piedras están en su microclima de mundo cómodo, pensando en la leserita chica. ¡Dejen de mirarse el ombligo! Ya, sí, dije eso ¿y? Las feministas ultras están convencidas de que nosotros tenemos que nacer sintiendo, pensando y deseando lo que desean ellas. Y si nosotros nos salimos de ahí, no calificamos para vivir. Y no es así, en la vida uno aprende cosas.

-¿Cómo qué cosas aprende uno en la vida?

-Por ejemplo: ahora entiendo que el acoso callejero ha adquirido mucha sensibilidad. Al igual que el que ocurre en las universidades. En los últimos años me he dado cuenta de que es un temazo, no sólo el acoso sexual en la educación superior, sino que también la ridiculización de las mujeres. El impacto del acoso callejero lo he entendido más recientemente, pero me doy cuenta de que es una preocupación y que va mucho más allá del piropo, pero alguna feminista me dijo, en buena, "¿sabes qué?, para evitar el acoso callejero es mejor no tolerar ni siquiera los piropos". Y bueno, está bien, que no haya piropos, entonces.

-¿Cuál espera que sea su legado?

-Me gustaría ser recordada como la ministra que implementó el derecho universal a la sala cuna. Está el proyecto de ley de sala cuna que va a terminar con el límite a partir del cual las empresas tienen que entregar ese derecho. Tras eso me gustaría que progresivamente caminemos a que la sala cuna sea un derecho que se le puede otorgar al padre, no exclusivamente a la madre. También me gustaría ser la ministra que recuperó el protagonismo de esta institución en la lucha contra la violencia hacia la mujer.

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