El innovador proyecto que le da al aceite una segunda oportunidad

Bioinnova convierte el aceite de cocina no solo en biodiesel, sino que también en productos como barnices protectores de madera, resinas y desmoldantes de hormigón.

A través de la recolección en restoranes, hoteles, supermercados y casas, Bioinnova reutiliza cada mes 40 toneladas mensuales de aceite de cocina para generar biodiesel y materiales de construcción. Víctor Albornoz y su equipo han conseguido dar trabajo en Temuco y buscan generar conciencia sobre el cuidado medioambiental.


Hace 12 años, Víctor Albornoz -en ese entonces recién titulado como Ingeniero Civil Químico- estaba viendo televisión con su papá cuando algo les llamó profundamente la atención a ambos. En pantalla, una persona mayor mostraba cómo cargaba su tractor con biodiesel, un biocombustible líquido producido a partir de aceites vegetales y grasas animales, notoriamente menos contaminante que el convencional.

“Mi papá me dijo: ‘¿Por qué no haces eso tú para las micros y buses que yo tengo?’. Eso lo tomé como un desafío y una oportunidad”, comenta Albornoz. Así fue como nació un exitoso emprendimiento: Bioinnova, firma que se acerca a retirar el aceite de cocina usado desde casas, restaurantes, hoteles y otros locales para transformarlos no solo en biodiesel, sino que también en productos muy valiosos para la industria de la construcción, como barnices protectores de madera, resinas y desmoldantes de hormigón.

El rubro de la ingeniería civil química en La Araucanía, específicamente en Temuco, no tenía entonces muchas oportunidades laborales, por lo que para Víctor Albornoz la idea de embarcarse en este proyecto fue un impulso para poder avanzar en su carrera. Hoy, después de más de una década, su empresa es la principal recolectora de aceite de la región, con más de 800 clientes y 40 toneladas de aceite reciclado mensual.

En Temuco, actualmente Bioinnova tiene diez puntos de reciclaje que se suman a sus camiones recolectores. Las personas pueden llenar una botella de aceite usado de su cocina y llevarlo.

Con la idea de hacer biodiesel, Víctor Albornoz comenzó a hacer tratos con algunos locales del sector para que le pudieran proveer poco de aceite para hacer pruebas. Su idea base era desarrollar un modelo de negocios muy asociado a la sustentabilidad y la economía circular, algo que pudiese entregar valor local a Temuco.

Con ese proyecto postuló a un fondo de Sercotec. “La recepción fue muy buena. Si bien no era un negocio que diera frutos inmediatos, era totalmente escalable por sus múltiples posibilidades. Así que con una inversión de tres millones de pesos pudimos partir”, afirma el fundador de Bioinnova.

En sus comienzos, el emprendimiento solo se enfocó en hacer biodiesel a partir de los aceites residuales, aunque las posibilidades era muchas más. “El principio de la empresa era generar valor a los residuos; por eso empezamos con el aceite, porque había buen mercado para recolectarlo, y comenzamos con el biodiesel porque también tenía buen mercado para comprarlo”.

En ese entonces, tal como se lo prometió a su padre, Víctor Albornoz logró ayudarlo con el combustible de sus micros. El biodiesel generado con aceite reciclado comenzó a usarse en tres de las diez líneas de buses que hay en la región, incluyendo Narbus, que también existe en la capital.

Después, cuando lograron hacer acuerdos con los restoranes y supermercados más importantes de la región, empezaron a entregar biodiesel a otras empresas y finalmente avanzaron hasta desarrollar otros tipo de productos, como el desmoldante para hormigón o el barniz protector de maderas. “Desarrollamos un producto básico, pero al final logramos crear uno más premium, con mucha más llegada. Al mismo tiempo desarrollamos un protector de maderas y una resina”, explica. Se refiere a proyectos de desarrollo sustentados por Corfo en conjunto con la Universidad de la Frontera.

Reciclar y hacer cumplir la ley

Actualmente Bioinnova cuenta con cuatro vehículos dedicados a la recolección de aceite. Uno trabaja en Temuco, mientras que los otros tres se mueven entre Los Ángeles hasta Osorno (en un futuro cercano esperan poder llegar hasta Chiloé). En estos camiones trasladan los contenedores que dejan en cada local y que luego retiran llenos de aceite; cada uno tiene una capacidad de 8 mil litros, que luego llegan a la planta para ser procesados a partir de una mezcla de procesos físicos y químicos desarrollados por la Universidad de La Frontera, que permiten transformar esta materia prima en un producto de mayor valor”, afirma Víctor Albornoz.

El biodiesel, por ejemplo, se origina a partir de aceite mezclado con un metóxido (metanol con soda cáustica), lo que finalmente entrega glicerol. Los otros métodos van variando dependiendo de qué se quiera hacer, siempre ayudados por la tecnología.

Para los locales que utilizan, por ejemplo, aceite de cocina en sus procesos, reciclar sus residuos líquidos es un requisito de la Seremi de Salud para obtener los permisos sanitarios correspondientes. Por esta razón, Bioinnova cumple un doble propósito: crear valor a partir un compuesto que ya no tiene vida útil en la cocina y, además, ayudar a las empresas a gestionar su reciclaje. “Chile tiene una muy baja tasa de reciclaje respecto de otros países. En el caso del aceite hablamos de un compuesto extremadamente contaminante. En Chile su reciclaje se regula por normativa, de todas maneras se necesita un trabajo para hacer conciencia en la industria, ya que todavía hay un porcentaje de locales que le da aceite a los chanchos o lo entierra de forma ilegal”, comenta Albornoz.

Hoy Bioinnova recicla 40 toneladas mensuales de aceite. “En los meses buenos alcanzamos los 60. Nuestra meta es llegar a las 80 este año”, cuenta Víctor Albornoz, segundo de derecha a izquierda.

Cada vez que la Seremi de Salud identifica un lugar donde el aceite no se procesa de la forma adecuada, entonces llama a Bioinnova. “Nos ha pasado más de una vez; especialmente cuando se descubren locales que, aun teniendo nuestros contenedores, botan el aceite en un hoyo en la calle. Una vez, un lugar dejó sin luz eléctrica a sus vecinos porque el aceite se había “comido” los cables”.

Hoy Bioinnova recicla 40 toneladas mensuales de aceite. “En los meses buenos alcanzamos los 60. En verano, por ejemplo, por la cantidad de gente que llega como turista. Nuestra meta es llegar a las 80 este año”, cuenta Víctor Albornoz. Trabajan con dos cadenas de supermercados locales y con una gran fábrica de pastas, a quienes retiran su aceite desde Santiago.

Generando mayor conciencia

Víctor Albornoz hace mucho énfasis en que si bien hay muchas otras empresas que hacen el mismo trabajo de recolectar aceite residual, la mayoría de estas lo exportan a España, a la Unión Europea y Estados Unidos. Bioinnova, sin embargo, ha optado por generar impacto dentro de Chile. “Apelamos mucho al desarrollo en la región, generando valor aquí mismo, dando empleo y llamando a la gente a hacerse parte del proyecto” comenta.

Dentro de ese marco, siente que lo más importante está en la conciencia y educación medioambiental, algo que puede ver cómo ha avanzado en los últimos años. “La cantidad de personas comprometidas con la causa y que entregan su aceite domiciliario es mucha más que hace diez años; esto se puede deber a la Ley REP, donde no está incluido el tema del aceite pero sí genera una discusión que termina en el conocimiento de estos problemas”.

Según su visión, el problema radica en el cambio de conciencia más que en las leyes duras, ya que sin importar que severa sea la ley y las multas, es la falta de fiscalización la que genera instancias como la del aceite escondido en hoyos en el suelo.

En Temuco, actualmente Bioinnova tiene diez puntos de reciclaje que se suman a sus camiones recolectores. Las personas pueden llenar una botella de aceite usado de su cocina y llevarlo. Actualmente se encuentran gestionando convenios con diferentes municipios para colocar más puntos limpios para las personas.

El aceite domiciliario es un tema muy importante, ya que en esa instancia es la persona quien debe ir al punto de acopio. “Hemos hecho campañas donde los primeros en inscribirse podían donar el aceite y nosotros ir a buscarlo. Para el Día de la Tierra ofrecimos ese servicio a las primeras 40 personas que se inscribieran”. Para su sorpresa, más de 300 personas en la ciudad se inscribieron en menos de dos horas, cuando en ocasiones anteriores en ese rango de tiempo no se había inscrito nadie. “Finalmente ampliamos el cupo a 600 y estuvimos dos días seguidos yendo alas casas de las personas. Ahí se nota que hay una conciencia diferente, y eso nos hace tener muchas esperanzas en el futuro”, sentencia Albornoz.

Los planes para Bioinnova siguen creciendo. Hoy tienen un socio estratégico en la Región Metropolitana. A él le compran aceite y también le venden. Al mismo tiempo que comercializan su desmoldante para hormigón, sus pinturas y protector de maderas (desde la empresa y a través de otras marcas más expertas en esas materias), también trabajan en innovar para desarrollar más productos de valor. “Hay mucho campo para esto en la industria minera, por ejemplo, pero por ahora nos estamos enfocando en seguir dándole valor a la región, desde lo que sabemos hacer”.

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