30 seconds to Mars: imágenes paganas
Mientras el público se retira y las chicas comparan sus fotos del espectáculo conrisas excitadas, las dudas aumentan: ¿qué es exactamente lo que acaba de suceder?
Había una batería de afiche de heavy metal, unos teclados, un tipo que tocaba guitarra a ratos, un bajista escondido. Coloridos globos gigantescos y estallidos de confeti cayeron sobre la platea, todo antes de los 15 minutos de show. Es la resaca de la noche del martes en el Movistar Arena, con unas 5000 adolescentes camino a sus casas convencidas de haber presenciado el show de sus vidas gracias a 30 seconds to Mars, la banda de rock con múltiples etiquetas -pero dejémoslo en emo-, que el ganador del Oscar Jared Leto (42) tiene con su hermano Shannon (44), desde 1998.
A fin de cuentas, esas miles de jovencitas cantaron y saltaron de comienzo a fin, movieron los brazos de acá para allá, y retrataron al cantante a muy poca distancia, cuando hacia el final del número se instaló en el sector de la mesa de sonido con una guitarra acústica que prácticamente no tocó, a costa de largos discursos. Porque ese es un detalle. Jared Leto puede tener una banda de rock, pero nunca deja de ser actor. Y ese profesional tiene líneas que decir a esas chicas que podrían ser sus hijas, por ejemplo, que jamás podrá olvidar esta noche. Tarea difícil, porque 30STM tiene el record de conciertos en una gira, 300 en un año.
Deberíamos hablar de canciones pero cuesta porque son seriadas. La cadena de montaje parte con unos teclados que invariablemente remiten a la intro de Where the streets have no name de U2, luego la batería intenta un fraseo de pretensiones progresivas y escaso diálogo con la monotonía de acordes al estilo Coldplay que continúa, coronadas por una simple melodía vocal en tono sufriente que, por cierto, ya fue antecedida por un coro que simplemente dice "ohh".
A pesar del volumen, el resultado es pobrísimo porque la puesta en escena descuida notoriamente la calidad del sonido (el bajista fondeado tras una tarima fue inaudible), y porque los intérpretes, como si se tratara de un musical antes que un verdadero concierto de rock, solo se preocupan de cómo lucen y del gesto sugerente de intensidad, antes que una ejecución sólida.
El más empeñoso es Jared, convencido de representar lo mejor posible el papel de estrella del rock en la senda de Bono. Como es guapísimo, la barba, el pelo largo y los intensos ojos azules, se prestan para esa imagen religiosa mesiánica que hoy representa, como en el pasado fue un chico de mohicano, o de explosiva cabellera oxigenada. Es un actor, ejercita roles, y 30 seconds to Mars es su propia película en tiempo real, donde lidera un grupo que en vivo no existe.








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