Anita Tijoux: las palabras son balas
En la industria de la música impera el hábito de cocinar lo más rápido posible el éxito de un artista, y esa urgencia puede acabar con un desarrollo natural y orgánico. Quizás Ana Tijoux podría figurar hace mucho en los canales de video música contoneándose sugerente y vacía, o más cerca del panfleto que de la sustancia. A cambio la tenemos plantada y reconocida en escenarios de distintos continentes, con un discurso musical que reivindica las bases de la cultura hip hop y de la música urbana, como una expresión donde el mensaje y el envoltorio se cuidan al máximo, porque se respeta y se cree sinceramente cuanto se dice. La noche del viernes, con La Cúpula del Parque O'Higgins casi a tope, la intérprete aventajada del género en Chile presentó oficialmente su notable cuarto álbum, Vengo, asumiendo que su obra requiere la presencia de una gran banda soporte.
Si Tijoux quisiera arrullarse en los clichés, podría convocar a un DJ y un par de músicos de apoyo, envasando la sonoridad de sus canciones, con el beneficio de recrear sin mayores problemas el registro de estudio. Pero lo suyo ya no es un fraseo afortunado con una base en la retaguardia. Son canciones complejas, de grandes ornamentos, donde la métrica resulta elástica y los instrumentos se combinan en un poderoso núcleo, bajo la dirección del productor Andrés Celis, pivotando desde la batería. El arranque con el tema que da nombre al álbum puso a la sección de bronces en primer plano, gracias a un arreglo sencillamente espectacular con miras al altiplano, mediante una cadencia capaz de mover al más tieso. La decena de músicos sobre el escenario se articuló en un solo cuerpo comandado por la voz de Tijoux, un registro que ha ganado una enormidad en recursos expresivos. Aunque su territorio base es el rap, Ana Tijoux también se desdobla en soul, jazz, R&B y, sobre todo, folclor urbano chileno.
Desfilaron canciones nuevas como Río abajo, con una intro que recordó a Los Jaivas, como un ritmo de cajón peruano y salsa introdujo con gracia Antipatriarca, dedicada por Tijoux a su padre. También figuraron Somos todos erroristas, Somos sur, Los peces gordos no pueden volar, y títulos clásicos de su repertorio como La rosa de los vientos, el éxito impreso junto a Makiza a fines de los 90, y 1977, el single que le dio notoriedad trasatlántica.
A pesar de detalles como ciertas armonías destempladas por parte de algunos músicos, y una condición más bien estática de la protagonista en el escenario, ligera zancadilla a la energía vital y sinuosa de su repertorio, el número de Ana Tijoux es el de una cantante con orquesta de estos tiempos, que busca mover los cuerpos sacudiendo mentes y corazones.
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