Arándanos en Pucón




En una feria artesanal de Pucón, me llamó la atención un puesto que vendía frambuesas y arándanos. Yo había pasado hace unas horas por el supermercado precisamente a comprar arándanos, pero ya no quedaban. En cambio, en este puesto de la feria artesanal las repisas estaban repletas. Me acerqué a comprar un par de cajas no sin antes preguntar el precio. "Dos mil pesos la caja", me dijo la señora que atendía el local, a lo cual le repliqué que en el supermercado costaban mil trescientos pesos las mismas cajas. La señora molesta me contestó, "pero estos son más caros porque los cosecho yo. Es mi trabajo y yo lo valoro mucho". Fin de la conversación. Compré dos cajas y me fui.

Obviamente que el trabajo de la señora de la feria artesanal es valioso, pero en una sociedad compleja, como las sociedades modernas, el valor de las cosas y del trabajo involucrado en hacerlas no depende del mérito, sino que de lo que otros estén dispuestos a pagar por ellas. En estructuras simples como la familia, o incluso un colegio, el arreglo social podría ser distinto y no tendría nada de mal, pero cuando la gente va a comprar arándanos, la mayor parte de las veces no existe una relación afectiva entre el comprador y el vendedor o productor.De manera que los compradores toman sus decisiones sobre la base de poder conseguir los mejores arándanos al menor precio.Por eso es que mientras los "berries" que se vendían a "luca trescientos" en el supermercado se habían agotado, el puesto de la feria artesanal que los vendía a "dos lucas" estaba repleto de cajas.

Pareciera que este mismo concepto aplicado a otras situaciones de la vida no es tan obvio para la gente. Por ejemplo, es común escuchar que las personas se quejen de que en su trabajo no valoran su esfuerzo. También es común que la gente solidarice con las demandas salariales de los músicos porque tocan "tan bonito", aunque rara vez compran una entrada para ir a escucharlos. O a la inversa, que la gente se queje de los altos precios de un café en el Starbucks y siga tomándose un café en ese lugar todas las mañanas. Estos ejemplos reflejan la confusión común en las conversaciones cotidianas de la gente entre mérito (esfuerzo) y productividad (valor). Las sociedades modernas y complejas remuneran la productividad y no el esfuerzo o el mérito, exceptuando a quienes se dedican a la filantropía.

Puede ser meritorio que yo haga mi mayor esfuerzo por jugar bien tenis, pero si no hay nadie dispuesto a pagar por verme jugar, todo ese esfuerzo poco vale en el mercado. Obviamente que mi madre podría haberme dado una mesada para que yo siguiera jugando, pero si me hubiese dedicado al tenis, ¿debería culpar a otros porque a pesar de mi esfuerzo, mis ingresos son paupérrimos? ¿Sería razonable que yo organizara una protesta porque el Estado no me da una beca para dedicarme al tenis? ¿Tendría sentido que el Estado forzara al resto de los chilenos a financiar mi carrera tenística cobrándoles impuestos y dándome una mesada? ¿Tendría sentido que El Estado forzara a la gente de Pucón a comprarle arándanos a la señora de la feria a dos lucas, cuando éstos se pueden conseguir a luca trescientos en el supermercado?

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