Avances y desafíos en desigualdad




LA RECIENTE publicación Desiguales del PNUD entrega un completo y actualizado panorama de la desigualdad social en Chile (www.desiguales.org). En el libro se analizan las brechas de salarios e ingresos, la concentración de la riqueza en el 1% más rico, la desigualdad de trato y dignidades, la distribución de oportunidades, la influencia del dinero en la política, el acceso diferenciado a pensiones y salud, entre otros.

El texto profundiza en las causas del problema y muestra cómo se vive la desigualdad y que relación entablan personas y grupos según su posición social. Asimismo, da cuenta de la evolución de la desigualdad a través de la historia del país y de los cambios experimentados en las últimas décadas. Su objetivo es proveer conocimiento y evidencia empírica que permitan tener un debate más informado sobre el problema y así poder construir buenas políticas públicas.

Desiguales da cuenta de luces y sombras en cuanto al estado actual de la desigualdad en Chile. Ha habido avances en ingresos, educación, protección social, reconocimiento de minorías e inclusión laboral de la mujer. Sin embargo, estamos lejos de alcanzar niveles razonables de inclusión y justicia social. A modo de ejemplo, Chile tiene hoy el ingreso per cápita más alto de América Latina, pero la mitad de sus trabajadores obtiene una remuneración líquida inferior a la línea de pobreza de un hogar promedio (Casen 2015).

La desigualdad de ingresos ha caído en el último tiempo. El coeficiente de Gini (que mide esta desigualdad) se redujo desde un 54% a fines de los 90s a un 48% en el 2015. Este es un avance significativo, pero estamos aún lejos del Gini de 30% que exhiben en promedio las economías desarrolladas. La caída de la desigualdad en el país se explica principalmente por las mayores transferencias monetarias a grupos vulnerables y por el aumento en el número de técnicos y profesionales, que amplía el segmento de clase media acomodada y contiene el crecimiento de los salarios en la parte alta de la distribución.

No es claro que esta tendencia se proyecte a futuro. En la última década la economía ha crecido muy por debajo del aumento de la matrícula en educación superior y en este escenario es difícil que los nuevos titulados consigan en promedio buenos empleos y remuneraciones. Por otra parte, estudios del Banco Mundial y otras instituciones señalan que alrededor del 60% de las actuales ocupaciones están en riesgo de ser sustituidas por tecnologías en las próximas décadas en países similares a Chile.

Para seguir reduciendo la desigualdad se necesitan, entre otros factores, de crecimiento económico y buenas políticas públicas. El crecimiento provee recursos que financian transferencias y servicios sociales, además de empleo e ingresos para los hogares. Por su parte, las políticas públicas fueron claves en la reducción de la desigualdad en los países desarrollados, en áreas como seguridad social, legislación laboral, cese de discriminaciones, tributación, regulación de monopolios, y otras.

Pero es necesario adaptar estas políticas a un escenario que se prevé muy distinto a futuro, por el impacto que tendrán las nuevas tecnologías -digitalización, automatización de procesos, inteligencia artificial- en los distintos ámbitos de la vida económica y social, así como la crisis de la política representativa que afecta a muchos países (Chile incluido) y como eso afecta la gobernabilidad (sin la cual no hay política pública).

Esta no es una tarea de corto plazo ni de un solo gobierno, y es un requisito para lograr el desarrollo, si por tal entendemos un buen nivel de bienestar material, una sociedad justa e inclusiva, y una democracia sólida.

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