¡Ay, la Historia!
SE ME comprenderá -espero- que me preocupe la Historia. A ello me dedico, aunque jamás imaginé que me tocaría verla tan desprestigiada como disciplina intelectual. Que sus alumnos sean los más radicalizados en sus instituciones universitarias; que algunos de sus profesores hagan noticia no precisamente por motivos nobles sino, al contrario, por bulladas acusaciones de abuso sexual; que a un historiador del peso de Gabriel Salazar se le basuree por redes sociales, incluso por "colegas", porque no siempre comulga con el guión políticamente establecido (no siendo infrecuentes los vetos y las campañas de desprestigio en el mundillo académico); que a otros se les "jubile" por estar "viejos"; que cueste encontrar un profesor de historia de la secundaria que no sea izquierdista o que no tenga que aparentar ser progresista; que libros de historia que atraen a un público lector y se leen no los escriban historiadores profesionales… En fin, ustedes me comprenderán, motivos sobran como para preocuparse.
En planos incluso menos patéticos, el desprecio por la Historia puede ser agudo. El libro del filósofo español Manuel Cruz, Adiós, Historia, adiós. El abandono del pasado en el mundo actual (2012), lo deja en claro. Se detiene en una serie de rechazos: el pasado no ilustraría nuestra época (ya no tendríamos qué aprender de él no habiendo nada en común); habríamos llegado al "fin de la historia" debiendo contentarnos con lo que ofrecerían medios técnicos a tono con un futuro que estaría ya "aquí"; tendrían razón los circuitos de comunicación que nos alimentan a diario con proclamadas "nuevas eras, nuevas etapas y nuevos tiempos por completo irreductibles a cualquier cosa conocida"; si al pasado, a lo sumo, bastaría "visitarlo" o "consumirlo", al igual que cuando uno "turistea"… Como decía Henry Ford: "History is bunk" (una patraña).
Y, de hecho, lo es si los mismos historiadores lo confirman. Durante la semana pasada fue noticia el vergonzoso caso de un libro encargado por el Senado con perfiles de 100 destacados senadores que hubo que retirarlo porque estaba lleno de errores. Lo peor fue la explicación del "historiador" a cargo --"a veces se cometen pequeños errores (...). Se hará una fe de erratas, esto puede pasar, no es nada grave (…)"-secundado por Ricardo Lagos Weber quien, en su calidad de presidente de la institución, sostuvo que lo que importaba era el "esfuerzo". Me ha tocado presentar libros plagados de errores y sesgos; tener que revelarlos frente al autor y sus editores es una tarea sumamente incómoda, créanmelo. No es descartable que la "postverdad", de que tanto se habla, la inventara un asesor comunicacional con estudios en historia.
Y, ya que nos estamos lamentando, cómo no mencionar la última del Mineduc también la semana pasada. Repusieron Filosofía en el curriculum nacional pero ubicaron a Historia (equiparándola con las Ciencias Sociales) en la misma "área de aprendizaje" que Matemática, Química y Computación, ya no entre las Humanidades. ¡Ay, señor!
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