Backstreet boys; El hombre que yo amo




El truco de Backstreet boys es rotundo y un tanto imposible para el promedio: hombres maduros, en edad de ser padres y cargar hipotecas, con el aspecto de adolescentes reunidos en una plaza durante el fin de semana, bromeando y coqueteando con chicas. Esa aspiración legítima y a la vez riesgosa -el patetismo de bordear los 40 con áurea de chiquillo-, ha sido resuelta con naturalidad por el quinteto de laboratorio más exitoso de todos los tiempos. No parecen abusar de quirófanos, sino que simplemente se cuidan como los varones no suelen hacerlo: nadie está más arrugado de cuanto se puede esperar, conservan sus cabelleras, y mantienen una dieta saludable con panzas bajo estricto control. Toman las medidas necesarias sin lucir como metrosexuales.

El viernes por la noche, con el Movistar Arena prácticamente repleto de un público femenino treinteañero dispuesto a la fantasía del tiempo detenido, Backstreet boys ofreció el mejor concierto de sus pasadas por Chile. Con alineación completa (en la última visita no figuró Kevin Richardson), la boys band hizo lo que debía, interpretar sus mayores éxitos y, sobre todo, representar convincentes la quimera de un galán que no se descuida, siempre atento y sonriente.

Sin el soporte de una banda, solo apoyados con pistas grabadas en un gran escenario de soberbias pantallas, el quinteto repasó sus dos décadas de trayectoria e incontables éxitos, insistiendo en sus múltiples habilidades. El mensaje detrás subraya que después de todo este tiempo han superado las fórmulas y son un conjunto musical más allá de los números bailables. En Incomplete Kevin se instaló tras un teclado y Nick Carter se colgó una guitarra eléctrica incluso aventurando un breve solo, mientras un segmento acústico se encargó de demostrar que todos los BSB son capaces de dominar instrumentos, algo que ellos mismos subrayaron. También interpretaron cortes a capella como símbolo de su calidad vocal, y a la vez fueron evidentes las pistas de apoyo en los coros de Love somebody y el súper éxito I want it that way.

No todas las coreografías resultaron milimétricas como otras -el número con sombreros en All I have to give- fueron un verdadero gusto. Hablaron más de la cuenta, uno de los yerros habituales en este tipo de formaciones. Sobre aquello persistió la sensación de camaradería y cierto descreimiento que les hace cercanos. La reacción de su público es la rendición total. Backstreet boys cogió el calendario y lo retrocedió a fines del siglo XX cuando de verdad eran unos chiquillos que cantaban bonito.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.