Barcelona y la sombra del Estado Islámico
Una vez más la violencia terrorista golpeó a Europa. Los cobardes ataques en La Rambla de Barcelona y el Paseo Marítimo de Cambrils fueron un brutal y trágico recordatorio de que el combate al terrorismo es una guerra que, muchas veces, parece no tener fin.
La célula terrorista, conformada principalmente por marroquíes, planeaba un ataque usando balones de gas butano, lo que habría causado una matanza a gran escala. Sin embargo, la detonación accidental de la casa que ocupaban en Alcanar los obligó a cambiar sus planes.
De esta manera, ambas ciudades españolas se sumaron a Niza, Berlín y Londres como escenarios en que el uso de autos o camiones ha sido la estrategia elegida por los atacantes. Un recurso de bajo costo y fácil acceso, comparado con la dificultad que puede involucrar la compra de armas de guerra o explosivos en el mercado ilegal. Y que por lo mismo, es muy difícil de prevenir, incluso para los cuerpos de seguridad españoles, que tienen una larga experiencia en el combate antiterrorista. De modo que es muy probable —por desgracia— que sigamos viendo futuros atentados cometidos de esta manera.
La elección de España tampoco fue al azar. En primer lugar, Barcelona es una de las ciudades más cosmopolitas de toda Europa y un destino turístico por definición, lo que explica que dentro de los heridos y fallecidos haya más de 30 nacionalidades diferentes; víctimas que no son solo españolas y que magnifican el alcance del atentado.
Por otro lado, Cataluña tiene una población musulmana que ronda las 600.000 personas, lo que la convierte en la más grande de España. Y en un semillero de potenciales yihadistas que ya viven ahí, ahorrando a los terroristas el difícil trabajo de infiltrar a operativos desde el extranjero.
De hecho, según un informe elaborado por el Real Instituto Elcano divulgado por BBC, de los 113 detenidos en España entre 2013 y 2016 por vínculos con el Estado Islámico (EI), más del 27% se produjeron en Barcelona. Y que Ceuta y Melilla, históricos enclaves españoles en el norte de África, son verdaderos focos de radicalización yihadista.
En ese sentido, una vez más queda demostrada la importancia del trabajo de inteligencia, en términos de poder perfilar a tiempo a individuos que pudieran radicalizarse a través del contacto directo con reclutadores de grupos islamistas o a través del uso de redes sociales.
Además, cuando el Estado Islámico —que como era esperable, rápidamente reivindicó la autoría de este nuevo ataque— dio a conocer la extensión de su califato en 2014, mostró un mapa que abarcaba España y Portugal, además de Austria, Grecia, Rumania, Bulgaria, casi la mitad de África y la Península Arábiga.
Desde Al Qaeda hasta el Estado Islámico, el nombre de Al Ándalus ha sido utilizado para referirse a los territorios que estuvieron bajo dominio árabe en la península Ibérica entre 711 d.C. hasta la caída del reino de Granada en 1492. Un período de gran esplendor árabe-musulmán y cuya desaparición es visto como el inicio de su declive histórico.
Es un hecho que la organización creada por Abu Bakr al Bagdadi busca proyectar la imagen de omnipresencia y efectividad, en momentos en que lucha por mantener el control de su autoproclamado califato. No hay que olvidar que en julio pasado, después de tres años bajo el control del EI, la ciudad iraquí de Mosul (la segunda en importancia después de Bagdad) finalmente logró ser liberada; un golpe durísimo para este grupo, al tiempo que Raqqa —la "capital" de su califato— se encuentra bajo un fuerte asedio militar.
Frente a este escenario, es un hecho que los atentados del EI en Occidente no se detendrán. Y aunque la coalición internacional mantiene sus operaciones en contra de esta milicia en el norte de Siria e Irak, lo cierto es que para erradicar al Estado Islámico (y otros grupos similares) se requiere algo más que solo la fuerza militar. Es necesario impulsar y apoyar regímenes más democráticos en Medio Oriente, así como una mayor tolerancia política y religiosa; garantizar el acceso igualitario a la educación y mejorar las condiciones socioeconómicas de su población. Todo esto, para eliminar el sustrato que favorece la aparición de nuevos grupos yihadistas.
Del mismo modo, también es necesario enfrentar al terrorismo desde el Estado de Derecho, enfatizando el trabajo preventivo de la policía y atacando los factores sociales que puedan facilitar la radicalización de potenciales terroristas en Europa, como la segregación y el desempleo.
Es irreal pensar que no habrá nuevos atentados de este tipo, pero la esperanza es que la mayoría logren ser desmantelados antes de que se concreten, debilitando a una organización destinada a ser derrotada. No para el beneficio de Occidente, sino de toda la comunidad internacional
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.