Cambios negativos
Mucho se habla y escribe acerca del empoderamiento de la sociedad civil, y se toman como ejemplos las marchas y protestas en el Medio Oriente, Europa del Este o Sudamérica. El denominador común en estos casos es la expresión de un deseo de cambio ante situaciones que preocupan o agobian a diferentes representantes de la comunidad, quienes piensan que saliendo a la calle a expresar su descontento - a menudo con bastante virulencia -, lograrán alguna transformación positiva. Sin embargo, el apresuramiento y la falta de reflexión, casi siempre terminan en sucesos deplorables.
En efecto, no todos los cambios son positivos, principalmente cuando se producen por intervenciones foráneas cuyo propósito es acelerar un proceso de transformación hacia algo que aparenta ser mejor, pero que puede no serlo. En los últimos años existen múltiples ejemplos de cambios políticos mal pensados y pésimamente ejecutados, que se bifurcaron y mutaron hacia situaciones sociales caóticas, o lo que es peor, terminaron en guerras fratricidas no declaradas y movimientos armados que amenazan la paz mundial.
Así, podemos ver cómo en la última década Estados Unidos y Occidente han socavado la estabilidad de regímenes autoritarios, con resultados inesperados y tremendamente adversos. En Libia, por ejemplo, la caída de Gadafi en 2011 produjo un vacío político que las milicias tribales -tanto grupos liberales como islámicos radicales- han ocupado con suma violencia, a sangre y fuego. El objetivo de todos es la conquista del poder político y económico para sacar provecho; no la creación de un Estado democrático, ni mucho menos una nación nueva.
En Siria se intentó hacer algo similar con su presidente, Bashar al-Asad. Estados Unidos entregó armas sofisticadas a diferentes grupos de milicias y extremistas opositores al actual régimen, sin considerar que la aventura que estaban emprendiendo podría derivar en una situación muchísimo mas grave que lo que se pretendía cambiar. Ahora bien, Asad pudo resistir una parte de los embates de las distintas facciones opositoras armadas, algunas de las cuales luego se fueron incorporando a lo que actualmente se conoce como el Estado Islámico de Irak y el Levante. Este es un movimiento que se ha constituido en un gran ejército abocado a una guerra de conquista, para crear el califato islámico. Avanza rauda y cruelmente por el norte de Irak y Siria, territorios que controla, sembrando el terror entre la población civil.
El Estado Islámico difunde la imagen de un ejército regular -muy distinto de los grupos armados de Al Qaeda, Hezbolá o Boko Haram-, el cual lucha en el campo de batalla con armas modernas, en su mayoría de origen estadounidense y ruso robadas respectivamente a los ejércitos iraquí y sirio. Sí, Irak, donde Estados Unidos intervino militarmente, hizo que ajusticiaran a Sadam Husein y propició con su accionar la aparición del Estado Islámico. El mismo Irak que ahora es incapaz de resistir el avance de esta nueva amenaza, la cual utiliza armamento estadounidense. ¿Hacia qué mutaron en esta vasta zona del planeta, la Primavera Árabe y la democracia occidental?
La sofisticada propaganda del Estado Islámico pretende fomentar la imagen de un poder legitimado por todos los musulmanes, no sólo los que habitan dentro de sus fronteras, sino también los de fuera. Su líder, Abu Bakr al-Baghdadi, no se presenta como un caudillo, sino como el nuevo califa, el descendiente del profeta Mahoma. Es decir, su propósito es más ambicioso y peligroso.
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