Camila Moreno: los recuerdos que dejaste




Al final los conciertos se pueden evocar por sus postales, los momentos electrizantes. Y si de eso de trata, Camila Moreno provocó imágenes imborrables el viernes por la noche, ante un atiborrado teatro Cariola presentando su último álbum, el cuarto de su listado, Mala madre. Escena uno: Camila Moreno al borde del escenario se quita la ropa que cubre su torso, queda al desnudo y se planta erguida para luego, en plástica contorsión arqueando la espalda, recibir los aplausos y flashes de todo el teatro como una ola sacudiendo su cuerpo. Escena dos: Camila Moreno, en las últimas canciones, se lanza en picada sobre el gentío que la aguanta y la sostiene mientras navega, entre gritos entusiastas, en un mar de cabezas y brazos. Escena tres: Camila Moreno canta con sus músicos desenchufados desde un balcón del recinto y la gente enmudece. Si la cantante de 29 años tenía dudas sobre su futuro -dijo públicamente que si con este disco las cosas no funcionaban, su carrera quedaba en suspenso-, la reacción de la asistencia debe motivar que recapacite.

Mala madre en vivo no fue un concierto cualquiera, sino una experiencia pensada en detalles. Los músicos vistieron ropajes blancos como si se tratara de monjes medievales, consonantes a los motivos del álbum, que indagan sobre la visión maldita de la mujer desde tiempos remotos, cuando se creía que en el género había brujas capaces de poderes y acciones sobrenaturales. Las luces, las vestimentas, los movimientos, hilvanados como parte de una imagen íntegra, finalmente lograda más allá de la interpretación musical. Fue un todo, una armada sónica exponiendo unas canciones viscerales y complejas, de trama labrada, donde la percusión funciona con métricas cambiantes, para concatenar melodías que parecen desfragmentadas, y a la vez en armonía. Se sumó un grupo de cuerdas en varios pasajes, aportando un toque solemne y melancólico. Artesanía pura.

Desde el poderoso arranque con No parar de cerrar no parar de abrir, Camila Moreno se apropió del escenario, retro alimentada de la energía del público, algunos saltando como sacudiéndose la semana. Hubo sensación de tribu -Libres y estúpidos fue uno de esos momentos-, también la certeza de que la artista ha creado un mundo propio. Esta generación de indie pop chileno es de solistas, figuras obligadas a una personalidad definida. Camila Moreno tiene referentes marcados -Björk sigue siendo evidente-, pero a partir de ellos construye una discografía en ascenso. Su show del viernes quedará en la memoria como uno de los lanzamientos del año.

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