Chantería sin límites




Hay lecciones que hemos aprendido hace mucho, pero cuando llegamos a repasarlas nos impresionan como si fuera la primera vez. Son, por lo general, las lecciones acerca de cuán chanta puede ser el prójimo por unas lucas, por unos puntos de rating, por un palmotazo en la espalda, porque te aplaudan la claque y el jefe.

En la televisión, donde he estado 25 años, he tenido sobrada oportunidad de observar el fenómeno, si bien casi nada a través de experiencias personales porque mis largos años en CHV se limitaron, en realidad, a los pocos momentos cuando hacía el programa, los almuerzos de pauta y el día de ir a dejar la boleta de honorarios. Eso me puso a cubierto de la vida de pasillos y su inevitable fauna de hocicones, especie animal presente en toda organización. O al menos no me enteré. Aun así y por el solo hecho de ser parte "del medio" supe de muchas astracanadas -y sufrí un par, muy poca cosa en tanto tiempo- que ante mí expusieron desnudamente el desmedrado calibre de la especie. No debe ser distinto en los demás ámbitos de la vida, pero en televisión se nota más porque es actividad pública y elaborada para publicarse.

Primera lección repasada este año: la ilimitada capacidad de animadores y periodistas de ese medio para denostar, pisotear y humillar al prójimo por el miserable beneficio de ser aplaudidos por el jefecito, la claque interna y externa, los curados del bar de cabecera y ojalá ganar tres puntos extras de rating. He visto emboscadas montadas a sangre fría para ese propósito. Se invita a alguien prometiéndosele que no se tocará tal o cual faceta de su vida que quiere mantener privada y la primera cosa con que lo asaltan, con imágenes de archivo y todo, es precisamente acerca de eso. ¿Para qué? Para ganar esos tres puntos extras de rating. Acaban de hacérselo al 'Checho' Hirane. Supongo que el afirulado, enano y carilindo animador que perpetró esa canallada se siente muy satisfecho.

Segunda lección repasada este año: el oportunismo de los mismos de la lección anterior. Limitándose casi siempre sus luces a desparramar clichés marchitos cada vez que pueden, son por lo mismo increíblemente veloces para subirse en la cresta de la ola que esté predominando. De ahí la abundancia de "justicieros", esto es, de comentaristas y entrevistadores dándoselas de jueces y/o maestros de ceremonias del gran tedeum de la Verdad y la Justicia. ¿Pensaron alguna vez a fondo en los conceptos o palabras que usan con tanta frecuencia? Es de dudarse.

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