Chile is a country club
La frase es poderosa. Se la dijo un influyente personaje de la Casa Blanca, es decir del poder político estadounidense, a Pablo Bosch, uno de los responsables de la reconstrucción de Las Majadas de Pirque y de su actual reconversión en un Centro de Conversaciones, un lugar para generar redes transversales entre chilenos.
Cuando Bosch le preguntó a este señor -del cual prefiere mantener en reserva su identidad- cómo se veía Chile desde la Casa Blanca, o si al menos se veía, el hombre le contestó que sí, que se veía, pero así: "Chile is not a country, is a country club".
Lo que quiere decir ese juego de palabras, en la práctica, es que "Chile no es un país, es un país de poca gente rica". Es decir que, en esta larga y angosta faja de tierra, la homogeneidad de la elite es abrumadora, que hay muy poco espacio para la meritocracia, que las decisiones se toman en el Club de Golf, es decir, en el country club. "Lo que pasa en Chile y en toda Latinoamérica es que el medio por ciento del total, no más de tres millones de personas, tenemos casi todos los contactos que son relevantes. Y los otros 597 millones tienen pocos contactos", dice Bosch, un empresario con el tipo de visión, de apertura mental, que tan bien le haría al resto de sus pares.
Vuelvo a la frase. Chile is a country club. En un país donde gran parte de la elite va a los mismos pocos colegios y luego estudia las mismas pocas carreras en las mismas pocas universidades; en una tierra donde la endogamia, es decir el matrimonio entre consanguíneos, recorre nuestros libros de historia; en una nación donde más erres en el apellido te hacen más fácil conseguir un buen trabajo; en el fondo, en este country club llamado Chile, es muy difícil pensar que de afuera nos vean de otra forma. No sé a ustedes, pero a mí me da vergüenza ajena. Que desde el país donde los inmigrantes han forjado el estado más poderoso del mundo nos califiquen como un grupito de amigotes y parientes apitutados es, además de penoso, un claro síntoma de poco respeto. Pero, en este caso, merecido.
¿En vías de desarrollo? Seguro, así vamos a estar siempre. En vías. Porque para el desarrollo real, no el del PIB per cápita, hay que crear puentes entre los ciudadanos, espacios de integración, plataformas para la verdadera meritocracia y un clima que permita que todos podamos emprender, no sólo los que tienen los contactos o las líneas de crédito pre aprobadas. Además, como ya lo temía Charles Darwin luego de haber tenido diez hijos con su prima hermana, efectivamente la endogamia perjudicó a su estirpe. Algo que la ciencia ha podido demostrar con datos concretos. Es un hecho. Cuando todo se hace entre muy pocos y muy parecidos, el resultado a la larga es pura merma.
Es hora de abrirnos. De que los colegios sean el primer espacio de verdadera integración entre colores, religiones, capacidades físicas y mentales, y situación económica. De perderle el miedo a lo diferente. De dejar de ser el hazmerreír de los países realmente desarrollados. Es hora de empezar a mirar el country club con pudor.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.