City tour on tour: cámara viajera
Originalmente City tour fue una sorpresa. Si bien Marcelo Comparini estaba detrás de la cámara, Federico Sánchez parecía haber nacido para hacer televisión. Venido del mundo del diseño, era a la vez empático y extraño, hablaba con propiedad de temas complejos (el patrimonio arquitectónico, la planificación urbana) y era capaz de explotar su propia excentricidad como una herramienta que le permitía leer los paisajes que visitaba. Eso hacía que cada episodio luciera fresco pues descansaba en el carisma de Sánchez, quien se comportaba como el guía de los secretos de Santiago, apuntalando la relación entre el presente y la tradición como si descubriese ante el espectador una ciudad secreta, que estaba escondida en las calles que se sabía de memoria. Ahí el estilo era el método: la gracia de City tour era proyectar y amplificar la espontaneidad de Sánchez, los modos de sorprenderse una y otra vez mientras se perdía de modo disléxico en la urbe.
Con lo anterior el programa parecía abrirse al caos y la maravilla gracias a aquel sentido del asombro. Para quienes crecimos con las postales casi estáticas de Visiones y el exotismo desesperado todos los viajes que Don Francisco realizó por el mundo, City tour podía verse casi a escala humana, como si Sánchez fuese capaz de compartir las pulsiones y opiniones contradictorias de los espectadores respecto al devenir de su propia ciudad nerviosa. Ahora que el programa se se exhibe en la televisión abierta es imposible no recordar esa primera época y recordar que gran parte de los atributos del show tenían que ver con ese nerviosismo, con esa cháchara que Sánchez parecía inventarse para explicar todo lo que tenía a la vista aunque no supiese del todo qué estaba pasando.
Exhibido los sábados en la noche en Canal 13, City tour se llama City tour on tour y nos trae a Sánchez y Comparini cruzando el mapa de Italia. Cada uno de los episodios transcurre en una ciudad (Roma, Venecia, Milán, etc.) y, a diferencia de su versión local, parece más organizado y más claro, más turístico en un sentido más bien clásico. No es un problema exactamente, pero aquello le quita cierta frescura al programa, como se vio en el capítulo dedicado a Venecia, que compuso una colección de postales más o menos obvias como las góndolas, las plazas llenas de turistas y peatones, los canales y la condición onírica de la ciudad.
No hay nada malo en eso pero la gracia del viejo City tour era que se saltaba todo aquello. Sánchez y Comparini hacían un programa que tenía la virtud de lo inesperado y la felicidad de lo ridículo, que se abría a la digresión porque jugaba a mirar con ojos nuevos algo que ya era conocido. City tour on tour es más clásico y predecible, está más cercano a ser una "cámara viajera" en la acepción más kreutzbergiana del concepto. Quizás sea el modo de salir del nicho y llegar a una audiencia masiva.
Puede ser. Se entiende. Pero eso es no lo que esperábamos de Sánchez y Comparini, quienes habían convertido su rareza en el mejor atributo del show. Por supuesto, quizás esa es la idea de esta versión en la señal abierta: tener un perfil más turístico, lavarse la cara frente a una audiencia masiva, volverse más Lonely Planet. Por supuesto también, es imposible no extrañar lo otro, algo merecía ser visto en un tapiz más grande que el "eriazo remoto y presuntuoso" que es como Enrique Lihn llamó a Chile alguna vez. Me refiero a aquel gesto de quedar a la deriva en la calle y tratar de explicarlo a cómo dé lugar, al gesto de perderse en una ciudad conocida para contársela a los otros como algo nuevo e inédito, mirándola como si de un paisaje extranjero se tratase.
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