Clap your hands say yeah: pérdida de interés
Iban a su primera tocata en Nueva York, aún no tenían un nombre como banda y vieron un graffiti que decía Clap your hands say yeah, así que lo tomaron acordando buscar otro más tarde, uno serio. Pero ha pasado más de una década y se siguen llamando así, mientras registran una biografía paradigmática del indie del siglo XXI: sacaron todo el provecho posible de promoción por internet en sus comienzos, el enrevesado sitio musical Pitchfork media les dio su bendición, mientras David Bowie y David Byrne asistieron a sus shows. Con el tiempo, CYHSY demostró ser el proyecto de un solo miembro, el cantante, guitarrista y tecladista Alec Ounsworth (37), que en esta pasada celebra los diez años del disco debut que solo lleva aquel nombre ocurrente, y que el miércoles llegó hasta la ex Oz del barrio Bellavista con público a tope, para celebrar todas sus canciones interpretadas en el orden original.
El tiempo hace lo suyo, envejece y da distancia. En 2005 las bandas sujetas al rock revivalista inaugurado por The Strokes y The White stripes, trataban de sonar desesperadamente garage, transmitir urgencia y frecuencias bailables saltarinas. Y estuvo bien, era divertido, burbujeante, podías imaginar que así fueron las cosas en los tiempos del CBGB y la new wave. A CYHSY, suscrito férreamente a esas coordenadas, le tomó unos tres temas que el público se moviera entusiasta. No es que el arranque con Clap your hands! y Let the cool goddess rust away estuviera flojo, pero ya no se trata de veinteañeros, sino gente que se toma su tiempo para comprar cerveza y revisar tranquilamente el teléfono.
En el escenario Alec Ounsworth estaba en compañía de Nick Krill en guitarra y sintetizadores, Matt Wong en bajo y Patrick Berkery a la batería, todos consistentes, aunque este último (conocido además por su trabajo en War on drugs) destacaba notoriamente. A pesar de su escueto set, Berkery es una máquina de ritmos con gran inventiva, frescura y potencia. Su enérgico desempeño permitió soslayar que con los años, aquellas canciones no envejecen del todo bien. La mayoría de las veces se trata de composiciones de escasos movimientos, un dibujo de bajo que se repite como un loop, un riff rápido de sonido deshilachado, un pulso donde el bombo cuadra un tiempo de marcha con altas revoluciones. Por cierto la voz de Ounsworth califica como gusto adquirido, quejumbrosa, destemplada, disonante. Tampoco es un artista de particular carisma. Solo comanda un grupo que tuvo una gran partida y luego perdió relevancia.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.