De RN al PC: "Ni chicha, ni limonada"
Ignacio Walker dijo que su partido era el único que podía dialogar simultáneamente con RN y el PC. Apelando a su carácter centrista, Walker confía en que el rol de la Democracia Cristiana está en la necesaria búsqueda de acuerdos con la oposición. No se equivoca en eso. Sin embargo, una estrategia de este tipo trae serios desafíos para un partido prácticamente acéfalo en sus liderazgos nacionales.
La última encuesta UDP de septiembre de 2013 arrojó un 29,9% de identificados con el "centro". La izquierda totalizó 22,2% y la derecha 13,5%. El resto corresponde a los desafectos (34,4%). Con un "centro" que bordea el 30%, resulta razonable que la DC evite una polarización hacia la izquierda. Es más viable conquistar a los desafectos o incluso a votantes de derecha que hoy se encuentran sin rumbo, que a electores de izquierda fervientes seguidores de Bachelet. De ahí que Walker haya establecido el concepto de "matices" para distinguirse de sus compañeros de coalición y para avanzar en acuerdos con RN. En su rol mediador, la DC figura como un partido que no es "ni chicha ni limonada", lo que en un ambiente político relativamente crispado, puede convertirse más en un atributo que en una desventaja.
¿Es sostenible esta estrategia en el largo plazo? Claramente no. Más aún si la DC vive una grave crisis de liderazgo. En los 90 tuvo su período de gloria. Sistemáticamente sus dirigentes aparecían en los "top ten" del ranking que elabora el CEP. Ahí estaban los nombres de Patricio Aylwin, Andrés Zaldívar, Alejandro Foxley, Eduardo Frei, entre otros. Desde 2005, y con un declive electoral de por medio, el número de líderes DC fue bajando significativamente. Tanto así que desde 2010 el partido quedó con sólo un liderazgo visible: Soledad Alvear. Su derrota en las senatoriales de 2013 puso más difíciles las cosas. Claudio Orrego, en tanto, y luego de ser apabullado por Bachelet y Velasco en las primarias presidenciales, no ha sido capaz de consolidarse como figura nacional.
Todo esto lleva a concluir lo siguiente. Puede que la moderación programática de la DC vaya a la par de lo que esperan los ciudadanos, es decir, reformas que conduzcan a reducir la desigualdad y con reglas más justas, pero manteniendo algunas cláusulas del modelo. Los chilenos no buscan ni la revolución ni el statu quo. Quieren cambios pero con moderación. Eso ha sido correctamente leído por la DC. El déficit está en la transmisión del mensaje y en las personas encargadas de hacerlo. La vieja guardia de líderes del partido ya está en retirada. Definitivamente no hubo una generación de transición, lo que está dificultando la emergencia de nuevos líderes y obstaculizando el recambio. Algunos siguen viendo en Orrego la fuente de renovación. Otros tantos creen que la mejor opción es Ximena Rincón, quien desde la Segpres podría impulsar una novedosa agenda de reformas. La última encuesta Adimark la coloca en lugares de avanzada, y de alcanzar más protagonismo, podría convertirse en una seria carta presidencial.
Sea cual sea el nuevo líder seleccionado por la DC, lo cierto es que le urge levantar una voz con autoridad, que no sólo tenga como objetivo mediar entre oposición y gobierno, sino que también construir un partido atractivo para un electorado cada vez más ajeno de la política.
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