Derecho y realidad




Sin dudas el Estado y su principal instrumento, el derecho, han tenido una contribución decisiva en el avance de nuestras sociedades, tanto en la protección de los derechos básicos como en el aseguramiento de estándares mínimos de subsistencia para las personas. Es cosa de remontarse no demasiado atrás para darnos cuenta de los enormes avances experimentados en nuestro país en ambas dimensiones, aunque sin dudas es aún mucho lo que falta.

Sin embargo, dicha constatación no puede llevarnos al voluntarismo de pensar que solo por necesitar o querer algo se puede lograr, que basta con una buena legislación o políticas públicas acertadas para que todos los problemas o deficiencias que aquejan a nuestra sociedad puedan repararse. Es signo de madurez estar consciente de las propias limitaciones y actuar en consecuencia, lo que para nada implica inhibir el deseo de superación. Otro tanto pasa por las naciones. No solo la obvia restricción de los recursos económicos impone límites, sino también factores culturales, geográficos o políticos (no se puede hacer todo a la vez si se quiere hacerlo bien), nos exigen aquilatar nuestras fuerzas y avanzar presionando a la realidad, pero sin pretender desconocerla.

Quienes trabajamos con el derecho probablemente estamos más conscientes de sus limitaciones que quienes tienen una relación más distante con él. Por lo mismo, sabemos que hay situaciones en que no es factible, por mucho que se quiera, ir más allá de las posibilidades humanas. Es lo que justifica en derecho penal la exculpación de una persona ante la no exigibilidad de otra conducta. Es lo que explica que, más allá del juicio moral individual, parezca inevitable la despenalización de un delito como el aborto, cuando se constata que en Chile en la práctica no es ni puede ser sancionado.

Otro tanto sucede en las políticas públicas. Por ejemplo, todos estamos conscientes de la precariedad con que el Sename asume las tareas de protección de los menores y todos quisiéramos que mejoraran sustantivamente los estándares con que lo hace. Pero no basta con quererlo o mandarlo. Ejemplo de ello es lo que acaba de suceder con la licitación del programa de residencias de esa institución, de los cuales solo 18 fueron adjudicados, es decir, un 24% de los licitados. La razón se encuentra en la actualización de las orientaciones técnicas que elevaron importantemente las exigencias para los adjudicatarios. Como resultado de ello, solo 496 de los 2.116 niños que debieran haberse beneficiado con estos programas, efectivamente lo harán.

Sin dudas esto se explica por diversos factores, pero está claro que los estándares fueron elevados sin haber hecho el trabajo previo que, entre otras cosas, implicaba contar con los recursos y las personas interesadas para viabilizarlo. Tal como éste se pueden dar diversos ejemplos de medidas o políticas que, adoptadas con la mayor buena fe, chocan contra la realidad y terminan teniendo efectos contraproducentes.

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