Economía y el 11 de septiembre
El tema de moda estos días es la toma del poder por parte de los militares el 11 de septiembre de 1973. Con pocas pero destacadas excepciones, la atención se ha centrado en los hechos de violencia. Lo importante es -sin ignorar lo último- entender las causas de lo sucedido para poder prevenir sucesos similares en el futuro. Para la mayoría pareciera que unos pocos malvados se hicieron ese día del poder sin motivo. Eso no fue así. La realidad es muchísimo más compleja y refleja nuestro fracaso por lograr entendimiento.
Simplificando, para comprender lo sucedido hay que considerar, al menos, la evolución de la economía chilena en lo que había transcurrido del siglo XX, como también la simultánea y creciente polarización del mundo en dos grupos de países con pretensiones hegemónicas: uno, liderado por la Unión Soviética, de economías centralizadas y regímenes políticos totalitarios, y otro, liderado por los EE.UU., con economías de mercado y regímenes democráticos.
En ese contexto, Chile, cercano al segundo bloque, inició un severo declive relativo en su crecimiento, consecuencia de la aplicación de políticas económicas erradas a partir de fines del siglo XIX. El PIB per cápita de Chile, que había llegado a superar el 50% de aquél de los EE.UU. en 1912, se redujo al 30% del mismo en 1958. Descontento con eso, el país se dividió políticamente en tres bandos y se inició entonces un período de experimentación que desembocó en lo que Mario Góngora (1981) denominó como el de las planificaciones globales.
<strong> </strong><em><strong>Estas fueron aquellas basadas en las reformas económico-sociales lideradas por Eduardo Frei Montalva</strong>; de la revolución marxista, liderada por Salvador Allende, y aquella de la liberalización económico-social apoyada por el régimen militar después del 11 de septiembre.</em>
Las reformas iniciadas por Frei no alcanzaron a rendir sus frutos y el país optó -con tan sólo un tercio de los sufragios- por elegir Presidente a Salvador Allende. Bajo su gobierno, la economía chilena se derrumbó. El PIB per cápita de Chile, en relación con aquél de los EE.UU., llegó en 1973 a su punto más bajo, 21,6%; la tasa de inflación se empinó por sobre un 500%, y el Banco Central perdió todas sus reservas. El país había tocado fondo y estaba en bancarrota.
La Unidad Popular, con menos del 40% de los escaños en el Congreso, violó la Constitución en sus intentos de impulsar su programa de reformas revolucionarias. El 22 de agosto de 1973 -con un país destruido en lo económico, profundamente dividido en lo político, en que partidarios del régimen ya habían optado por la vía armada para lograr sus objetivos y se estaban internando clandestinamente armas, y existía una mayoría de la población con un futuro económico incierto y temerosa de ser arrastrada a un régimen totalitario-, la Cámara de Diputados así lo declaró oficialmente. Los militares, mandatados para asegurar el estricto respeto a la Constitución, decidieron entonces intervenir. Esta es la historia de un país en que -en un ambiente internacional de guerra fría- la clase política no fue capaz de generar los consensos internos necesarios para evitar el desenlace trágico que todos conocemos.
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