El camino sin salida
Las últimas declaraciones del arzobispo de Santiago, en las que califica la legalización de las uniones de hecho como inaceptable, peligrosa y grave, llaman la atención por lo anacrónicas y por contravenir el discurso que ha sostenido su propio superior jerárquico, el papa Francisco. Con frases como "si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?" o "la Iglesia ha estado demasiado obsesionada con la homosexualidad", Bergoglio ha buscado sacudir a la institución que dirige de sus prejuicios, temeroso de que el "edificio moral" que constituye se derrumbe "como un castillo de naipes".
No solo ante su superior parece estar retrocediendo Ezzati. La Conferencia Episcopal de Chile, de la cual él mismo forma parte, se abrió implícitamente a la posibilidad de dar su beneplácito al acuerdo de vida en pareja (AVP), al expresar en junio de este año que, en el caso de que se requiera una ley para que gays y lesbianas convivan, compartan sus bienes y se preocupen de su herencia, "hay que preocuparse de ese grupo humano, aunque minoritario, para que sean respetados y no discriminados por su condición y para que cuenten con los derechos básicos para una unión".
No obstante lo anterior, las declaraciones del arzobispo no innovan en cuanto a la doctrina católica. En efecto, el Catecismo de la Iglesia Católica es claro en rechazar lo que llama "conducta homosexual", la cual constituiría un acto "intrínsecamente desordenado" que "no puede recibir aprobación en ningún caso". Esto a diferencia de la "tendencia homosexual", la cual también es "objetivamente desordenada" pero debe ser acogida con "respeto, compasión y delicadeza". Es importante mencionar que esta distinción entre "tendencia" –término erróneo para referirse a la orientación sexual, que es el concepto utilizado en la ciencia, en el derecho internacional de los derechos humanos y en la propia legislación chilena– y "conducta homosexual" es artificial, puesto que la sexualidad es parte intrínseca de la persona, y la definición de orientación sexual incluye tanto la atracción que una persona pueda sentir por otra como la capacidad de tener relaciones sexuales con ella.
Ante tan rígida postura, el arzobispo de Santiago –y la doctrina oficial– deja solo dos caminos válidos para un gay o una lesbiana católicos: el celibato o el matrimonio pantalla. Pero, ¿son realmente caminos válidos? Veamos ambos casos por separado.
El celibato es una práctica muy cuestionada en la actualidad y que incluso algunos sacerdotes llaman a revisar. No entraremos aquí en el debate sobre su pertinencia, pero la mayoría estará de acuerdo en que, si existe, debe ser voluntario. ¿Cómo cumplir algo tan difícil, cómo sobreponerse a tan fuerte impulso biológico si no hay una firme convicción detrás? ¿Cómo es posible que a una persona adulta y sana se le prohíba tener relaciones sexuales? Sin ir más lejos, pareciera que muchos jóvenes gays católicos, obedientes de la doctrina vaticana, optan por el sacerdocio justamente como una vía institucional para cumplir las reglas del Catecismo.
<em>Después de todo, para los hombres, el sacerdocio es la forma más socialmente aceptada de celibato dentro del mundo católico. <strong>No es que un gay no pueda ser sacerdote. Pero ojalá que, si decide serlo, lo haga por las razones correctas.</strong></em>
El matrimonio pantalla, por su parte, es el matrimonio de un gay o una lesbiana con una persona del sexo opuesto con el fin de esconder su orientación sexual y seguir un estilo de vida acorde con la tradición. A pesar de que en tiempos pasados, sobre todo en aquellos en que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo eran sancionadas con penas de cárcel –hasta 1999 en el caso de nuestro país– este tipo de matrimonios era una práctica habitual entre homosexuales, en la sociedad actual, donde la honestidad es un valor intransable, parecen no encontrar mucha cabida. Después de todo, ¿a quién le gustaría que su hija se casara con un gay? ¿Quién preferiría que su hermano se case con una lesbiana? ¿No preferiríamos todos que nuestros seres queridos se casaran con personas que los amaran y desearan? ¿No constituye acaso una especie de tortura para el propio gay o lesbiana estar obligados a compartir su vida con alguien hacia quien nunca sentirán atracción?
Como ateo, y siendo egoísta, no me afecta lo que diga Ezzati, Bergoglio o la Biblia. Como chileno y como dirigente, sin embargo, no me puedo quedar indiferente ante la brutalidad de estas posturas.
Me parece demasiado obvia la relación entre esta visión estricta y castigadora de la homosexualidad y, por ejemplo, la alta tasa de suicidio que presentan los adolescentes gays, lesbianas, bisexuales y trans, la cual es cuatro veces más alta que la del resto de los adolescentes, y hasta ocho veces más alta si existe rechazo familiar, rechazo provocado en muchas ocasiones por el apego excesivo de los padres a la doctrina. Me parece demasiado injusto que los y las heterosexuales puedan conciliar sin problemas su orientación sexual con su espiritualidad, pero que los gays y lesbianas no puedan hacerlo, y que el motivo de esa diferencia sea algo que no fue escogido. La buena noticia es que sí se pueden conciliar ambas dimensiones. Ese es el mensaje que encarnan grupos disidentes de la línea oficial, como la Pastoral de la Diversidad Sexual, que funciona bajo el amparo de los curas jesuitas, junto a quienes expuse la semana pasada en la Parroquia de la Anunciación. Es el discurso de líderes nacionales como José Aldunate, Felipe Berríos y Mariano Puga, pero también de pastores evangélicos como el luterano Luis Álvarez o la ex capellana de La Moneda Juana Albornoz, quien incluso aceptó ser uno de los rostros de la primera campaña de socios de la Fundación Iguales.
Lo que ofrece Ezzati, pastor de los católicos y católicas de Chile, a los gays y lesbianas que profesan esa religión es un camino sin salida. Un camino que los lleva a cualquier lugar menos a la felicidad. Es una lástima que, para vivir en plenitud, un gay o lesbiana católico deba desobedecer a su pastor.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.