El cojo y el empedrado




Ya se sabe: la raza humana no está particularmente dotada para asumir responsabilidades y/o reconocer culpas, pero sí para endosarlas a terceros; por eso, en directa proporción al acelerado descrédito del gobierno, el país se ha ido llenando, según denuncian locuaces portavoces de la NM, de sediciosos y saboteadores. Mejorando la performance de Caín, primer especialista de marketing en esa materia, quien sólo dijo "¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?",  acá se es más explícito y se indica con el dedo a los infractores. Si alguien cree que así no se hace gobierno, se equivoca; Pedro negó a Cristo tres veces y sería la piedra sobre la que se construyó la Iglesia. En Chile, donde se practica con esmero el ejercicio de negar culpas y responsabilidades y decir la verdad sólo en la escasa medida de lo posible, pero mentir aun cuando debiera ser imposible, tal tejido de embustes suele ser la piedra angular sobre la que se erigen gobiernos y regímenes. La cobardía moral y la deshonestidad galopante son talentos indispensables para el éxito en la política.

Por eso, cada nuevo gobierno culpa al anterior de los males que puedan sobrevenir, como si éstos ya hubieran ocurrido; así se anticipan a la ignominiosa realidad de haber prometido como nunca y ofrecer resultados mediocres como siempre. Y si acaso el pálpito acerca del fracaso es excesivo, entonces se recurre a medidas precautorias extremas; recuérdese cómo la NM llegó a La Moneda haciendo alardes de "auditorías" en casi toda repartición pública para insinuar la existencia de innumerables desfalcos o desastres con los cuales tendría que lidiar. Posaron como implacables funcionarios del FBI allanando la mansión de Cara Cortada y como a la historia le gustan los chistes ese show publicitario y político se dio vuelta de carnero y hoy no hay auditoría que estos auditores puedan resistir.

En el despliegue de este viejísimo reflejo condicionado de negar o evadir las culpas es inevitable -porque la pura negación de responsabilidades, al existir el desaguisado, es insuficiente- que, en subsidio, algún otro se haga aparecer como culpable; por eso siempre sacar el bulto se complementa con un endoso a terceros. Sólo cuando es ABSOLUTAMENTE IMPOSIBLE los acusados del embrollo aceptan tardías responsabilidades, aunque siempre revestidos de una histriónica postura de héroes y hasta de mártires. Y entonces, desde un pódium, frente a cámaras y micrófonos, nos recitan una línea de mala dramaturgia ya de sobra conocida: "Reconozco virilmente etcétera etcétera…".

Paranoia

Cuando es una colectividad -gobierno, partido político, gremio, empresa, colegio, universidad, etc.- la que está en falta, culpar al prójimo es procedimiento de compleja factura. La falta es más grave en su calidad, más amplia en su cantidad  y enormemente más dañina en sus efectos porque amenaza la legitimidad de la agrupación y sus privilegios o pretensiones de obtenerlos. Por lo mismo -y a la pasada ofreciéndole al respetable público un pararrayos para descargar sus resentimientos y frustraciones, las cuales no faltan y en realidad abundan y sobran- el cordero de Dios que borra los pecados del mundo ha de cargarse no simplemente con un error, sino con peso culposo de gran envergadura, catastrófico, imperdonable y ojalá satánico. No basta indicar que el denunciado se equivocó o se tentó; ha de agregarse que lo hizo animado de un apocalíptico espíritu de destrucción.

Para que dicha exculpación sea plausible quienes llevan a cabo la transferencia han de creer sinceramente en su inocencia y en la culpa ajena. Para lograrlo se imaginan víctimas de una conspiración constituida por fuerzas del mal laborando en su contra. Han de ver en todo tropiezo la acción de un "proveedor externo", a súcubos e íncubos del Averno repletos de exquisita perversidad. Eso, en la literatura psiquiátrica, se llama paranoia. Es la dolencia que aqueja hoy al gobierno. De la arrogancia pasó a la confusión, luego al desaliento y ahora se encamina por sus propios pies al pabellón de las enfermedades mentales.

¡Sedición!

Algunos hechos aislados pero significativos son los primeros síntomas de esa larga y penosa enfermedad. Se habla ya, en diversos círculos de la NM y del gobierno, de "sedición". Un sitio-Twitter del PPD se refería hasta hace unos días  a la "sedición y cobardía" de una lista de direcciones Twitter de personas contrarias al régimen. Estos ciudadanos, debida y públicamente identificados para que se conviertan en blanco de las hordas linchadoras, no son ya simplemente críticos, sino sediciosos. A esa laya de acusaciones se ha sumado Osvaldo Andrade, quien al fin se ha animado a sacar palabra después del largo silencio, de seguro muy difícil, que le inspiraron los escándalos envolviendo a gente de su sensibilidad. Cosa parecida hizo el senador Navarro en Tolerancia Cero cuando adjudicó a Evelyn Matthei -y de refilón a muchos otros- la mala situación que vive la economía, arguyendo en su estilo golpeado que ella "está incendiando el país", al cual, agregó, la NM  lo tendría en "excelentes condiciones para la inversión extranjera". Se ve que es hombre con sentido del humor. El de Navarro, Andrade, el Twitter y tantos otros es el consabido lenguaje del fanático, quien no tolera ni la menor transgresión de su doctrina, pero sobre todo no tolera darse cuenta de que su doctrina vale hongo. De ahí su ardor por denunciar y sancionar duramente a heréticos, apóstatas y meros críticos.

Lo de "sancionar duramente" no es metáfora. Ahí donde gente parecida se apropió de todo el poder, como sucede en Venezuela, paraíso de referencia de más de un militante y congresal de la NM, pronto comienzan a verse los abusos.  En ese país uno o dos parlamentarios han sido sacados a empujones del Congreso, acusados de traición y arrastrados a una mazmorra. En solidaridad los hinchas nacionales del socialismo bolivariano -lo que sea eso signifique- no cesan en atribuir al "golpismo" las tribulaciones de Chávez primero, de Maduro después.

Se viene, es notorio, un importante cambio semántico, aunque esperamos, Dios mediante, vaya a quedarse sólo en eso; por ahora el mote de "fascista", demasiado vago, manoseado y apenas indicando, si acaso indica algo, un mero aunque desagradable atributo de la persona, está siendo reemplazado por el epíteto de "sedicioso", el cual señala no ya un rasgo de carácter o de postura, sino un determinado actuar potencialmente sancionado por la ley.

Genealogía

El término "sedicioso", voceado o insinuado desde muchos lugares de la intrincada maquinaria partidista-gobiernista-ONGeista y callejera de la NM y sus variantes, pertenece desde tiempos inmemoriales al diccionario de la izquierda. Esta lo desenfunda cuando, como es costumbre, su modelo populista-socialista-bolivariano-griego-cubano-coreano o cualquiera sea su particular catadura y denominación se precipita en el fracaso. Luego de tantas promesas de inaugurar una nueva y superior sociedad, el desastre, ya sea a uno o a 40 años plazo, es imposible de explicar. ¿Cómo confesar que es resultado de la incompetencia  y/o la irremediable falacia de sus principios doctrinarios? Preciso entonces es inventar la presencia de un adversario tal como la Teología Cristiana lo hizo con Lucifer, único modo de explicar la porfiada existencia del Mal. De acuerdo a los tiempos, el Satán del progresismo ha sido el imperialismo yanqui, el modelo capitalista o la globalización, a los que se suman como villanos invitados los golpistas, la CIA, las campañas del terror, los acaparadores, los momios y hoy en día los sediciosos.

Cuando se llega a esta etapa de paranoia desatada buscando incendiarios para explicar el naufragio de la economía y a golpistas para explicar la abdicación en materia de autoridad, siendo el último capítulo la vergonzosa rendición del ministro Eyzaguirre, se evidencia que la era de las promesas y afirmaciones rotundas está abriendo paso a la de las culpas de terceros. Los sediciosos llegaron ya bailando el ricachá…

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