El Papa Francisco, ¿un marxista?




Ayudar a los pobres es de santo, pero preguntar por qué los pobres son pobres es de comunista. Esa parece ser la realidad para muchos que no han parado de criticar al nuevo Papa Francisco por las declaraciones "anticapitalistas" en su última exhortación apostólica "La Alegría del Evangelio." En Estados Unidos, el conocido comentarista político conservador Rush Limbaugh dedicó su programa radial a criticar al "Papa marxista" y la polémica ha tomado cierta fuerza en los medios estadounidenses con CNN, FORBES y otros preguntándose ¿es el nuevo Papa un marxista?

Es muy probable que para los defensores acérrimos del neoliberalismo -como Limbaugh- cualquier crítica al sistema merezca la etiqueta de "marxista." Marxista, comunista y últimamente populista, son palabras que han sido casi vaciadas de contenido por la derecha, aplicándola a todo lo que básicamente no les gusta. Ciertamente es esto lo que ocurre con el Papa Francisco, ¿o no? ¿Hay algo más?

La duda me entró con un juego creado por un Blog estadounidense en que listan frases y hay que adivinar quién las dijo "Karl Marx or Pope Francis?". Dado que llevo años haciendo clases de Marx y me confundí con varias de las frases de Francisco (atribuyéndoselas erróneamente a Marx) decidí explorar el tema: ¿es el nuevo Papa un marxista?

La pregunta es complicada, ya que deberíamos partir por definir qué es ser marxista. Pero interpretaciones de Marx hay tantas como de la Biblia, y lo que en la práctica se ha llamado marxismo ha sido bastante variado. Personalmente considero que podemos llamar marxista todo lo que esté influido por las teorías económicas, políticas y sociales de Karl Marx, más allá de si esas personas concuerdan entre sí o no. La historia ha dejado más que claro que esa concordancia no ocurre y el mismo Marx fue cambiando un poco sus teorías.

El mundo académico norteamericano tiene una distinción que puede ser útil: existen los "marxists" y los "marxians", que podría traducirse como marxistas y marxianos. Con marxistas se refieren a un grupo específico de partidarios políticos que comparten la agenda revolucionaria de Marx y los comunistas. Marxianos, en cambio, vendría a identificar a aquellos que estudiando a Marx encuentran que tiene algo que aportar a nuestra comprensión de la sociedad contemporánea, pero sin llamar a la revolución comunista. Se podría decir, a grandes rasgos, que comparten su diagnóstico pero no su solución.

Es en este segundo sentido que podemos clasificar al Papa Francisco como marxista, o más bien "marxiano". Seria claramente una exageración llamar al Papa comunista, o siquiera pensar que tiene mucho en común con los socialismos actuales, pero hay algunos puntos de su primer texto apostólico en que la convergencia con Marx es evidente. Por supuesto, no tengo cómo saber si el Papa ha leído a Marx, pero queriéndolo o no, ha tocado varios de los puntos más importantes de su teoría sobre el capitalismo: pauperización creciente, alienación, falsa conciencia, fetichismo, dialéctica y crisis.

Primero, señaló Marx que la característica más inmediata del capitalismo es la pauperización creciente de la mayor parte de la población, a la par con una reducción del número de "magnates del capital" (El Capital, Libro 1). El proletariado, esa clase que sólo cuenta como recurso su propia fuerza y la de su prole (de ahí el nombre) vive en la miseria y explotación, ya que el capitalismo mantiene los sueldos al mínimo de sobrevivencia. Para el proletariado el trabajo no dignifica ni permite surgir, sino sólo sobrevivir.

Critica igualmente el Papa que en la economía actual "mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz" (…) "la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias funestas. Hay que luchar para vivir y, a menudo, para vivir con poca dignidad" (pág. 47). Y agrega el Papa que "este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera".

Una segunda idea clave es la alienación. Dice Marx que el capitalismo causa una distorsión en la naturaleza humana, quedando ésta reducida a ser recurso, ya sea como fuerza bruta o como capacidad de hacer funcionar una máquina. Critica el Papa que hoy "se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar" (pág. 46).

"Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta", dice el Papa, "se ha desarrollado una globalización de la indiferencia como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe" (pág. 46). En palabras marxistas, esto se debe a una falsa conciencia o ideología, que en nombre del desarrollo justifica inequidades o privilegios, e incluso hace olvidar al explotado que es sujeto de explotación. O como dice el Papa, "nos anestesia."

A continuación, señala el Papa que una de las causas de esta situación es que hemos convertido al dinero en un fetiche. "Hemos creado nuevos ídolos, la adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y la dictadura de la economía sin un objetivo verdaderamente humano" (pág. 47). Aquí la influencia marxista (o perdón, marxiana) se hace muy obvia. El tomo I, capítulo 1, apartado 4 de El Capital, lo titula Marx "El carácter fetichista de la mercancía y su secreto", donde explica el carácter misterioso de la mercancía, aquello que se produce para vender. La forma mercancía transforma las cosas en fetiches; creaciones humanas que sin embargo controlan a los hombres, como dioses en su olimpo.

Pareciera que todo tiene un sentido superior a nosotros, critica Marx, en que los hombres no tenemos nada que decir, sino seguir reglas económicas que han sido equiparadas con las de la naturaleza. Pero la verdadera racionalidad económica, señala Marx, no es controlada por un poder "ciego", sino que está en ser supeditada a la naturaleza humana. Esta naturaleza incluye necesidades básicas, pero sólo superando esas necesidades encuentra el hombre su verdadera libertad, no puede florecer mientras se encuentre atrapada en la necesidad (Capital, Libro 3, traducción propia). Asimismo, señala el Papa que la economía "ha instaurado una tiranía invisible, a veces virtual, que impone de forma unilateral e implacable sus leyes y sus reglas" (pág. 48). Señalando que "no podemos confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado" (…) "la economía, como la misma palabra indica, debería ser el arte de alcanzar una adecuada administración de la casa común, que es el mundo entero" (pág. 161-62).

Finalmente, la teoría dialéctica marxista señala que el capitalismo esconde su propia destrucción. La apuesta de Marx es que la pauperización permanente estanca la demanda y causa sobreproducción, luego viene la revolución. Esta idea es el centro de la dialéctica marxista: cada sistema de producción esconde las contradicciones que amenazan su destrucción. El Papa parece concordar con Marx en esta lógica dialéctica, cuando señala que "se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres, pero sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión"(pág. 49).

El Papa comprende, como cualquier marxista/marxiano, que los cambios deben ser estructurales o nada cambia. "La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar", dice claramente. Y aunque el texto no menciona ni la palabra capitalismo, ni socialismo ni mucho menos comunismo, es explícito en señalar que esto se logra "renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad" (pág.160).

Así, el Papa critica directamente a quienes "todavía defienden teorías del "derrame", que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando" (pág.46).

¿Son suficientes estas congruencias con Marx para llamar al Papa un marxista? Para algunos será suficiente, para otros no. Unos dirán que coincidir con Marx en ciertos temas no lo hace un marxista, para otros hablar de equidad te deja en ese bando. Lo que sí se puede decir con propiedad es que el Papa se opone al fundamentalismo del mercado, y que en el nivel más esencial comparte con Marx la creencia antropológica de que el ser humano debe venir antes que los fetiches económicos, sea éste el dinero, la mercancía o el crecimiento (al final, es todo lo mismo). Ambos reconocen la necesidad de producir, de crecer, pero "la dignidad de cada persona humana y del bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica" (pág.160).

Las soluciones, sin duda, no coinciden. Difícilmente un Papa va a llamar a apoyar una ideología que es, esencialmente, su competencia. El Papa no llama en su carta a la socialización de la economía por medio de la producción estatal, sino más bien a una economía de mercado mayormente regulada y con foco en la equidad. Sin especificar, el Papa llama a renunciar a la autonomía absoluta de los mercados, regular la especulación financiera, generar programas y mecanismos orientados a una mejor distribución del ingreso, y una política integral hacia la pobreza, que supere el mero asistencialismo (pág.160-161). Cómo se lleva esto a la práctica aún queda por ser determinado.

En realidad, creo que aunque la influencia marxista en el pensamiento del Papa es clara, no es Marx su perfecto referente. Pero claramente tampoco lo son Milton Friedman ni Friedrich von Hayek, como bien podría decirse de algún antecesor. Y aunque más de alguno ha argumentado que su referente teórico podría ser Perón, en mi opinión su mejor coincidencia es Karl Polanyi. No hay espacio aquí para extendernos en el universo teórico de Polanyi (La Gran Transformacion, 1971), pero su influencia en el Papa es la más clara. La relación entre las teorías de Marx y Polanyi es compleja. Polanyi interpreta a Marx, colaborando y criticando al mismo tiempo (es un "marxiano"). Pero es seguramente a través de Polanyi que el Papa se vio influido por Marx. La referencia a Polanyi se ve claramente en su énfasis por una economía en la medida de lo humano, su fugaz pero claro llamado a que el medioambiente no esté tampoco supeditado a los intereses económicos (un tema del que Marx no se preocupó). Y su punto principal: que el dinero debe servir y no gobernar.

Referencias

Karl, Marx.El Capital, 1867

Karl Polanyi,La Gran Transformacion, 1971

Francisco I,La Alegría del Evangelio, 2013

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