El síntoma Cruz-Coke




Hay una sola cosa que nadie en la Alianza podría decir: que no se les advirtió. La candidatura a senador por la Segunda Región de Luciano Cruz-Coke podría ser impugnada con éxito, porque se basaba en una argucia administrativa (un "resquicio" lo habría llamado en otros tiempos la misma derecha) que tenía más debilidades que fortalezas. Sostener que Cruz-Coke no es un ex ministro, aunque juró, sirvió y fue tratado como tal, y que en su condición de jefe de servicio no estaría sujeto a los plazos de vacancia que la Constitución establece para postular al Parlamento, era girar la tuerca de la razón más allá de lo prudente. Era, en breve, un oxímoron jurídico y político, que ni los tribunales ni (quizás) el público aceptarían. Un disparo en el pie.

Es lo que opinaban, en privado, la UDI y algunos sectores del propio gobierno. Pero Renovación Nacional, con base en las encuestas, insistió en el salto al vacío a pesar de que otros de sus militantes, como Andrés Allamand y Catalina Parot, habían sido estrictos en el cumplimiento de la norma. La pertinacia de RN arrastró de paso a Evópoli, el grupo por el cual se presentó el ex ministro, sembrando serias dudas acerca de la naturaleza de un movimiento que se ha presentado como un esfuerzo de "evolución" de la actividad política, tantas o más que las que vienen afectando, en la otra vereda, a Revolución Democrática con la candidatura protegida de Giorgio Jackson.

Según las desconocidas encuestas de RN, Cruz-Coke tendría la fuerza competitiva suficiente para impedir que la Nueva Mayoría elija a sus dos postulantes, Alejandro Guillier y Pedro Araya, a pesar de las advertencias del ex RN Carlos Cantero, que ya había decidido contestar a esa designación compitiendo fuera de lista. Incluso la validez de tales encuestas empezaba a merecer una prueba más ácida, desde que el regionalismo ha ido creciendo en Antofagasta con mucha más fuerza que en otras zonas.

La operación Cruz-Coke tuvo desde el primer momento un cierto aire angustiado y ha formado parte del esfuerzo monumental de la Alianza por evitar el doblaje de la Nueva Mayoría en a lo menos cuatro circunscripciones (las otras son las regiones Cuarta, Octava Costa y Duodécima). Ese empeño es hoy la fuerza gravitacional de la Alianza frente a las elecciones de noviembre, lo que también explica que la campaña presidencial de Evelyn Matthei no tenga para esos partidos la prioridad que sería normal. Pero es justo decir que ese diseño no lo inició RN, sino Pablo Longueira, que canceló los debates internos de la UDI y repartió a dedo candidatos por aquí y por allá.

<em>El Tribunal Calificador de Elecciones demolió uno de sus pilares. Ahora RN no tiene candidato en la Segunda Región y la Alianza habrá de defenderse con el postulante local de la UDI. Sería difícil imaginar un escenario más malo.</em>

Pero estos son los ingredientes tácticos. En verdad, lo más importante de la fallida candidatura de Cruz-Coke es que ha dejado a la vista dos debilidades estratégicas que están hiriendo a la Alianza.

La primera es el abandono de las regiones. Es un hecho de que todos los partidos, incluyendo a los de la Nueva Mayoría, han destinado candidatos desde Santiago para reforzar sus posiciones electorales. Pero también es sabido que la Alianza tuvo considerables dificultades para completar su plantilla parlamentaria con figuras competitivas. Esto significa que no ha conseguido elevar liderazgos locales en un momento en que las regiones comienzan a reclamar una representación de identidad más fuerte. Antofagasta y Punta Arenas pueden llevar en esto la vanguardia, pero es evidente que la misma pulsión ya vibra en otras zonas del país.

La segunda debilidad es una cierta falta de convicción en su capacidad de concitar votantes sin el recurso de la popularidad medida en encuestas. Hay algo de la política que se licua cuando se necesita acudir, en la hora nona, a figuras que se miden más por sus apariciones que por sus ideas. Es cierto que la política está hoy más mediatizada que nunca antes, pero en la última línea el gobierno -el Ejecutivo, el Parlamento, el poder municipal- se realiza con proyectos, no con fantasmagorías.

Parece una paradoja, pero en estos aspectos decisivos la Alianza parece más frágil, y no más fuerte, después de haber ganado el primer gobierno democrático en 55 años. El caso de Cruz-Coke es, por supuesto, un tropiezo, pero es también el síntoma de un problema más profundo.

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