¿Y si Hillary Clinton hubiese ganado?




"Hillary Clinton se convierte en la primera presidenta de Estados Unidos". Este podría haber sido uno de los muchos titulares de la prensa mundial del 9 de noviembre de 2016, si no hubiese sido porque el ganador de la elección finalmente resultó ser Donald Trump.

¿Cómo podría haber sido un Estados Unidos encabezado por Hillary Clinton? ¿De qué manera habría cambiado la política exterior de EE.UU. en estos meses? ¿Y el destino de Donald Trump? Bueno, todas estas son preguntas que solo tendrían respuesta a través de un ejercicio de política ficción como el siguiente:

Doce meses han transcurrido desde que Hillary Clinton obtuviera el triunfo en la elección del 8 de noviembre pasado, transformándose así en la primera mujer en llegar a la Presidencia de Estados Unidos. Una victoria electoral que garantizó un tercer periodo consecutivo para el Partido Demócrata, al tiempo que acabó de sumir a un dividido Partido Republicano en una profunda crisis interna.

Y aunque aún controlan ambas cámaras del Congreso, las renuncias y recriminaciones por el manejo de la campaña han impedido que los republicanos hayan podido articularse como una oposición efectiva, permitiéndole a Hillary gobernar estos meses con relativa tranquilidad.

No se puede decir lo mismo del ex candidato Donald Trump, quien hasta ahora se niega a reconocer su derrota y no ha escatimado recursos para cuestionar —desde su torre en Nueva York— la legitimidad de la actual mandataria. Basta recordar que tras conocerse los resultados del Colegio Electoral, el empresario aseguró tener pruebas de que inmigrantes indocumentados —en su mayoría mexicanos— habían votado por Clinton, lo que explicaba su triunfo.

Después de ello, Trump insistió en revivir el "fantasma de Bengasi", el ataque perpetrado por un grupo de Al Qaeda en Libia, el 11 de septiembre de 2012, en el que resultaron muertos cuatro estadounidenses, entre ellos el embajador Christopher Stevens. Y por el cual Hillary Clinton, entonces secretaria de Estado, fue ampliamente cuestionada.

Sin embargo, Trump también ha debido enfrentar la incómoda investigación del FBI ordenada por su propio director, James Comey —el mismo que estuvo tras los correos electrónicos del servidor privado de Hillary—, quien busca establecer a la brevedad los reales vínculos entre el equipo de campaña de Trump y el gobierno de Vladimir Putin. Sobre todo, luego que el ex presidente Barack Obama le entregara a su sucesora el informe elaborado por las principales agencias de inteligencia estadounidenses y que aseguran que Rusia efectivamente "intervino en las elecciones para promover la victoria de Donald Trump".

En lo económico, Hillary ha continuado por el camino de su predecesor, en tanto siguen aumentando los empleos, aunque muchos critican que se trata de puestos de trabajo con sueldos inferiores. Asimismo, se ha mantenido por encima del 14 por ciento la tasa de desempleo en el segmento de 16 a 19 años. Y los republicanos no han perdido oportunidad de señalar el aumento en los niveles de déficit fiscal (en gran medida, producto del rescate de la economía del país en 2009).

En el ámbito de política exterior, Hillary ha sacado provecho de su experiencia como ex secretaria de Estado, lo que a veces incluso ha llegado a opacar al actual responsable de esa cartera, ex el vicepresidente Joe Biden.

Al margen de eso, lo cierto es que Hillary —desde que se instaló en la Casa Blanca— se ha dedicado a reforzar los vínculos con sus aliados y también a buscar nuevos apoyos, como una forma de recuperar el protagonismo de EE.UU. en el sistema político internacional.

Producto de la investigación de la llamada "trama rusa", las relaciones entre Washington y Moscú atraviesan por su punto más bajo, lo que se ha evidenciado en declaraciones públicas de ambos mandatarios, pero también en la expulsión mutua de funcionarios diplomáticos. A lo que se suman las nuevas sanciones impulsadas por el departamento de Estado y del Tesoro que afectan a figuras cercanas a Putin, producto de su apoyo a los separatistas del este de Ucrania.

Paralelamente, el trabajo de Biden ha dado sus primeros frutos con la creación de un acuerdo general en Medio Oriente para terminar con la guerra civil en Siria, en el cual Arabia Saudita e Irán —gobiernos política y religiosamente irreconciliables— aceptaron contribuir a la reconstrucción de este país. De hecho, ya se habla que Teherán está dispuesto a recibir a Bashar al Assad y al resto de su familia, así como a las principales figuras del régimen.

Y en la ONU, la nueva embajadora Huma Abedin —quien fuera asistente personal de Clinton—, logró que China apoyase los recientes paquetes de sanciones en contra del gobierno de Kim Jong-un, destinados a detener su escalada de pruebas con misiles balísticos y ensayos nucleares. Una iniciativa que Japón y Corea del Sur respaldaron al aceptar un aumento de equipo militar y las tropas estadounidenses desplegados en sus respectivos países.

Próxima a iniciar una nueva gira a Europa, está previsto que Hillary mantenga encuentros con Angela Merkel, Emmanuel Macron, Mariano Rajoy (con quien abordará el tema de Cataluña) y  Theresa May (a quien intentaría convencer de echar pie atrás con el Brexit). Y que además aproveche su paso por el cuartel general de la OTAN, en Bruselas, para proponer una modernización de la alianza atlántica.

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