Joseph Beuys: esencial




Un hombre con el rostro embadurnado de miel está sentado en un taburete. En sus brazos tiene una liebre muerta. Al poco rato, se levanta y empieza a ver las pinturas que están en la pared. Levanta a la liebre, le habla al oído, la vuelve a acurrucar y sigue su tranquilo recorrido por la sala, indiferente a las reacciones del público que mira, entre perplejo y maravillado, la performance. La acción, que se desarrolló en 1965 en una galería de Düsseldorf, se llama Cómo explicar cuadros a una liebre muerta. La respuesta que Joseph Beuys -el protagonista de la performance- da a esta pregunta es sencilla: "El arte no está para brindarnos un conocimiento directo. Produce percepciones de la experiencia más profundas. El arte no está simplemente para ser comprendido; de lo contrario no tendríamos necesidad del arte".

Joseph Beuys creía en la naturaleza, en el espíritu y en los mitos. En otras palabras, creía en el misterio. Quizá por ello su obra, a casi tres décadas de su muerte, posee una fuerza sugestiva que se mantiene intacta. En la Fundación Proa, de Buenos Aires, se abrió hace unos días una retrospectiva suya, con dibujos, videos, instalaciones y fotografías que despiertan nuestra conciencia, invitándonos a mirar cuestiones cotidianas de manera nueva.

Beuys trabajó tres problemas esenciales: la educación, la política y el cuidado de la naturaleza. Y lo hizo con materiales también esenciales: su cuerpo, en primer lugar, y luego grasa, fieltro, cobre, hojas, agua y animales.

Todo ello nos remite a un mundo atávico, ancestral, aunque tiene, además, un anclaje en la vida del propio Beuys. Como parte de Luftwaffe, durante la II Guerra Mundial fue enviado a combatir a los rusos en Crimea y el avión que manejaba sufrió un accidente. Gravemente herido, Beuys dijo que fue salvado por unos nómades tártaros, quienes curaron sus heridas y le dieron calor cubriéndolo con grasa y fieltro.

La obra de Beuys tiende puentes con la zoología, la antroposofía, el cristianismo y cierto ideario político vinculado a la libertad y el igualitarismo. En 1971, molesto por la poca representatividad de los partidos alemanes, creó la Organización para la Democracia Directa, un instituto de investigación para elaborar nuevos modelos de participación ciudadana. Al año siguiente instaló en la Documenta de Kassel una oficina que durante 100 días atendió al público y debatió sobre la verdadera democracia. En los años 80, se concentró en advertir sobre la destrucción del planeta con obras tan certeras como una botella con agua contaminada del Rihn o la plantación de siete mil árboles.

A juicio de Beuys, la mayor aspiración social es la de permitir que cada ser humano sea el autor de su propia vida. Pero para que cada persona pudiera determinarse a sí misma era fundamental un cambio en el modelo educativo. Dicho sea de paso, creó junto a Heinrich Böll la Universidad Internacional Libre. En ella, por supuesto, el arte jugaba un rol primordial, pues es la actividad transformadora por excelencia. "Arte es igual a hombre que es igual a creatividad que es igual a ciencia", escribió en uno de sus célebres pizarrones, borrando una vez más las fronteras entre arte, conocimiento y vida.

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