La chúcara: una novelita romántica




No deja de ser sorprendente que el primer capítulo de La Chúcara remita de modo casi automático al episodio inaugural de Fiera radical, una telenovela brasileña que acá exhibió Canal 13 hace más de 20 años. Las similitudes no son solo en cuanto a trama (una mujer retorna al fundo donde se crió) sino que también en tanto escenas específicas: la muchacha, en un momento, se baña al aire libre mientras un hombre a caballo la observa.

Suena y se ve demasiado parecido, aunque los matices son importantes. Fiera radical era una sofisticada fábula de venganza llena de dolor y violencia. En ella Malu Mader, la protagonista, manejaba una motocicleta negra y la escena del baño tenía cierto voltaje erótico a partir de la tensión feroz entre civilización y barbarie, como si el deseo y la repulsión que los personajes podían establecer entre ellos fueran lo mismo. En La Chúcara la chica es Antonia Santa María (que no anda en moto sino en bicicleta y vuelve al campo a trabajar de temporera) y el que la observa es Felipe Braun, al que se le desata cierta pasión necrófila, pues mientras la contempla le vienen a la cabeza la imágenes de su mujer muerta en ese mismo río.

Pero Chile es Chile. "Nos metieron mucho Concilio de Trento", decía Diego Maquieira en uno de sus poemas más célebres. Tenía razón: acá la culpa y el miedo de Braun superan al deseo y donde uno quiere presumir la sombra de Hitchcock, lo que aparece es La novicia rebelde y La Cenicienta.

<em>Así, con el correr de los episodios, La Chúcara apelará a todo un arsenal de recursos más o menos clásicos de cuento infantil. El duro viudo verá cómo su traumado corazón se quiebra por la chica, que se volverá la amiga/madre sustituta de sus hijos mientras aparecerán una suegra abominable y un montón de antagonistas que no vale la pena mencionar, pues más allá de que entre todos esté en juego la posesión simbólica y real de la tierra". </em>

Pero más allá de estos clichés, La Chúcara se deja ver. Con todo, es el mejor culebrón que TVN está exhibiendo en estos momentos: luce bastante menos pobre que No abras la puerta (lo que no es mucho decir, la verdad), tiene una trama entendible que sale a buscar la identificación con el espectador, aunque a veces esa apelación sea demagógica pues choca con el acento impostado de casi todos sus actores al tratar de lucir y hablar como campesinos. Quizás el corset de las 15 horas le hizo bien al formato, pues es posible ver cómo el culebrón nunca abandona las reglas clásicas del género, devolviéndole cierta claridad y lentitud, haciendo que quizás sea la primera telenovela local influida por las teleseries turcas.

Un último punto: habría que pensar en qué significa el campo chileno como tema para TVN ahora mismo. Mientras todas las noches, las repeticiones de El señor de la Querencia construyen una pesadilla de violencia y abuso tan inmensa que llega a ser paródica, La Chúcara se presenta como un relato escapista y algo candoroso. Poco importa en ella cualquier lazo con lo real sino cómo la narración se acomoda a esos lugares comunes que aparecen destilados y desprovistos de significado, lejos de todo presente. Así, por más que su aspiración sea identificar a un sector de trabajadores chilenos que pocas veces aparece representado en pantalla para fidelizarlo, lo que nuestra televisión pública está exhibiendo es una fantasía pobrísima respecto a nuestro paisaje, una fantasía que es presentada en un lugar casi sin tiempo ni historia, como si el Chile del presente (y todas sus tensiones) pudiera ser resumidos en esta novelita romántica del siglo XIX.

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