La demagogia global
Es una ironía muy cruel que la nación que estableció los fundamentos de la democracia moderna y ha defendido la cultura de la libertad por más de dos siglos, haya llegado a un punto que puede ser el inicio de un inmenso retroceso político, social y cultural como consecuencia del acceso al poder de un demagogo zafio e inescrupuloso. En EE.UU. se acaba de confirmar que la democracia, que es fuerte porque se basa en el consenso de la paz, la libertad y el derecho, es también frágil porque puede ser agredida desde dentro.
El sufragio universal es una gran conquista de la humanidad, pero ya hemos visto que puede servir para hacer pésimas elecciones, que incluso terminen erosionando las bases de la vida en libertad. Donald Trump consiguió capitalizar los miedos y prejuicios de mucha gente y se instalará en la Casa Blanca con propósitos que, de cumplirse, no harán a América más grande, como rezaba su lema de campaña, sino que la pueden llevar a una crisis inédita.
Seremos testigos de la confrontación entre un gobernante megalómano y los límites que fija la Constitución norteamericana. El sistema de contrapesos está concebido precisamente para impedir que el gobernante decida los asuntos fundamentales por sí solo. Pero será esencial la resistencia que oponga la sociedad a los intentos por despojarla de sus señas de identidad: la diversidad, la tolerancia, el respeto por las minorías. Allí radica la esperanza de que Trump no pueda, por ejemplo, llevar a cabo barbaridades como la expulsión de los millones de inmigrantes indocumentados o la construcción de un muro en la frontera con México.
Vienen tiempos turbulentos para el mundo. Contra la corriente de la globalización, que obliga a la interdependencia y el diálogo, se alzará un gobernante orgulloso de su ignorancia, con una mentalidad aislacionista que chocará contra el multilateralismo y los esfuerzos por perfeccionar los mecanismos de libre comercio, frenar el calentamiento del planeta, defender los derechos humanos en todas partes y reforzar el derecho internacional.
¿Qué lecciones nos quedan? Que los populistas pueden embaucar a la mayoría y salirse con la suya. Que, por lo tanto, hay que tomarlos en serio y estar atentos a su capacidad para vestirse con diversos ropajes, incluso el de "no políticos". Está demostrado que no importa mucho si se declaran de derecha o de izquierda porque, en definitiva, tienen una misma concepción cínica del poder y de los métodos para conseguirlo. Encarnan una forma degradada de la política que desprecia los límites morales y considera manipulables a los ciudadanos.
Frente a la inestabilidad mundial que ya se ve venir, será indispensable favorecer los grandes acuerdos para defender el interés de Chile. Necesitamos fortalecer el régimen democrático, y ello exige combatir los vicios politiqueros que han arraigado fuertemente en el Congreso. El país reclama una mejor política, autoridades que defiendan con energía el bien común, partidos que resistan el oportunismo y, sobre todo, ciudadanos alertas.
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