La escuela salvadora




La delincuencia ha vuelto a las primeras páginas de los diarios en estas semanas. Crece el número de "portonazos" y otros actos violentos. El narcotráfico amenaza no solo la seguridad de nuestras calles, sino también la estabilidad de nuestras instituciones. La reacción del público es previsible y no faltan los políticos que argumentan en la misma dirección: es necesario endurecer las penas, construir más cárceles y bajar la edad de la imputabilidad penal. Palabras más o menos, estas propuestas suponen que el problema de la delincuencia se resuelve aplicando una lógica tipo Trump.

Lamentablemente, las cosas no son tan sencillas. ¿O alguien piensa que algún delincuente dejará de cometer algún delito solo porque en el Diario Oficial apareció una modificación al Código Penal que indica que una pena ha subido en un año?

La represión es necesaria, pero es cara, insuficiente y de discutible eficacia. Nuestro foco debemos ponerlo también en la prevención.

Una aproximación seria a la delincuencia exige cruzar esas estadísticas con otras que también están disponibles, pero que no atraen la misma atención de los medios. Concretamente, en 2016, nada menos que 35.548 niños y jóvenes desertaron del sistema escolar. ¿Qué futuro les espera?

En una reciente campaña de CreceChile se nos informa que una persona que no ha terminado su educación gana un 30% menos que otras que realizan similares trabajos. Además, nueve de cada 10 oportunidades laborales exigen tener cursado 4° medio. El futuro de estos jóvenes es claro: les resultará muy difícil conseguir trabajo y si tienen la fortuna de obtenerlo será mal remunerado. A esto se suma que parten con desventaja, pues mayoritariamente provienen de los sectores más pobres de nuestra sociedad.

En ese contexto, ¿cabe pensar que el temor a la sanción penal será capaz de retraerlos de la delincuencia? Muchos de esos jóvenes provienen de hogares disfuncionales y no han tenido la oportunidad de recibir una educación moral sólida en sus casas. ¿Qué argumentos tendrán para rechazar la oferta de un narco de dinero fácil y rápido? ¿O para negarse a la propuesta de una banda que les permitirá conseguir mediante el robo el nivel económico que ansían y llevar el tren de vida que les demanda la publicidad?

No, la delincuencia no se combate simplemente pidiendo mano dura. Es necesario tomarse muy en serio la prevención, y eso parte por conseguir que esos 35.548 niños y jóvenes vuelvan cuanto antes a la escuela. Si no hacemos nada, cada año serán mas.

Siempre habrá casos excepcionales, personas que superan las mayores adversidades y salen adelante con un esfuerzo personal que llega al heroísmo. Pero las políticas públicas deben suponer que esos casos no constituyen la regla. Para el resto, la escuela es la única instancia salvadora. Cuando se discute en el Parlamento la reforma educacional, debiera considerarse la deserción escolar.

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