La hora de la verdad para la Alianza
Quienes trabajamos -directa o indirectamente- en la campaña de Sebastián Piñera, sabíamos que su triunfo era en parte mérito nuestro y en parte demérito de nuestros adversarios. En los últimos años, la Concertación había evidenciado un desgaste a través de múltiples síntomas: un gobierno con peores resultados que los anteriores, varios diputados y senadores descolgados de la Concertación, una primaria poco decorosa y un ME-O muy crítico corriendo por fuera, infligiendo grave daño a la candidatura de Frei.
<em>Paradójicamente, en los días que siguieron a la elección<strong> no hubo mayor autocrítica en la Concertación, pero sí la hubo en la Alianza.</strong></em>
En la Concertación decidieron acallar las críticas, ser una oposición muy dura con el gobierno y mandar a su principal activo a ONU-Mujeres para protegerla. No querían dejar en evidencia las enormes diferencias al interior del conglomerado ni menos darle la razón a ME-O y sus ácidas críticas.
En la Alianza algunos creyeron que la elección de Piñera era más una derrota de la Concertación que una victoria de la Alianza. Así -pensaron algunos-, era necesario construir una derecha que pudiera competir de igual a igual en épocas "normales" de la centroizquierda chilena y no ser sólo alternativa en tiempos en que ésta estuviera en crisis.
¿Pero qué características debía tener esa centroderecha para ser más competitiva? Debía alejarse de los empresarios, alejarse del gobierno militar y mostrar más apertura en los temas valóricos. Así por ejemplo, la reforma tributaria fue más un símbolo que una medida para recaudar más; los "cómplices pasivos" fue una frase preparada con antelación para los 40 años del Golpe, y el Acuerdo de Vida en Pareja es un triunfo político que el gobierno espera anotarse antes de entregar la banda presidencial.
Al poco andar muchas personas de pensamiento de derecha alegaban que el gobierno no tenía relato. Discrepo: al gobierno no le faltaba relato, sino que el relato era éste que acabamos de describir; el relato de lo que el gobierno bautizó como la "nueva derecha". Como se ve -al menos desde el discurso- la que realmente gobernó fue la nueva derecha. Y los desastrosos resultados electorales están a la vista.
Esta columna no es un intento por apuntar con el dedo a los posibles culpables de la derrota -ya sabemos que ello no conduce a nada-, sino que invitar a la Alianza y a sus adherentes a reflexionar acerca del camino que vamos a tomar hacia el futuro: respecto al famoso relato, ¿volveremos a la épica de la justicia y la libertad o seguiremos con la estrategia pragmática de marcar hitos refundacionales? En el Parlamento, ¿seremos una oposición que intente negociar algo con nuestra escuálida bancada o tomaremos palco para ver qué es lo que realmente está dispuesta a hacer la Concertación con sus mayorías? En las definiciones de futuro, ¿estamos dispuestos a abrir el debate sobre lo ocurrido -so riesgo de dañar la imagen de algunos dirigentes del gobierno- para enmendar el rumbo o dejaremos que la marea del que tenga más opciones de ganar la próxima elección presidencial nos arrastre adonde no queremos ir? Esta es la hora que vive la Alianza.
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