La incondicionalidad de la DC




La Democracia Cristiana atraviesa un momento muy difícil, como otros que ha enfrentado en su historia. Pero es un partido con tradiciones fuertes y con raigambre cultural. Fue capaz de salir adelante de retos muy complejos en el pasado, y puede, si quiere intentar superar la situación actual. Sin la DC es imposible imaginar una experiencia de gobierno tan exitosa como la de los cuatro gobiernos de la Concertación. Personalmente, me siento orgulloso de la contribución que los democratacristianos hicimos a la modernización y al progreso del país.

Creo que la DC ha pagado un precio muy alto al volverse borrosa su identidad, al aceptar un estilo ajeno de hacer política y, sobre todo, al callar ante un discurso que casi implicó pedir disculpas por lo hecho, entre 1990 y 2010. El binominalismo influyó mucho en esa distorsión, porque estimuló las alianzas/camisa de fuerza. Eso fue la Nueva Mayoría, en la que la DC se asoció con seis fuerzas de izquierda y con frecuencia soportó la hostilidad y la falta de respeto de algunas de ellas. Ha quedado en evidencia que nuestras diferencias con el PC son profundas.

Es hora de que la DC recupere su autonomía. Ninguna fuerza política que no defienda eso merece consideración de los ciudadanos. Y para ello, debe respetarse a sí misma. No comparto la decisión de apoyar a Guillier rápidamente y sin condiciones. Considero no solo reñida con la ética, sino también con la estética, la actitud de Silber y los hermanos Rincón, que antes de que pasaran 24 horas de la elección, ya estaban pidiendo la renuncia de Carolina Goic a la presidencia del partido. Muchas veces actuaron contra la candidatura partidaria y luego reclamaron, escandalizados por el bajo apoyo recibido por nuestra candidata. Hacía tiempo que no veía algo tan obsceno.

Carolina Goic merece reconocimiento por su valentía al asumir una candidatura en difíciles condiciones. Hubo un sector del partido que, por mero cálculo de ventajas, trató de impedir que hubiera un candidato propio de la DC, y que proponía ir a una primaria en la que habríamos tenido que competir con el candidato de seis partidos, lo que habría sido el suicidio. Aunque hubo un costo electoral, los democratacristianos pueden -si lo quieren- recuperar la autoestima.

Creo que el comportamiento oportunista es un gran mal de la política en estos días, y constituye el caldo de cultivo para el populismo desatado, para las ofertas que no miden consecuencias, para los atajos que prometen la felicidad y que, al final, pueden terminar en grandes calamidades. Yo no quiero que el populismo se imponga en Chile. Aspiro al perfeccionamiento del régimen democrático y rechazo absolutamente el establecimiento de un sistema de asambleas que la arrastre hacia un pantano.

Es indispensable que la DC vuelva a ser una fuerza que aporte a la estabilidad y la gobernabilidad de Chile. Una fuerza que, junto con defender los derechos individuales, aliente el sentido de comunidad y la cultura de la solidaridad. La DC no debe dejarse intimidar ni por la derecha ni por la izquierda. Debe hablar su propio lenguaje, sostener los valores que la han identificado desde su fundación como fuerza democrática y reformadora, defensora de los DDHH aquí y en todas partes. Solo por ese camino, aunque sea largo, habrá futuro. Quiera Dios que sus actuales conductores sepan salir de la "incondicionalidad", como verbo rector de su actuar en política.

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