La noche metafísica de Rodrigo Blanco




Con The Night (Alfaguara, 2016), el venezolano Rodrigo Blanco se ha convertido de inmediato en un autor imprescindible. En la sofisticada novela de Blanco, escrita con una prosa de tono clásico y elegante que no renuncia a los solos rockeros, hay muchos guiños al Bolaño de Los detectives salvajes y 2666: mujeres asesinadas cuyos cuerpos aparecen en un parque, la imbricación de ciertos escritores "salvajes" con la historia y la política, etc. The Night logra, sin embargo, trascender a su modelo para mostrarnos su propia y contundente versión del horror latinoamericano.

Blanco entiende que la primera pregunta que uno debe hacerse al narrar la descomposición social de un país es por el género: ¿es esto una tragedia o una farsa? La novela gira inicialmente en torno a sucesos ocurridos en la Caracas del 2010, tiempo de apagones y racionamiento de energía: la ciudad está entrando en la noche, y en ella deambulan Matías Rye, que quiere escribir una novela negra llamada The Night, Pedro Alamo, un escritor obsesionado con anagramas, y Miguel Ardiles, el psiquiatra de los dos, principal narrador y suerte de eje moral de la historia. La novela de Matías no llega a convertirse en realidad -al menos no su novela-, pero sí las intuiciones de su autor, que entiende que para representar la Venezuela contemporánea son necesarios los géneros populares: el policial, el gótico. El gótico clásico, sin embargo, apuntaba a un viaje a las afueras: "había que desplazarse para encontrar las formas ancestrales del horror"; en la Venezuela de Chávez, el horror está al lado, en las calles de las ciudades, en esa oscuridad con casi 200 mil personas asesinadas en los últimos 10 años. Las muertes reales son la noche metafísica del alma.

Con el material de la primera parte de la novela -la más intensa- Blanco podía haber armado un thriller tradicional. Pero el escritor venezolano apunta a algo más complejo y enigmático: el lenguaje con que se intenta resolver un misterio dice tanto como oculta. Así, The Night se bifurca y se desplaza hacia el pasado, para contarnos la historia de Darío Lancini, un célebre palindromista que obsesiona a Alamo. En este viaje a la segunda mitad del siglo XX, tiempo de desplazamientos del artista latinoamericano -por los entreveros de un Estado local represor, por el sueño comunista de la Europa del Este, por la bohemia parisina-, Blanco nos muestra cómo las huellas fugaces de la historia y la política venezolana se hacen carne en sus ciudadanos: el horror del presente está firmemente cincelado en el pasado. Pero el palindromista intuye una verdad esencial: en las palabras, en el lenguaje, está el mensaje secreto de la historia: una ida que está siempre de vuelta, un desplazamiento constante (también por eso The Night, el proyecto de Matías, se convierte en una carpeta de Ardiles llamada The Night, en la que el psiquiatra va recopilando los fragmentos de la novela que leemos). Lo difícil está en escuchar ese mensaje y descifrarlo luego; por suerte Blanco sabe que el enigma es mucho más interesante que su resolución.

The Night estalla en pedazos y se bifurca en las vidas de un cantante de una banda de rock, unos próceres de la patria que son asesinos, unos jóvenes perdidos en un parque, y visita, entre otros, al poeta Louis Aragon, a las mujeres muertas. Todo parece estar a la deriva, como si, en su misma trama, Blanco entendiera que la novela es como el sueño de Freud: un misterio cuya forma es el fondo. Pero esa deriva nunca es gratuita: como sugería Saussure y nos recuerda The Night, se debe "indagar en los significantes, en la ruleta del ensamblaje y no tanto en el contenido". Eso es lo que ha hecho Blanco con los traumas de la crisis venezolana; eso es lo que debemos hacer con esta maravillosa novela.

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